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Cuando hablamos de adolescencia se nos suele venir a la mente la imagen de una etapa vital que transcurre en pandilla y en conexión con iguales. Sin embargo, no siempre es así.
Actualidad20/11/2024Cuando hablamos de adolescencia se nos suele venir a la mente la imagen de una etapa vital que transcurre en pandilla y en conexión con iguales. Sin embargo, no siempre es así. Datos recientes apuntan a que ahora los más jóvenes se sienten más solos incluso que los mayores, que tradicionalmente han sido las principales víctimas de la soledad no deseada. La pirámide, no cabe duda, se ha invertido.
Aunque hay diferencias. En la adolescencia, la experiencia de soledad es mayor por la importancia que las relaciones sociales tienen en la formación de la identidad de la persona. En la adultez tardía, es sobre todo la pérdida del cónyuge, el distanciamiento de la red social de apoyo y la emancipación de los hijos lo que puede provocar que algunas personas se sientan solas sin desearlo.
Lo llamativo es que el estudio internacional HSBC ha sacado a la luz que la sensación de sentirse solo cada vez aparece a edades más tempranas. Concretamente, un 12 % de niñas de 11 años muestra señales significativas de soledad.
Soledad deseada y no deseada
Buscar pasar ratos en soledad es algo que puede sentar bien. El problema surge cuando no se trata de una elección, sino de una imposición. Nos sentimos solos cuando hay discrepancia entre las relaciones sociales que uno tiene y las que desearía tener.
Al tratarse de una sensación subjetiva, estar aislado socialmente no implica necesariamente sentirse solo. Y, al contrario, un adolescente (o una persona de cualquier edad) puede sentirse solo aun teniendo gente a su alrededor.
Nos sentimos solos cuando hay discrepancia entre las relaciones sociales que uno tiene y las que desearía tener
Uno de cada cuatro jóvenes, por ejemplo, afirman sentirse solos, y la mitad lo experimenta desde hace al menos tres años. La cifra podría ser mayor, debido al estigma que todavía supone reconocerse en soledad, sobre todo en adolescentes. De hecho, tres de cada cuatro adolescentes afirman conocer a alguien que se siente solo sin desearlo.
Aunque podría pensarse en la pandemia de la Covid-19 como un momento crítico para este problema, ocho de cada diez adolescentes no creen que la pandemia sea la causa de su soledad.
Factores explicativos
La soledad en la adolescencia está relacionada con diversos factores. Por ejemplo, haber sido víctima de acoso en la infancia puede ser un factor para sentir mayor soledad en la adolescencia. Más de la mitad de los jóvenes que se sienten solos han sufrido acoso escolar durante su vida según el informe del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada, lo que destaca el papel de las experiencias tempranas en la socialización y la relación con los demás. También algunos factores sociales como la pobreza o repetir curso influyen en la probabilidad de sentirse solo.
El papel de las tecnologías
Aunque sea una paradoja, los estudios coinciden en que las personas que más usan internet y redes sociales para relacionarse se sienten más solas que aquellas que las usan con un propósito diferente. La conexión digital no parece ayudar, más bien todo lo contrario.
Uno de los factores que más se relaciona con niveles altos de soledad en la adolescencia es tener menos relaciones sociales de las deseadas pero, sobre todo, que estas relaciones no sean «reales».
Tener exclusivamente relaciones a distancia o en línea multiplica por dos las posibilidades de sentirse solo, lo que parece otorgar a las relaciones presenciales un carácter protector en cuanto a la sensación de sentirse solo.
¿Qué podemos hacer?
Una vez que la soledad en la adolescencia se ha convertido en un tema que está sobre la mesa, tenemos importantes retos por delante. El primero es entender el fenómeno de la soledad a través de los ojos de los propios adolescentes para poder generar modelos explicativos precisos.
Algunos estudios basados en grupos focales inciden en la necesidad de fomentar en los centros educativos y en espacios de ocio oportunidades para el encuentro cara a cara.
El segundo reto es diseñar instrumentos que permitan detectar de manera temprana a aquellos adolescentes que se sienten solos para así poner en marcha intervenciones efectivas cuanto antes para evitar la cronificación del problema.
Por último, es necesaria la sensibilización sobre la soledad en esta etapa. Se necesita la inclusión del tema en la formación de grado y posgrado de los profesionales que trabajan con adolescentes, así como la adopción de medidas a nivel de políticas públicas, como por ejemplo potenciar los espacios de ocio juvenil que faciliten la inclusión y pertenencia social.
Implicaciones para la salud mental.
Se nos presenta un gran reto con implicaciones importantes para la salud mental de los adolescentes. Cuatro de cada diez afirman que su malestar emocional se relaciona con la sensación de sentirse solo. Los síntomas de ansiedad y depresión son además de efecto, causa de la soledad, pues quienes padecen estos síntomas tienden a aislarse, aumentando así su malestar.
Estamos probablemente ante uno de esos casos en que la calidad importa más que la cantidad. Puede que nuestra sociedad hiperconectada precise de conexiones menos numerosas, pero más significativas.
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