Macri busca “comer” a Milei y los “Federales” pasan a oposición dura

El encuentro en Olivos blanqueó la jugada: Estados Unidos presiona por gobernabilidad, Milei la necesita y Macri huele la oportunidad de llenar el gabinete de PRO. Pero la otra variable son los gobernadores de Provincias Unidas, que ya pasaron del guiño inicial al rechazo frontal.

Política 30/09/2025
NOTA

Un callejón sin salida

 

La reunión de Milei con Mauricio Macri en la Quinta de Olivos no sorprendió a nadie, pero igual encendió las alarmas. No porque sea novedad —ya todos sabían que Washington había mandado a reforzar la gobernabilidad como condición para soltar la chequera— sino porque expuso crudamente las cartas sobre la mesa. 

 

Milei necesita votos, necesita aire, necesita que alguien lo rescate de la anemia política que ya se siente en las encuestas. Macri, en cambio, no necesita nada: tiene paciencia, tiene cuadros y tiene el aval de sectores de poder que ven en él un garante más confiable que el show libertario.

 

El plan es tan viejo como transparente: una anexión criolla, un proceso de absorción política donde Milei quedaría como figura decorativa mientras el PRO duro coloniza ministerios y áreas de gestión. Economía, Interior, Seguridad, Defensa, Justicia: las carteras que definen el pulso institucional. 

 

Lo demás es relleno. Milei seguiría de Presidente, claro, pero la botonera real se mudaría al escritorio de Macri. Un tercer tiempo soñado: volver al poder sin haber ganado elecciones, y con el libertario puesto de escudo humano.

 

Santiago Caputo lo entendió rápido. El operador de la “moderación” ya trabaja en tender puentes con el macrismo, sabiendo que la interna con Karina y Lule Menem es un callejón sin salida. 

 

Caputo juega a salvar su propia supervivencia, pero en ese movimiento le abre la puerta al desembarco total del PRO. Macri, que nunca se retiró del todo, se prepara para gobernar desde las sombras. Milei, que prometió dinamitar la casta, hoy implora que lo rescate la casta.

 

Lo que se vio en Olivos no fue solo una foto de reconciliación, sino la aceptación de un rol subordinado. Milei se presentó como un presidente dispuesto a agradecer “gestos generosos” de Macri. Esa frase, en clave política, equivale a rendición anticipada. Y Macri, que jamás da un paso sin calcular la jugada siguiente, ya piensa en un esquema de gabinete post-elecciones donde los libertarios sean la decoración y el PRO, el músculo.

 

Provincias Unidas sube el perfil opositor

Mientras en Olivos se cocinaba la foto de la “gobernabilidad”, en Puerto Madryn se escuchaba un discurso muy distinto. Los gobernadores de Provincias Unidas —Torres, Vidal, Valdés, Sadir, Llaryora y Pullaro— dejaron de jugar al acompañamiento crítico para convertirse en oposición abierta. Denunciaron que Milei “lleva al país al abismo”, que “ningunea al interior” y que su única herramienta de gestión es la motosierra. El acto fue todo un gesto: visitaron la planta de ALUAR, hablaron de producción, equilibrio fiscal y federalismo. Y, sobre todo, de política real: construir un bloque fuerte en el Congreso para condicionar al Ejecutivo.

 

En el fondo, los gobernadores ya no quieren darle a Milei la mínima gobernabilidad que le dieron al principio. En sus territorios, donde se juega la economía real, Milei ya no suma, resta. Y su desafío es construir una alternativa electoral al kirchnerismo, no salvar al Presidente libertario.

 

El cordobés Martín Llaryora fue claro: “Ahora vamos por el Congreso, y en 2027 vamos a poner un presidente federal que cambie la Argentina”. Juan Schiaretti agregó su habitual tono pragmático: “El fracaso es el modelo. No hay país que crea en la libertad de mercado sin un Estado eficiente y federal”. 

 

El santafesino Maximiliano Pullaro fue más brutal: “No alcanza con hacerse el loquito y gritar”. Nacho Torres, anfitrión, sintetizó la bronca patagónica: “Estamos cansados de elegir entre los que abandonan la obra pública y los que se la roban. Queremos discutir desarrollo”.

 

La foto de Madryn mostró otra cosa: provincias que, lejos de pedir permiso al centralismo porteño, ya juegan su partido para 2027. Y un Milei cada vez más aislado: la gobernabilidad que el interior le prestó al inicio, hoy se la retiran sin matices.

 

Un Presidente que se desangra

 

La ironía es evidente. Todos ven que Milei se desangra: Macri lo ve como presa fácil para cooptar el gobierno; los gobernadores lo ven como un problema a aislar y explotar electoralmente en sus provincias. Washington exige gobernabilidad, pero el territorio se mueve en dirección contraria. El Presidente queda atrapado entre dos fuegos: entregar el gobierno al PRO o enfrentar un Congreso donde el bloque federal del interior con el PJ puede dinamitarle cualquier proyecto.

 

El oficialismo de La Libertad Avanza, lejos de consolidarse, se achica. Sus legisladores se fragmentan, su base social se erosiona y la economía real no ofrece alivio. Milei intenta sostener el relato de “ajuste necesario” mientras el desempleo crece, el consumo se desploma y el dólar se recalienta. En ese escenario, pedirle a la gente que vote por él en octubre suena más a ruego que a promesa. Y la foto con Macri se convierte en un gesto de debilidad: el presidente que prometió arrasar con la casta hoy se refugia en el abrazo de su antiguo rival.

 

La rosca no perdona: los votos que Milei necesita no están en el PRO, están en los gobernadores de Provincias Unidas. Y ellos ya eligieron ser otra cosa: no apuntalar al libertario, sino ser la alternativa al peronismo bonaerense y al propio Milei. En otras palabras, donde Milei pierde, ellos ganan. Donde él necesita sostén, ellos ven oportunidad electoral.

 

La apoteosis es cruel y descarnada: el Presidente que prometió incendiar la casta termina rogando por un pacto con Macri y mendigando aire al interior que ya no lo respeta. La Libertad Avanza nació como outsider y hoy funciona como rehén de un juego mayor. 

 

Macri afila el cuchillo para cortar su porción del gobierno; los gobernadores del interior marcan territorio y piensan en 2027. Milei, en el medio, se desangra. Y la ironía final es obvia: la “casta” que juró dinamitar no solo sigue viva, sino que prepara el banquete.

 


El plan de Macri no es cogobierno: es rendición incondicional. Milei, como Presidente, quedaría reducido a una cáscara decorativa.

 

 

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