Tensión en el oficialismo por la AFA

Tensión en el oficialismo por la AFA

El fútbol y la política argentina tienen algo en común: un malentendido se arma en segundos y después nadie lo desarma sin que salga alguien herido. Esta semana, el detonador fue un pasillo de espaldas en el Gigante de Arroyito. Los jugadores de Estudiantes, frescos de una derrota, le dedicaron el gesto a Rosario Central por ese título que llegó por escritorio hace años. Verón, el presidente pincha y figura eterna, no se lo tomó a mal -o sí, lo suficiente para pedir cabezas en la AFA. Seis meses de suspensión para él, y el quilombo escaló.

De repente, Milei vio en el episodio un blanco perfecto para su artillería. Un tweet aquí, un retuit allá, y ya estaba alineado con Verón contra el Chiqui Tapia. “Mafia en el fútbol”, soltó el Presidente, como si fuera una extensión de su cruzada contra los curros estatales. Bullrich no tardó en unirse al fuego: su especialidad es pintar de negro a quien se cruce, y anunció que desde el Senado va a meter mano en los papeles de la AFA. El physique du rôle le queda como guante -siempre lista para el combate, con esa energía de quien ve conspiraciones en cada corner.

Pero en el medio de este ida y vuelta quedó una figura clave que no compró boletos para la guerra: Karina Milei. La hermana del Presidente, que maneja los despachos con mano de hierro, se quedó en la tribuna. No es que sea hincha secreta de Central o Estudiantes -es que con Tapia tiene un lazo que su hermano le pidió que tejiera, y que hoy le sale caro romper.

Recordemos el origen: fines del año pasado, cuando Milei intentó meterse en la AFA por la puerta judicial y la cosa se complicó. Ahí Karina tomó el primer avión a Paraguay, al Congreso Extraordinario de la FIFA. Brindis con champagne al lado del Chiqui, fotos sonrientes por el Mundial 2030 -Argentina confirmada como sede inaugural-, y de yapa un mensaje sutil para Macri, que durante su gestión soñó con bajarlo y nunca pudo. El viaje fue excusa perfecta para abrir canales, y desde entonces los chats fluyen: un saludo, un dato, nada que rompa protocolos pero suficiente para que funcione.

Javier no entró en esa dinámica. Nunca se sumó a las campañas macristas contra Tapia, pero tampoco lo abrazó. Ahora, con el pasillo como excusa, optó por el enfrentamiento digital -redes, donde todo duele menos pero llega más lejos. Karina, en cambio, juega a otra liga. Su visión del poder es de esas que acumulan aliados en lugar de quemarlos. Sabe que la AFA no es solo un ente con balances dudosos -es votos en las urnas, sponsors que pagan fortunas y domingos que paralizan al país. Romper con Tapia por un capricho de Verón podría costar caro en un 2027 donde cada porcentaje cuenta.

El incidente la dejó en una posición incómoda, sí, pero no paralizada. Fuentes cercanas dicen que ya marcó distancia: “Esto no va”. Bullrich sigue con su espíritu confrontativo, lista para la investigación senatorial que promete ser larga y ruidosa. Milei, fiel a su estilo, usa el episodio para reforzar su narrativa de limpieza. Pero Karina, la que cierra los acuerdos reales, prefiere el champagne de Asunción al humo de la pelea. Al final, en la política como en el fútbol, no siempre gana el que grita más -sino el que sabe cuándo guardar la pelota para el próximo partido.