Reunión secreta: la Embajada Británica convocó a mandos militares argentinos

El Gobierno de Milei avanza en silencio una trama de vínculos con el Reino Unido y Estados Unidos que apunta a la instalación de una base militar en el sur argentino. Reuniones reservadas, conferencias “académicas” y acuerdos que diluyen la causa Malvinas en nombre de un nuevo alineamiento geopolítico.

Actualidad07/10/2025
NOTA

Milei y Petri impulsan alianza con una potencia ocupante

 

La embajada británica en Buenos Aires no suele convocar militares argentinos a tomar el té. Pero esta vez lo hizo. En silencio, bajo la excusa de un “encuentro de intercambio estratégico”, funcionarios de defensa del Reino Unido enviaron invitaciones personales a altos mandos de las Fuerzas Armadas argentinas. El objetivo formal: “analizar estrategias de combate contemporáneas”.

 

El real: consolidar un alineamiento político-militar que, sin pasar por el Congreso ni el debate público, que reposiciona a la Argentina como aliado subalterno de la OTAN en el Atlántico Sur.

 

La reunión, confirmada por fuentes de Defensa, se mantiene bajo secreto diplomático. Los británicos pidieron nombres concretos: uno por inteligencia, uno por Infantería de Marina, uno por Doctrina y otro por Educación. Cuatro hombres —y ningún registro oficial— para discutir cuestiones militares con una potencia que ocupa parte del territorio argentino desde 1833.

 

La convocatoria ocurre en paralelo a un movimiento complementario: el ministro de Defensa, Luis Petri, organizará en la Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF) una conferencia titulada “Perspectivas y lecciones del conflicto en Ucrania”, con la participación de “expertos” británicos. 

 

El evento, anunciado solo por correo interno, se presenta como “académico”. Pero ni los cadetes ni los docentes desconocen el mensaje entre líneas: una bajada de línea occidental sobre los nuevos paradigmas de guerra híbrida y cooperación OTAN.

 

Petri, ferviente anglófilo, proestadounidense y sionista, es uno de los ministros más observados dentro del propio esquema militar. Su entusiasmo por el vínculo atlántico contrasta con la incomodidad en sectores de las Fuerzas, que ven cómo la causa Malvinas se disuelve entre sonrisas diplomáticas, acuerdos pesqueros y fotos cuidadosamente editadas.

 

Un nuevo frente caliente para Milei

El malestar no es menor. Milei había prometido defender la soberanía “con uñas y dientes”, pero lo que se teje en los despachos diplomáticos va en dirección opuesta. Desde que asumió, la política exterior argentina se alineó automáticamente con Washington y Londres, siguiendo una agenda que prioriza la seguridad en el Atlántico Sur sobre cualquier reclamo histórico. 

 

El periodista podría decir que es ideología, pero esto es más simple: es poder.

En julio, The Economist ya había advertido sobre negociaciones secretas entre Buenos Aires, Londres y Washington para “profundizar la cooperación militar y bloquear la influencia china en el Atlántico Sur”.

 

La ecuación estratégica es clara: Estados Unidos necesita control sobre el Estrecho de Magallanes, puerta entre dos océanos y vía alternativa al Canal de Panamá. Gran Bretaña aporta el músculo de la OTAN desde las Islas Malvinas, convertidas en una base operativa de facto. Y Argentina pone la fachada democrática para legitimar la presencia occidental.

 

Aviones sin radar y bases sin debate

 

El capítulo más explícito de esta alianza disfrazada de modernización fue la compra de los aviones F-16. Petri los presentó como un avance histórico para la defensa nacional. Pero las especificaciones técnicas revelan otra cosa: los caza bombarderos carecerán de radares de largo alcance para ataque aeronaval una condición que los vuelve inofensivos ante las posiciones británicas en el Atlántico Sur.

 

Fue el propio ministro quien aceptó esa “limitación técnica”, argumentando que se trataba de una “decisión estratégica”. Traducido: una concesión política a Londres, avalada por Washington.

 

El acuerdo fue leído como una renuncia implícita a toda capacidad ofensiva sobre Malvinas, la misma causa que el Gobierno jura sostener desde el atril.

Mientras tanto, los rumores sobre la instalación de una base militar en Ushuaia vuelven a circular con fuerza. Según fuentes diplomáticas, sería parte del nuevo esquema de “cooperación atlántica” con Estados Unidos. Petri participa de cada reunión, junto a funcionarios del Tesoro norteamericano y representantes del Comando Sur.

 

El argumento oficial es el de siempre: combatir el narcotráfico, asistir en emergencias y reforzar la seguridad antártica. Pero los antecedentes muestran otra cosa: cada presencia norteamericana implica cesión de autonomía y control territorial.

 

Geopolítica de la entrega

 

En el plano internacional, el alineamiento de Milei con el eje Estados Unidos–Reino Unido se presenta como “modernización occidental”. Pero en los hechos, coloca a la Argentina en un rol de socio menor, sin capacidad de negociación ni resguardo sobre sus recursos estratégicos.

 

La agenda atlántica avanza sobre un tablero sensible: Patagonia, Antártida, minerales críticos, petróleo, agua y pesca. Sectores diplomáticos advierten que este nuevo pacto puede derivar en una militarización del sur argentino, bajo el argumento de proteger las rutas oceánicas del avance chino.

 

El Atlántico Sur se convierte, así, en el escenario donde se juega una partida global que poco tiene que ver con las necesidades locales. Y mientras el Gobierno nacional reduce su discurso a consignas de “libertad” y “mercado”, las decisiones reales se toman en inglés.

 

Milei admira a Margaret Thatcher —la responsable política de la guerra de Malvinas—, y esa admiración ya no es una provocación simbólica: se traduce en política exterior. Petri ejecuta, Francos negocia y la embajada británica coordina.

 

La lógica es la misma que en los años noventa, con un giro posmoderno: menos soberanía, más alineamiento, menos control y más relato.

Mientras los uniformes argentinos escuchan a funcionarios británicos hablar de “cooperación”, el país vuelve a pararse en el mismo abismo de siempre: entre la memoria de Malvinas y un presente que parece dispuesto a entregarlo todo por una foto con los dueños del mundo.

 

Y así, entre radares apagados, té con los ingleses y bases extranjeras que se disfrazan de ayuda humanitaria, el gobierno escribe su propia versión del viejo libreto: la rendición preventiva, pero con marketing libertario.

 

La embajada británica convocó en secreto a militares argentinos para discutir estrategias de combate. Petri organiza conferencias con expertos británicos en la UNDEF. La causa Malvinas, cada vez más arrinconada.

 

Milei siempre se vanagloria de su admiración por Thatcher. 

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