Economía real: la inflación acumulada en la era Milei es del 249%

El costo oculto. Deterioro industrial y destrucción de empleo

El dato de inflación de noviembre volvió a ordenar el discurso oficial. El 2,5% mensual fue presentado como una confirmación de que el sendero desinflacionario sigue vigente. Sin embargo, una lectura menos complaciente muestra que ese número no solo fue el más alto en siete meses, sino que consolidó una tendencia inquietante: seis meses consecutivos de aceleración. Desde mayo, cuando el índice marcó 1,5%, los precios no dejaron de subir. No hubo saltos bruscos, pero sí una dinámica persistente que elevó el piso inflacionario en un contexto recesivo.

La inflación acumulada de 2025 ya alcanza el 27,9%, mientras que la variación interanual trepa al 31,4%. Desde la asunción de Javier Milei, el alza de precios llega al 249%. El contraste entre bienes y servicios explica buena parte del malestar social. Los bienes aumentaron 213%, pero los servicios lo hicieron en un 356%. La diferencia no es técnica, es política. Son las tarifas, los alquileres, el transporte y la salud los que absorben una porción creciente del ingreso, incluso cuando algunos precios de bienes importados logran contenerse.

El rebrote de noviembre tuvo impulsores claros. Vivienda, agua, electricidad y gas subieron 3,4%. Transporte avanzó 3%. Alimentos y bebidas no alcohólicas aumentaron 2,8%, por encima del promedio general. La carne volvió a ser el factor determinante. El Gobierno había apostado a una ponderación del IPC más cargada en servicios, lo que en meses anteriores ayudó a mostrar desaceleración. Pero cuando los alimentos vuelven a moverse con fuerza, la estrategia se vuelve en contra. En recesión, con ventas deprimidas, las empresas remarcan no por expansión de demanda, sino para recomponer rentabilidad frente a costos que siguen subiendo.

Inflación sin crecimiento: ancla recesiva

El problema central es que esta inflación ocurre sin crecimiento económico. En los períodos de mayor expansión reciente, la dinámica de precios fue más moderada. En 2011, con un crecimiento cercano al 10%, la inflación anual fue del 9,5%. En 2015, con actividad todavía en terreno positivo, cerró en torno al 25%. En 2025, con una economía contraída, salarios reales en retroceso y consumo deprimido, la inflación vuelve a ubicarse por encima de los 30 puntos.

Desde la lógica monetarista que guía al Gobierno, la aceleración debería explicarse por un exceso de oferta monetaria o por una caída en la demanda de pesos. Ninguna de las dos variables termina de justificar el dato de noviembre, posterior a una victoria electoral oficialista que, en teoría, debería haber reforzado expectativas. La lectura alternativa es más incómoda: el programa económico empieza a mostrar problemas de credibilidad y el ancla inflacionaria sostenida vía recesión pierde efectividad.

Este límite se vuelve evidente cuando se cruza la inflación con la situación productiva. La capacidad instalada de la industria cayó al 61% en octubre, dos puntos por debajo del mismo mes de 2024. El promedio oculta cuadros críticos. El sector textil opera apenas al 32,5%, con caídas interanuales superiores a 15 puntos. Caucho y plástico se ubican en 42,6%. Papel y cartón retrocedieron más de 10 puntos. Esta ociosidad no es coyuntural: anticipa cierres, pérdida de escala y destrucción de valor agregado.

La apertura comercial acelera ese proceso. Las importaciones de acero crecieron alrededor del 80% en 2025. En los principales foros empresarios, China aparece como el factor dominante. No se trata de competir con países de la región, sino de enfrentar a un Estado que subsidia energía, producción y exportaciones. En ese escenario, la apertura funciona como un traslado de demanda desde la industria local hacia el exterior. El resultado es una paradoja: se contienen algunos precios de bienes, pero se profundiza la recesión industrial.

Empleo industrial, pobreza y crisis futura

El impacto sobre el empleo es directo. Desde la asunción de Milei se perdieron al menos 126.000 puestos de trabajo industriales si se consideran registrados, no registrados y no asalariados. Si la comparación se hiciera contra el cierre de 2023, el número asciende a 160.000. Son empleos de calidad, con salarios relativamente altos, que sostienen consumo, recaudación y entramado social.

La promesa de reconversión productiva no encuentra correlato sectorial. Energía y minería generan divisas, pero demandan poco empleo. No existe hoy un sector capaz de absorber la masa de trabajadores expulsados de la industria. El resultado es más informalidad, que ya ronda el 45%, y menor recaudación fiscal en un contexto donde el ajuste del gasto se vuelve políticamente más costoso.

Aquí emerge el dato que el discurso oficial evita. La pobreza multidimensional. Mientras el INDEC informa un 31,6% de pobreza por ingresos y la UCA eleva la cifra al 36,3%, las mediciones que incorporan acceso a derechos básicos muestran un 67% de la población con carencias severas. No es un indicador marginal. Es el estándar que utilizan países como Brasil, México y Chile. En Argentina se lo evita porque su aceptación obligaría a admitir que la estabilidad de precios no resuelve la crisis social.

La combinación de inflación acumulada, destrucción de empleo industrial y caída del ingreso disponible multiplica esas carencias. El ingreso disponible de los hogares se ubica casi 4% por debajo de los niveles previos a la llegada de Milei. La inflación puede desacelerar en la estadística, pero la vida material se deteriora.

El Gobierno apuesta a sostener el relato de estabilidad nominal para el FMI y los mercados. El problema es temporal. La inflación no perfora el 2%. La industria no se reactiva. El empleo de calidad no aparece. Y la pobreza estructural se expande. La factura social no desaparece: se acumula y se traslada hacia adelante.

El cierre de 2025 deja una advertencia clara. La inflación contenida no alcanza para ordenar una economía cuando el aparato productivo se desarma y el mercado laboral se achica. El experimento libertario puede mostrar disciplina en los precios, pero la real economik señala otra cosa: una economía con menos industria, menos empleo y más vulnerabilidad social, cuyo costo pleno todavía no se manifestó, pero ya empieza a marcar el calendario de 2026.

La inflación de noviembre fue del 2,5%, pero convive con una capacidad industrial ociosa del 61% y la pérdida de al menos 126.000 empleos fabriles desde la asunción de Milei.

Mientras el Gobierno celebra la desaceleración nominal, la pobreza multidimensional alcanza al 67% de la población. El ajuste ordena precios, pero desestructura la economía real.