El plan “comprar pesos” falla: alimenta la compra de dólares

Ni la intervención directa del Tesoro norteamericano ni las promesas de un préstamo repo logran frenar la presión cambiaria. El intento de Scott Bessent y Luis Caputo de calmar al mercado termina incentivando lo contrario: quien puede, se dolariza. El realismo financiero argentino no se frena en el escritorio.

Actualidad17/10/2025
NOTA

El Tesoro de EEUU interviene y la moneda verde sube

 

El experimento norteamericano en la Argentina comenzó a mostrar grietas.
Tras la intervención del Tesoro de Estados Unidos —que vendió dólares a través de un banco privado en el mercado local—, el tipo de cambio volvió a trepar y dejó en evidencia la paradoja central del plan: anunciar que vas a poner dólares es invitar a todos a correr a comprarlos.

 

El “plan comprar pesos”, impulsado por Scott Bessent desde Washington y ejecutado en tándem con Luis Caputo, buscaba sostener la cotización del peso y evitar una devaluación antes de las elecciones legislativas. Pero el mercado argentino, curtido en décadas de crisis, leyó el mensaje al revés. Si Estados Unidos interviene, es porque la cosa está mal. Y si el Tesoro vende dólares, es momento de salir corriendo a buscarlos.

 

Los números lo muestran con crudeza: el dólar oficial subió tres días seguidos y superó los $1400, mientras el MEP y el CCL rozaron los $1500. Ni el desembarco de los supuestos USD 20 mil millones del repo ni la apertura de cuentas del Tesoro en bancos locales alcanzaron para revertir la tendencia.
En criollo: los dólares que llegaron para calmar terminaron fogoneando la corrida.

 

El espejismo del respaldo norteamericano

 

El argumento original era seductor: si Estados Unidos respalda al peso, el mercado se tranquiliza. Pero la economía argentina no es un laboratorio, es una máquina de absorber dólares. Sin controles cambiarios efectivos y con la demanda de cobertura en máximos, cada billete que entra es combustible para la fuga.

 

Caputo y Bessent —dos viejos conocidos de los fondos especulativos— repitieron la receta que aprendieron en Wall Street: estabilizar con liquidez. Lo que olvidaron es que en la Argentina la liquidez nunca se queda quieta.
La reacción fue inmediata: los bancos se cubrieron en futuros, las empresas adelantaron importaciones y los minoristas vaciaron sus pesos. Los dólares del Tesoro terminaron financiando la salida, no la calma.

 

Mientras tanto, el propio presidente del BCRA, Santiago Bausili, admitió en Washington que enfrentan una “situación extrema”.


La sinceridad fue peligrosa: el dólar saltó al instante. En la city todos entienden el código. Cuando el funcionario que maneja la mesa confiesa debilidad, la corrida ya empezó. Los analistas locales estiman que el tipo de cambio real está atrasado y que, gane quien gane, habrá un ajuste tras el 26 de octubre. Las proyecciones más moderadas ubican el dólar en torno a los $1800 para fin de año.


Incluso la renovación de deuda en pesos mostró que el mercado votó con los pies: eligió instrumentos atados al dólar, anticipando el golpe. La “tranquilidad” comprada con dólares prestados tiene fecha de vencimiento.

 

En este contexto, la intervención estadounidense se parece más a un salvataje político que a una estrategia macroeconómica. Trump necesita mostrar que su aliado argentino no se derrumba antes de las elecciones. Pero el efecto boomerang es evidente: la promesa de dólares refuerza la percepción de fragilidad. Cada venta del Tesoro es una confesión de debilidad, no una señal de fortaleza. La Argentina no es un caso de manual, es un caso clínico. 

 

Bessent y Caputo lo saben: vienen del mismo mundo financiero que cree que la confianza se compra. Pero en un país donde cada crisis dejó una memoria colectiva de estafa, ningún dólar prestado puede reemplazar la credibilidad. El “plan comprar pesos” se convirtió en su inverso: una señal para que todos compren dólares.


Y aunque la ayuda de Washington siga llegando, lo que no llega es la fe.
Porque en la economía real —la de los salarios, los alquileres y la comida— la gente ya aprendió la lección más básica del realismo argentino: cada vez que dicen que el dólar está controlado, es hora de ir a buscarlo.

 

En Argentina anunciar que te van a respaldar con dólares no significa tranquilidad. Por el contrario, es abrir la puerta para ir a comprar divisa extranjera para protegerse de un colapso. 

 

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