Karina Milei mueve las fichas: del reino digital a la maquina territorial

La jefa del oficialismo busca organicidad y mando claro en la comunicación. Oría salta a la mesa estratégica, Adorni sigue con el micrófono, y el ecosistema caputista pierde exclusividad. El objetivo no es hegemonía vacía, es unificar criterios de poder: combinar militancia de redes con músculo territorial.

Política 10/11/2025
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El dato político no es el último video viral ni el meme más filoso. El dato es que Karina Milei decidió ordenar la botonera que alimenta el relato oficial y lo hizo con el pragmatismo de quien entiende que el poder no se delega, se conduce. Manuel Adorni conserva el control de la sala de máquinas institucional. Santiago Oría deja de ser cineasta de culto libertario para convertirse en estratega de línea. Y el sistema de militancia digital caputista, esa constelación orgánica de streamers, tuiteros y microcelebridades con timing de estadio, pierde el monopolio del tono. El mensaje para adentro es simple: ya no alcanza con incendiar la agenda desde un ring light. Ahora la batalla es cuerpo a cuerpo.

La hermana del Presidente no busca hegemonía por la hegemonía. Busca organicidad. Milei, Karina y nueve más, como un equipo que se arma con titulares definidos y banca corta. La cancha no se juega solo en X o en Twitch. Se juega en la ventanilla municipal, en el comedor, en la sala de espera del hospital. Y ahí es donde aparece Sebastián Pareja, el armador que entendió que el voto líquido necesita vasos capilares. Conoce la Tercera y la Primera sección como pocos, habla el idioma de los referentes y no se asusta de las contradicciones. No milita la pureza, milita resultados.

La tensión con el mundo caputista no es un secreto. La galaxia de Las Fuerzas del Cielo tiene orgullo, volumen y calle. No son bots, son pibes de carne y hueso que llenaron el Movistar cuando casi nadie apostaba un peso. Pero convertir esa potencia en gobierno requiere una coreografía que Karina quiere escribir. Iñaki Gutiérrez sube en el ranking de confianza, la Pepona gira por streaming, y varios diputados que antes tenían la lengua atada ahora salen a dar notas. Oría teje una narrativa más amplia, menos reactiva, con orden de batalla. La consigna: que el Estado hable con una sola boca y que esa boca no sea un algoritmo.

La operación de pinzas tiene dos caras. Cara uno: redes. No se apaga el fuego caputista, se lo encausa. Cara dos: territorio. Se profesionaliza el vínculo con intendentes, punteros, organizaciones sociales y la rosca de pasillo que siempre decide lo que los hashtags prometen. Pareja es el puente. Viene del barro, hizo pasantía en todos los idiomas del peronismo y aprendió el alfabeto del PRO. Cuando todo indicaba que la derrota en provincia sepultaba su influencia, el rebote del oficialismo lo dejó parado en el centro del escenario. Bancas, alianzas, control de piso. Cuando hay que juntar fiscales, él junta fiscales. Cuando hay que negociar escuelas, él negocia escuelas. Y cuando hay que resistir una avanzada de redes contra un armado, él resiste.

 

Caputo pierde exclusividad, Karina gana mando

Santiago Caputo sigue siendo el cerebro que domestica tendencias y entiende la conversación pública como pocos. Pero la exclusividad se terminó. El karinismo quiere un mando compartido que no se agote en el fragor de la militancia online. La comunicación deja de ser un show interminable y pasa a ser un tablero con prioridades. Adorni asegura la previsibilidad institucional. Oría, que defendió a Karina en los silencios ásperos de campaña, baja un manual de guerra que combina épica con gestión. Y la tropa digital se redistribuye: menos improvisación, más consigna. Menos guerra total, más precisión quirúrgica.

El conflicto no es solo estético. Es presupuestario, político y operativo. ¿Quién define a quién se agenda, qué se amplifica, qué se ignora? ¿Quién autoriza a hablar y en qué tono? Karina quiere cortar ese nudo. No porque desprecie el músculo caputista, sino porque comprende que todo relato que no desemboca en territorio se evapora. La política real castiga el ruido y premia la logística. Un comedor abierto vale más que mil streams. Y un representante territorial que llega con soluciones vale más que cualquier hilo viral.

