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En un escenario internacional marcado por conflictos armados, la geopolítica se vuelve la herramienta clave para comprender estrategias y decisiones políticas. Para profundizar en el tema, Grupo Mediatres dialogó con la especialista Liu Sivaya.
Cultura 13/10/2025Por Florencia Belén Mogno.
El análisis de los conflictos armados en el mundo actual implica una comprensión profunda de los intereses que mueven a los distintos actores internacionales. En ese sentido, la geopolítica se plantea como una herramienta clave para entender por qué estallan las guerras, quiénes se benefician y cómo se articulan los objetivos de cada país o grupo en disputa.
El impacto de la geopolítica no se limita a las zonas de conflicto. En la vida cotidiana de las sociedades, incluso, las decisiones de actores estatales repercuten en derechos, bienestar y seguridad.
En este contexto, la periodista y politóloga Liu Sivaya, que ha trabajado como corresponsal en Donbass comparte su experiencia en diálogo con Grupo Mediatres. Su recorrido combina la investigación política con la cobertura en zonas de conflicto, enfrentando riesgos, aprendiendo a manejar el miedo y construyendo un periodismo que prioriza la voz de la población civil.
Reflejar la realidad
Para comenzar, ¿cómo consideras que la geopolitica permite analizar el vínculo entre la política y los conflictos armados en el escenario internacional actual?
L.S: Creo que es la herramienta principal a la hora de realizar este análisis, porque realmente los conflictos armados suceden por una razón, generalmente respondiendo, la gran mayoría de ellos, como la gran mayoría de los sucesos a nivel internacional, a la famosa pregunta de quién gana, quién se beneficia y, por lo tanto, dónde está el interés. Donde encontramos el interés o los intereses de los diferentes actores, pues generalmente encontraremos la explicación al conflicto en cuestión. Esto lo podemos aplicar, diría, a casi cualquier cosa a nivel internacional y, por supuesto, la herramienta que explica dónde se encuentran estos intereses globales es la geopolítica.
Por otra parte, ¿de qué manera influye la comunicación en la construcción de narrativas sobre el poder y los conflictos?
L.S: Pues diría que de la manera más directa. Además, la comunicación, y sobre todo la construcción de narrativas, es algo que tengo como especialidad, porque yo, de formación, soy politóloga especializada en campañas electorales, y lo que más he tocado ha sido la sociología de la opinión pública, que tiene relación directa con la comunicación, así como también con la comunicación política. Dentro de esa comunicación política la construcción de relatos representa algo así como la herramienta base a la hora de enfrentarte a cualquier elección, cualquier campaña, cualquier evento político incluso. Y, a nivel geopolítico, esto no es muy diferente. Al igual que en una campaña política, lo importante es colocar el relato propio y hacer que todo gire en torno al mismo. Y aunque es cierto que las guerras —esto hay que tenerlo muy claro— se ganan sobre el terreno, las campañas mediáticas y las narrativas que se crean al final sí terminan decidiendo una gran cantidad de cuestiones y, sobre todo, facilitando la vida a unos actores sí y a otros no.
Por otro lado y en relación a tu historia, ¿qué te llevó a combinar la investigación política con el trabajo como corresponsal en zonas de conflicto?
L.S: Me llevó a ello la operación militar especial. Y es que, al ser rusa, yo comentaba la política nacional española. Considero que, desde un punto de vista, todo esto absolutamente erróneo, y me alegra muchísimo que al final haya dado el paso hacia la geopolítica, porque creo que a mí el relato occidental también me consiguió engañar. Menos mal que efectivamente pisé lo que es el terreno, y me di cuenta de lo equivocada que estaba. Y, en cuanto a la decisión en sí, la tomé porque comenzaron a invitarme a platós de televisión comentando esto de la operación militar especial. Poco a poco, fui girando de la política nacional española hacia la geopolítica, pero vi que los medios no estaban contando la realidad de las cosas. Estaban vendiendo este conflicto como si hubiera comenzado el 24 de febrero de 2022, lo cual no tiene nada de cierto. Nadie quería hablar de que ya había guerra en Ucrania, sin la participación de la Federación de Rusia, desde 2014. Había un montón de cosas que yo, por mucho que tratara de repetir desde un plató de televisión no conseguía que llegaran a la gente de la manera que me hubiera gustado. Ahí me pareció que, para contrarrestar a esos medios de los que yo no dispongo, quizás lo que podía hacer era poner a disposición mi vida al servicio de una causa que considero justa. Ahí me convertí también en periodista y comencé a hacer esto que llamo periodismo combativo, pero con rostro humano.
