China volvió al podio como socio comercial y desarma a Milei

El presidente insiste con su devoción por Trump y su cruzada anticomunista, pero la economía argentina le responde con otra lógica: China desplazó a Brasil y volvió a ser el principal socio comercial. El libreto ideológico se topa con la materia: exportamos a Pekín, no a Florida.

Política 22/10/2025
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Entre Washington y Pekín, billetera mata galán

 

El dato lo dio el Indec, pero el mensaje lo escribió Marx desde su tumba: la base material siempre termina imponiéndose. Por primera vez desde 2022, China superó a Brasil como principal socio comercial de la Argentina. En septiembre, el intercambio con Pekín llegó a 3.109 millones de dólares, empujado por un salto del 200% en las exportaciones —principalmente soja y derivados— y por la avalancha de manufacturas chinas que copan el mercado local.

En paralelo, el comercio con Brasil se achicó y Estados Unidos no figura entre los primeros dos. Difícil sostener el “anticomunismo de barricada” cuando el principal comprador de tus granos se llama República Popular China.

Milei repite que “China no es un país libre” y que “prefiere relacionarse con democracias occidentales”. Pero su gobierno financia su propio equilibrio comercial con el gigante que dice despreciar. El realismo político que él no comprende lo aplica el comercio exterior cada mes: Pekín compra lo que Milei vende y vende lo que Milei necesita.

El contraste es brutal. Mientras el Presidente se saca fotos con el jefe del Comando Sur o tuitea consignas de “America First”, el Tesoro argentino depende del yuan, las automotrices chinas multiplican sus ventas y los puertos se llenan de containers con logos rojos. A Washington puede gustarle el discurso, pero no el balance comercial.

 

El pragmatismo chino y el fanatismo de Milei

China juega en silencio. No necesita discursos, ni likes, ni cumbres. Espera. Sabe que Milei es una circunstancia, no un actor estructural. Lo que está en juego no es un gobierno, sino el acceso a alimentos, litio y energía: las tres llaves del siglo XXI.

Mientras tanto, Estados Unidos improvisa una estrategia defensiva con más gestos que contenido. En abril, Milei recibió al jefe del Comando Sur, Alvin Holsey, que inspeccionó la base de Ushuaia. Fue un gesto de alineamiento militar más que económico.

Pekín, en cambio, se concentra en el terreno. Compró más soja, aumentó importaciones de alimentos y duplicó la presencia de sus marcas industriales en Argentina. Donde Washington manda emisarios, China manda barcos.

La contradicción es evidente incluso en el propio trumpismo. Scott Bessent, el secretario del Tesoro norteamericano, tuvo que justificar en CNBC por qué apoya a Milei mientras los agricultores de Iowa pierden mercado en China. “No queremos un Estado fallido”, explicó. Pero los granjeros no leyeron teoría del Estado: leyeron su ticket de exportación. Argentina les roba cuota en soja y maíz.

Desde Pekín, la embajada fue más directa: acusó a Estados Unidos de “mentalidad de Guerra Fría” y recordó que “América Latina no es el patio trasero de nadie”. El mensaje tenía doble destinatario: Milei y su mecenas.

Para los estrategas chinos, el libertario argentino no es un adversario, es un dato. Beijing mantendrá el canal abierto mientras Argentina no toque las “líneas rojas”: el principio de Una sola China y el respeto diplomático. Lo demás —retórica, memes, devoción trumpista— es ruido blanco.

El sinólogo Sebastián Schulz lo resume sin eufemismos: “La canasta exportadora argentina compite directamente con la estadounidense. Washington quiere reducir ese vínculo para recuperar su mercado, pero eso destruiría la economía local”. Dicho de otro modo: el anticomunismo no paga sueldos ni llena los barcos.

Y ahí está la grieta verdadera: no entre izquierda y derecha, sino entre la materia y la fe. China opera desde el realismo puro. Milei desde la devoción ideológica. Pekín teje rutas, compra alimentos, instala autos eléctricos. Argentina le vende soja y declaraciones. China, como siempre, no grita: factura. Y cuando la historia se escriba, probablemente lo haga en mandarín.

 

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