SKF cerró su planta en Tortuguitas y despidió a 150 trabajadores

La multinacional de rulemanes anunció el fin de la producción local como parte de una “estrategia global de optimización”. Los obreros denuncian que no existe crisis económica y acusan a la UOM de avalar el ajuste.

Región 03/11/2025
SKF

Por Rodrigo Lescano

 

A la mañana siguiente del triunfo electoral de los libertarios, los hombres de saco y corbata de la Bolsa descorcharon champán por la subida de las acciones. A kilómetros de esas lujosas oficinas, 150 hombres de camisa y pantalón Grafa tomaron mate amargo por última vez en la planta Tortuguitas de SKF. El sabor áspero no solo fue dado por el gusto intenso y terroso de la yerba, sino por el hecho de haber quedado en la calle.

La multinacional sueca SKF cesó la producción de rodamientos en el Parque Industrial de Tortuguitas, partido de Malvinas Argentinas, como parte de una “estrategia para optimizar su presencia global de fabricación y centrarse en plantas de producción más grandes, tecnológicamente más avanzadas e innovadoras”. Así lo expresaron en un comunicado. La compañía afirmó que mantendrá su presencia comercial en Argentina y tendrá un esquema centrado en la importación de piezas desde Italia, China y Bulgaria.

Los despidos buscan “garantizar la competitividad global a largo plazo” de SKF. El mismo argumento fue utilizado el año pasado para justificar el cierre de las plantas de Luton y Busan, ubicadas en Gran Bretaña y Corea del Sur, respectivamente.

Sin embargo, fuentes obreras sostienen que la empresa no atraviesa ninguna crisis. Uno de los despedidos señaló, en una carta, que la multinacional tiene presencia en más de 130 países; que durante 2024 facturó más de 98 mil millones de coronas suecas —equivalentes a unos 9.300 millones de dólares—; y que en el primer trimestre de 2025 reportó un margen operativo del 13,5%, incluso en un contexto económico global inestable.

Para él, la estrategia de SKF responde a una “política deliberada de ajuste patronal y reconversión industrial”. Según explicó, la empresa aplica en distintas regiones del mundo un plan que consiste en “cerrar plantas, recortar personal y trasladar operaciones a países con menores costos laborales”. En síntesis, dijo, se trata de “aplicar la crisis sobre las espaldas de los trabajadores”.

Los despidos fueron ejecutados a través de retiros voluntarios. Por medio de un acuerdo con la comisión interna y la UOM, la compañía les abonará el 140% de la indemnización, incluyendo en ese monto los costos de la obra social por seis meses. Este acuerdo no dejó satisfechos a los obreros, quienes denuncian al gremio conducido por Abel Furlán de no haber hecho lo posible por defender los puestos de trabajo.

“Lo que no hubo fue voluntad política de enfrentar a la empresa. En lugar de convocar a los trabajadores, de organizar asambleas y preparar un plan de lucha, se sentaron con los directivos y avalaron la medida. El sindicato tiene toda la estructura, los recursos y el poder para movilizar, para hacer visible este atropello, para unificar a los metalúrgicos del país en una respuesta contundente. Pero, una vez más, eligieron el camino de la entrega”, exclamó el despedido.

Las mejillas y las comisuras de los labios de los accionistas se alzan un poco más cada vez que los ceros se multiplican en sus cuentas del homebanking. Leen entusiasmados todas las noticias que pronostican una reforma laboral que les permitiría cambiar el auto, el yate o su mansión en el country. Para ellos, las 150 familias de SKF son sólo un número en una planilla de Excel.  

A kilómetros de esas oficinas, el despedido toma mate amargo en su casa. Mira el acuerdo que firmó y se pregunta: “¿Dónde está esa defensa del trabajo argentino cuando las multinacionales levantan su producción, despiden y se llevan la plata afuera? ¿Dónde están los ministros, los diputados, los que dicen representar al pueblo trabajador?”.

Dolido por la indiferencia de quienes decían defenderlo, los sorbos le raspan un poco la lengua, pero no la esperanza: “SKF podrá tener millones, podrá mover su producción a otro país, podrá contar con el aval del poder político y sindical. Pero no podrá borrar nuestra historia ni nuestro derecho a pelear. Porque somos trabajadores, somos familias, somos el motor de una industria que se apaga si no nos levantamos a defenderla”.

Los de saco y corbata brindan, los de camisa y Grafa resisten.

 

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