La minoría intensa de redes le dio a Milei volumen y blindaje. Pero el gobierno necesita mayoría suficiente. Y eso exige construir legitimidad donde la pantalla no llega. Si el oficialismo aprendió algo en este tramo es que el voto 24 por 7 se cuida a pie. Los teléfonos movilizan. Las urnas cuentan.

 

Pareja, operador “territorial” con mando nacional

Sebastián Pareja no es influencer, es operador. Su método no se mide en likes, se mide en mesas armadas. Fue clave en el reordenamiento bonaerense, consolidó vínculos con referentes históricos y estableció una arquitectura de poder que hoy nutre al oficialismo en cámaras y concejos. En su hoja de ruta no hay purismos, hay sumas. Trabaja donde otros discuten. Consigue lo que otros prometen. Si la pelea con el caputismo juvenil fue áspera, el resultado la licuó. El sistema premia a quien pone la cara cuando no hay selfies que salvar.

El salto de Karina a la jefatura de gabinete acelera ese trazo grueso. La hermana del Presidente necesita un piso de gobernabilidad que no dependa de un trending topic y, en paralelo, un techo de expectativa que evite la planicie. Por eso sostiene la voz de Adorni, levanta a Oría, oxigena a cuadros jóvenes y apoya a Pareja. No es una épica homogénea. Es un rompecabezas que busca cerrar con piezas que no siempre encajan. La diferencia es que ahora hay alguien que decide qué pieza entra y cuál se guarda para más adelante.

El caputismo puro cuestiona la gramática territorial. Sospecha de los que conocen el padrón por manzana, abomina de los punteros, detesta el intercambio material. La réplica del parejismo es menos elegante y más eficaz. Dice que sin esa red no hay puerta para tocar, ni olla para llenar, ni club para iluminar. La red ideológica sirve para construir identidad. La red territorial sirve para ganar una elección. Y para gobernar el día después.

El ecosistema oficialista lo entendió a la vieja usanza. Reglas simples. Si una línea de comunicación erosiona un armado, se corrige. Si un referente de redes dinamita un acuerdo local, pierde micrófono. Si un operador de barrio trae diez voluntades y diez mesas, gana peso. No es moral, es contabilidad política. La organicidad que busca Karina no se parece a un catecismo. Se parece a una cadena de mando.

Hay un dato que explica todo. La mayor parte de la militancia que sostiene al gobierno hoy no cobra un sueldo del Estado. Son pibes que hacen fila para un stream, madres que organizan un merendero, jóvenes que van a una plaza porque creen en algo que, por primera vez, los incluye. Ese combustible es valioso, pero volátil. Si no se lo abraza desde el territorio, se disipa. Si no se lo traduce en estructura, se vuelve ruido. Ahí está el punto ciego que Karina quiere corregir.

La oposición mira de reojo. Sabe que la arquitectura libertaria nació digital, pero intuye que el salto a 2027 depende de la malla territorial. Donde el Estado se retira, alguien ocupa. Si es el oficialismo, sobrevive. Si no, vuelve el festival de intendencias con agenda propia. No se trata de moral, se trata de poder. El barrio siempre tiene dueño. Si la jefatura libertaria no se presenta, la política de siempre se presenta por ella.

La conclusión tiene menos glamour que una entrevista prime time. Milei es un sujeto vivo en desarrollo. Karina también. Uno aprendió a dosificar el grito. La otra aprendió a dosificar el fuego. La pelea con Caputo no es el fin del caputismo. Es su domesticación. La consagración de Oría no es un capricho. Es la señal de que el gobierno quiere relato con administración. Y el ascenso de Pareja no es un accidente. Es la admisión de que las elecciones se ganan con planillas y con manos. Con hashtag y con silla.

El próximo tramo definirá si el oficialismo convierte su ruido en gobierno largo o si vuelve a depender del show. La apuesta de Karina es transparente. Redes para instalar tema. Territorio para consolidar poder. Estado para garantizar que lo dicho ocurra. Si ese triángulo se cierra, habrá 2027 para discutir. Si no, quedará un recuerdo glorioso de likes y guitarras. Y la política argentina no perdona a los que confunden ovación con organización. El remate es simple y cruel. En política, el algoritmo te prende la luz. El timbre te abre la puerta. Y la urna te la cierra si llegás tarde.

 

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