Macri pidió diálogo para blindar a Milei y manejar el tablero

El expresidente reapareció con un llamado al consenso justo cuando Milei regresó de Estados Unidos con más dudas que certezas sobre su supuesto “rescate” de Trump. Macri intenta ordenar a la tropa liberal y enviar un mensaje de calma a Washington.

Actualidad17/10/2025
NOTA 1

La Casa Blanca mueve todo

 

Mauricio Macri volvió porque el tablero lo pide. Después del viaje de Milei a Washington, de las fotos con Trump y las promesas de un salvataje que nadie logra explicar, el expresidente entendió que era el momento de mostrar que todavía puede ser el garante del orden dentro del caos libertario.


Desde su cuenta en X, convocó al diálogo y habló de “pasar de la estabilidad al crecimiento”, una frase que en clave política traduce: hay que evitar que este gobierno se hunda antes de tiempo, pero también que se consolide sin nosotros.

 

Macri, pragmático hasta el hueso, sabe que el poder no se deja vacío.
Su mensaje no fue inocente: ofreció “acuerdos amplios” y un Presupuesto negociado en el Congreso, justo cuando Milei enfrenta su peor frente interno. 

 

El PRO está desdibujado en las boletas, algunos de sus exdirigentes pintados de violeta libertario, y el oficialismo norteamericano presiona para que haya una fuerza liberal única capaz de sostener el plan económico y evitar otra implosión argentina.

 

En esa jugada, Macri vuelve a ser útil para Washington: es el operador local de confianza, el que puede hablarle a Milei sin que todo vuele por el aire.

 

Un Milei encerrado en su certeza


El manual es claro: contener al libertario, blindar el gobierno, y si se puede, copar el tablero sin que lo note. Milei, por su parte, regresó eufórico.
Mostró el fibrón que, según él, le regaló Trump, y dijo que fue “una reunión inédita e histórica”. En el prime time televisivo, aseguró que “Estados Unidos me apoya a mí” y que “no hay rescate, sino una línea de crédito”.


Nadie le creyó del todo. Ni los mercados, que siguieron nerviosos, ni los propios aliados, que ya miran con recelo el tono mesiánico del Presidente.

Macri tomó nota. 

 

Su “llamado al consenso” fue, en realidad, una maniobra de contención política: si Milei se radicaliza, todo el espacio liberal puede caer con él. Si se modera, el exmandatario puede presentarse como el arquitecto del nuevo orden. En cualquier escenario, gana algo.

 

El expresidente eligió palabras suaves, pero el mensaje fue quirúrgico:
no hay crecimiento sin Congreso, no hay gobernabilidad sin acuerdos.
Dicho en su idioma: no se puede gobernar la Argentina solo con likes. Milei, en cambio, sigue encerrado en su propio relato. Se defiende, se victimiza, y habla de “envidia” y “ataques políticos”.


Sostiene que la inflación baja porque él cree en la libertad, que la pobreza cae porque “el mercado se ordena”. 

 

La realidad, sin embargo, es menos mística: la economía no despega, el humor social se deteriora y la épica libertaria empieza a agotarse. Mientras el Gobierno se aferra al relato de la estabilidad milagrosa, el viejo PRO intenta rearmarse como garante de gobernabilidad. No por altruismo, sino porque el colapso de Milei sería también el suyo. Macri busca posicionarse como el tutor político del experimento libertario, una suerte de interventor civil para que la Casa Blanca pueda dormir tranquila.

 

En los pasillos del Congreso ya se habla de un “nuevo bloque liberal ampliado”.
No se trata de un frente ideológico, sino de un acuerdo de supervivencia.
El objetivo: evitar que Milei, en su soledad discursiva, rompa los pocos puentes que quedan con el establishment financiero. 

 

El expresidente, más que aconsejar, marca territorio. Y mientras el libertario se saca selfies con el fibrón de Trump, Macri dibuja la verdadera línea de sucesión política. La pregunta es si el Presidente se dejará tutelar o si insistirá en su propia fe autárquica. Por ahora, Milei sigue hablando como si bastara con creérsela. Macri, en cambio, sabe que el poder no se cree: se administra, se negocia y se blinda. Y en eso, el ingeniero siempre fue más peronista que libertario.

 

 

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