¿Cómo manejaste el miedo o la incertidumbre en situaciones límite durante las coberturas?
L.S: Pues, manejándolo. Gracias a Dios, siempre estaba rodeada de las personas correctas en todo momento que me iban guiando, protegiendo y ayudando. La persona más importante, en términos de mi primera llegada a Donbass es Alexis Castillo, un militar. Vino a Donbass a luchar en el 2015. También organizó campañas humanitarias y ayudó mucho a la población civil. Fue, quizás, como mi primer ángel de la guarda en Donbass. Al ser militar, en situaciones límite, me ayudó muchísimo con esto. Posteriormente hubo también personas muy cercanas a mí que hicieron en otras situaciones exactamente lo mismo.
Después de presenciar el sufrimiento civil en los territorios en conflicto, ¿cómo cambió tu mirada sobre el poder y las decisiones políticas?
L.S: Esta parte fue especialmente difícil. La primera vez que vine a Donbass fue a finales de marzo y volví a España a finales de abril del año 2022. Sin duda alguna, fue el viaje más revelador de todos, rompedor de esquemas. Me quedé con un vacío brutal. De repente me di cuenta de que eran dos mundos diferentes: el de Rusia, y el occidental. Y diría que, en algunos puntos, incluso incompatibles entre sí. Ojo, yo opino que Rusia es absolutamente occidental; o sea, me refiero en términos de cultura, en términos de raíces. Lo que a día de hoy se considera Occidente es exactamente lo mismo que representa la Federación de Rusia, e incluso Rusia ahora lo representa en mucho mayor medida. Y también pasé muchas semanas asqueada por la sociedad que habíamos estado construyendo en Occidente, donde las cosas que de verdad importan, están intentando ser tapadas de cualquier forma. Así que cambió mucho mi mirada; sobre el poder, no tanto, porque siempre he comprendido que está como un tanto por encima, desgraciadamente, de lo que es el sufrimiento civil. Y las decisiones políticas que más rechazo me generaron fueron las occidentales porque estaban decidiendo sobre seguir metiendo en cada vez más guerra a una población que ya está cansada de tanto sufrimiento.
¿Qué desafíos particulares enfrentaste siendo mujer al trabajar en contextos bélicos?
L.S: Ninguno. Esto es quizás lo que más sorprenda, pero lo cierto es que ser mujer y trabajar en conflictos bélicos, al menos en mi caso, que ha sido dentro del contexto ruso, hay que también destacar el hecho de que yo conozco perfectamente el idioma y me sé desenvolver, pero yo diría que era más una ventaja que un inconveniente. Yo nunca he sufrido ningún tipo de machismo como que “pues apártate, esto no es lo tuyo”. Al final los que más me lo decían eran los haters occidentales. Pero cuando pasaba mi tiempo con militares y tocábamos asuntos profesionales en el ámbito laboral, te tratan como a cualquier otra persona, como a un ser humano, lo cual es efectivamente de agradecer. Me sorprendió mucho, porque yo venía con bastantes más prejuicios.
Por último, ¿qué aprendizajes te dejó tu recorrido profesional
L.S: Muchísimos. Algunos muy tristes, otros que considero muy bonitos, y me regaló a personas que son las más importantes a día de hoy en mi vida.
Fuente fotografías: redes sociales Liu Sivaya.
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