Galperin pide que Milei proteja su mercado de China

Mientras su CEO local reclama endurecer normas para Temu, Shein y compañía, Marcos Galperin prepara su mudanza al sillón de Executive Chairman. El mensaje es nítido: competir sí, pero con la cancha marcada.

Actualidad06/11/2025
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Mercado “libre” con barreras a medida

 

El número uno argentino de la compañía fue claro en una cumbre empresaria: hace falta “marco regulatorio igual para todos” y controles más duros a la importación masiva de productos baratos de plataformas chinas. En traducción simultánea a criollo: si el dumping tecnológico te come las pymes que alimentan tu marketplace, pedís Estado. No es ideología, es negocio. Y ahí asoma la rosca: el ecosistema MELI —con logística, pagos, crédito y publicidad— vive de que miles de vendedores locales prosperen dentro de su jaula dorada. Si el océano se llena de ofertas asiáticas que no pisan depósitos ni pagan estructura local, el poder de fijar reglas se diluye. Entonces, timbreo en el Gobierno y encuadre normativo.

La escena tiene su ironía: el campeón regional del “mercado libre” pidiendo paraguas. Pero no hay contradicción, hay coherencia con la matriz de poder. Mercado Libre no se limita a una web con carritos; es infraestructura crítica en Brasil, México y Argentina. Cada paquete que llega en 24 horas, cada QR que compite con el efectivo, cada crédito que empuja ventas, depende de un tablero regulatorio que favorezca su red. Por eso el discurso sobre “calidad” y “empleo local” suena a causa noble… y también a dique de contención frente a competidores que no financian depósitos, no mantienen flotas ni pagan última milla en el territorio.

En paralelo, Marcos Galperin mueve piezas: deja formalmente la CEOcracia para convertirse en Executive Chairman. Traducción realpolitik: menos operación diaria, más palanca estratégica. Definir ruta de producto, cultura y asignación de capital es, justamente, decidir dónde se levantan las barreras y cómo se reparten las ventajas. El cambio de rol no es retiro: es elevarse de la trinchera al balcón desde donde se negocia con ministros, bancos centrales y partners globales.

El timing no es casual. El crecimiento de las apps chinas encendió alarmas en toda la región y varios gobiernos ya ajustan aranceles, cupos y fiscalidad del “bajo valor”. Mercado Libre toma nota y afina su narrativa: “piso parejo”, “mismas reglas”, “calidad y trazabilidad”. Nadie menciona la palabra prohibida, pero todos la entienden: protección. Si el árbitro no cobra, gana quien rompe la defensa con subsidios invisibles y logística off-shore. Si el árbitro cobra, el local ordena la salida desde el fondo y vuelve a imponer ritmo.

 

El movimiento también dice algo sobre el modelo: MELI no es un monopolio legal, pero es un monopsonio cultural. Para millones de usuarios, comprar “online” es sinónimo de comprar “en Mercado Libre”. Esa captura de hábito es la ventaja competitiva más grande y, a la vez, su talón de Aquiles: si otras plataformas convierten precio + viralidad en nueva costumbre, el castillo pierde foso. Por eso el pedido de “marco igualitario” llega con facturas de inversión: centros de distribución, flota eléctrica, empleo formal. Es la carta que se juega frente al poder político: yo traigo capilaridad y formalización; vos garantizá reglas simétricas.

Que nadie se confunda: no es un alegato contra la apertura, es la versión 2025 del viejo peronismo empresario de manual. Competencia sí, siempre que ocurra dentro del ecosistema que administro, con mi pasarela de pagos, mis seguros, mis métricas y mis tiempos de entrega. El resto se llama “asimetría”. Y cuando el benchmark se vuelve problema, se nacionaliza el argumento: “defender el trabajo local”, “cuidar a las pymes”, “evitar chatarra”. Todo válido, todo cierto… y todo funcional a sostener la centralidad regulada de la plataforma.

¿Y Galperin “corriéndose”? No hay renuncia al poder; hay curaduría del poder. El Executive Chairman es el lugar donde se blinda la cultura y se cincelan las alianzas que importan. De ahí se decide si se multiplica fulfillment, si se acelera fintech, si se compra audiencia en streaming o si se presiona por una fiscalidad que obligue a todos a jugar con la misma pelota. Es política, no poesía. Y como toda política, se escribe con intereses.

Moraleja para el lector que no vive en el Polo Dot: cuando veas a un gigante pedir “igualdad de condiciones”, seguí la pista del flujo: quién paga depósitos, quién asume riesgo crediticio, quién aporta impuestos locales y quién solo desembarca contenedores. En esa cuenta se entiende por qué el marketplace estrella de la región puede hablar de libertad de elegir dentro de su góndola infinita.

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