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El economista Sebastián Menescaldi explicó a Noticias Argentinas que el país no tiene reservas ni estructura financiera para dolarizar sin colapsar el sistemaSin ese respaldo, solo quedarían dos opciones: un Plan Bonex o un corralito prolongado.
Actualidad13/10/2025Imposible el Plan Milei
El sueño de Javier Milei de una Argentina dolarizada se estrella, otra vez, contra la realidad de los números. Según estimaciones del economista Sebastián Menescaldi, director de la consultora EcoGo, el país necesitaría 178.600 millones de dólares para reemplazar todos los pesos circulantes, los depósitos a la vista y los plazos fijos del sistema financiero.
Una cifra que no solo es impensable en el contexto actual: equivale a casi tres veces las reservas brutas del Banco Central y a todo el Producto Bruto Interno de Uruguay.
Menescaldi fue claro en declaraciones a Noticias Argentinas: “En el caso de la deuda, el perfil es corto, con lo cual gran parte de los vencimientos llegarían pronto y todos te pedirían los dólares. En el caso de los depósitos, la cuestión pasa por si todos te reclaman los dólares al mismo tiempo”. Traducido: el sistema bancario argentino no tiene forma de sostener una conversión masiva de pesos a dólares sin implosionar.
Una economía atada con papel moneda
El análisis del economista parte de dos problemas centrales: los vencimientos de deuda en pesos y los depósitos bancarios.
El primero implica compromisos inmediatos que obligarían al Tesoro a pagar en moneda dura sin tenerla; el segundo, un riesgo de corrida si los ahorristas decidieran retirar sus fondos en dólares, sabiendo que el respaldo no existe.
“Si se tratara de los pagos de vencimientos, habría que reperfilar la deuda —es decir, extender plazos—. Y si hablamos de los depósitos en pesos, habría que poner algún tipo de cepo o corralito, para evitar el default y el quiebre del sistema financiero”, explicó Menescaldi.
En otras palabras, dolarizar sin dólares es prometer estabilidad con una bomba de tiempo en la mano. El costo financiero de convertir toda la base monetaria y los pasivos remunerados del Banco Central ascendería a 30.000 millones de dólares.
Si se suman los depósitos a la vista y a plazo fijo, el número escala a 122.000 millones, y los bonos en pesos del sector público fuera del sistema financiero sumarían otros 26.600 millones adicionales. En total, 178.600 millones que el país simplemente no tiene.
El espejismo de Ecuador
Pese a las advertencias técnicas, el Gobierno insiste en mantener vivo el mito de la dolarización. El propio ministro de Economía, Luis Caputo, aseguró en una entrevista televisiva: “No estamos en contra de la dolarización. Pero hay que tener los dólares suficientes, y por eso intentamos que cada vez circulen más”.
En Casa Rosada admiten que “no hay nadie que quiera más dolarizar que el Presidente”, pero reconocen que por ahora es imposible. Sin embargo, la retórica libertaria necesita mantener encendida esa llama.
Los asesores más cercanos a Milei apelan al ejemplo de Ecuador, que en el año 2000 adoptó el dólar como moneda oficial tras una crisis hiperinflacionaria y aún sostiene ese esquema. Lo que omiten es el contexto: Ecuador lo hizo con reservas, con apoyo político y con un sistema bancario mucho menos expuesto que el argentino.
Intentar replicar ese modelo hoy sería un salto al vacío. Como explicó Menescaldi: “Una dolarización se podría llevar adelante en un marco de mayor confianza y estabilización, pero no conviene hacerlo en ese momento. Solo ocurre cuando hay una gran crisis y los activos tienen menor valor”.
La interna del poder y la fe del mercado
En el tablero político, la idea de dolarizar divide al propio oficialismo. Caputo se muestra más pragmático: busca sostener el esquema de pesos con alto rendimiento de LECAP y un control fiscal severo.
Pero la línea dura de Milei insiste con que la dolarización es “el horizonte inevitable”. En el fondo, lo que se disputa no es una fórmula monetaria sino el sentido político de la estabilidad: si será por shock, a lo Cavallo, o por administración lenta, a lo Caputo.
El Wall Street Journal analizó la situación con dureza: “Para que las reformas tengan éxito se requiere confianza en el dinero argentino, y eso no sucederá con el peso”.
Sin embargo, la misma publicación advirtió que la dolarización sería inviable sin reservas y con inflación todavía por encima del 30%, señalando que los mercados temen un colapso político antes de 2027. El dato es más político que económico: el Gobierno perdió la confianza del capital y del votante medio al mismo tiempo.
La discusión sobre la dolarización revive, inevitablemente, los fantasmas de 1999 y 2001. En aquel entonces, el intento de sostener la convertibilidad terminó con confiscación de depósitos, fuga de capitales y un colapso político.
Hoy, el escenario es distinto, pero las fragilidades son las mismas: déficit de confianza, deuda corta y sistema financiero en pesos.
“Una dolarización sin respaldo sería un suicidio económico. Para evitar el default y el quiebre bancario habría que imponer un corralito o canjear depósitos por bonos”, advierte Menescaldi. Y la historia enseña que ninguna de esas salidas termina bien.
En la Argentina, las promesas de estabilidad suelen ser parches que se venden como planes. Y como todo parche mal aplicado, cuando se despega, arranca también la piel de la economía real. La dolarización volvió al centro del debate como bandera ideológica, pero los números la desmienten. Sin dólares, sin crédito y con un sistema financiero debilitado, el país no tiene margen para otro experimento monetario.
El gobierno de Milei puede insistir en la épica libertaria, pero los bancos, los ahorristas y el FMI hacen cuentas, no discursos. Si algo enseña la historia argentina es que la estabilidad no se decreta, se construye.
Y que cuando los líderes políticos prometen convertir papel en oro, el resultado suele ser el mismo: los ahorros se evaporan y el relato también. En definitiva, dolarizar sin dólares no es una solución. Es la versión financiera del realismo mágico: una historia fascinante, pero que siempre termina en tragedia.
Cifras del imposible
Dolarizar requeriría 178.600 millones de dólares:
-30.000 millones para base monetaria y pasivos remunerados.
-122.000 millones para depósitos bancarios.
-26.600 millones para bonos en pesos.
Sin ese respaldo, la alternativa sería un Plan Bonex 2.0 o un corralito financiero prolongado.
Riesgos reales
Sin reservas suficientes, una dolarización inmediata implicaría:
-Reperfilar la deuda en pesos.
-Limitar los retiros bancarios.
-O imponer un corralito de largo plazo.
Tres medidas que reavivarían el trauma de 2001, en un país que todavía no lo superó.
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