La “batalla cultural” y las urgencias diarias

El gobierno libertario, además de la confrontación con lo que llama “la casta”, se encuentra inmerso en un combate ideológico contra lo que señala como “marxismo cultural”.

Política 14/05/2024
NOTA 1 BATALLA CULTURAL

Por Amado Brancatti

 

Si hay una cosa que no se puede negar de Javier Milei es que logró llegar a buena parte de los argentinos con una imagen, tanto visual como discursiva, de verdadero outsider ajeno a la política y sus deficiencias. 

Logró construir, para los desencantados, un relato convincente: un hombre que llega desde afuera de los partidos políticos para mejorar la situación económica, un luchador por la libertad (?) alejado de las mañas de la partidocracia y motivado por el combate contra un Estado mafioso.

El discurso que construyó estuvo plagado de lugares comunes y escasa profundidad filosófica. Incluso contradecía buena parte de las enseñanzas en materia de historia de la economía: jamás pareció preocupado en explicar por qué si la libre iniciativa privada era la responsable de la prosperidad de las naciones, era el Estado el actor siempre presente en los orígenes del crecimiento económico de las potencias.

De todos modos, es cierto es que una vez llegado al poder no se limitó, como muchos creían, a una sola insistencia en “cerrar los números” de una alicaída economía, sino que también se lo vio motivado por dar una batalla simbólica y discursiva contra el ya mencionado “marxismo cultural”.

Así, comenzó a diferenciarse del espectro izquierdo del sistema político a partir de una fuerte tensión discursiva que polarizara no solo en lo ideológico, como sería lo de acusar de socialismo y comunismo todo aquello a lo que al presidente no le gusta, sino también que reivindicara personajes o hechos históricos que van construyendo un nuevo relato.

Es curioso: los voceros del presidente (oficiales u oficiosos) constantemente denuncian la construcción de relatos (cosa que con razón achacaban al kirchnerismo) y al “adoctrinamiento” que —dicen— se realiza desde las instituciones públicas.

Así, el oficialismo comenzó una reinterpretación de la violencia de los setenta en clave reivindicatoria de la represión; cargó contra los “gramscianos”; se reivindicó la figura de Roca; se le piensa cambiar el nombre al Centro Cultural Néstor Kirchner…

Un ejemplo palmario de esta batalla cultural es la medida que tomó con el exSalón de las Mujeres de la Casa Rosada, al que rebautizó como “Salón de los Próceres”. En el Salón, según la presentación oficial, se reivindican próceres “muchos de los cuales fueron ocultados y ninguneados por los últimos gobiernos”, y allí aparecen entonces Roca, Menem, Alberdi o Sarmiento.

Mientras tanto, ¿qué ocurre con la economía y la lucha por las negociaciones y disputas de la gestión diaria? La cruzada del libertarismo prueba por enésima vez cómo cada movimiento político con pretensiones fundacionales se vuelca a la relectura del pasado y a la disputa de sentidos. El problema es que si la economía no funciona, veremos cuánto dura la lucha por las ideas si los estómagos empiezan a pelear.

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