PBA: fuerte destrucción de empresas y empleos formales

Entre noviembre de 2023 y julio de 2025 la provincia perdió 4.472 empleadores y 88 mil puestos registrados. La construcción y la industria lideran la caída, arrastrando también al trabajo informal. El mercado laboral bonaerense muestra la cara oculta del ajuste.

Actualidad19/10/2025
NOTA

La crisis silenciosa del trabajo

 

En los números del empleo bonaerense hay una historia que no sale en cadena nacional. Mientras el discurso oficial celebra “la eficiencia del mercado”, la provincia más poblada del país perdió en un año y medio casi 4.500 empleadores registrados y 88 mil puestos de trabajo formales. Detrás de esas cifras frías hay talleres cerrados, obradores vacíos y una legión de trabajadores que pasaron del recibo de sueldo a la changa.

Según el relevamiento del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) sobre datos de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo, la cantidad de empleadores bajó de 167.669 a 163.197, un retroceso del 2,7 %. La construcción encabeza la sangría con 755 patrones menos, seguida por la industria manufacturera (-743) y el transporte (-678). En proporción, la construcción perdió casi 10 % de sus empresas. Detrás de cada cierre hay proveedores, familias y oficios que desaparecen.

El empleo formal también retrocedió 2,7 %. Los 3,2 millones de trabajadores registrados de 2023 se redujeron a 3,14 millones a mitad de 2025. La construcción y la industria manufacturera aportan más de la mitad de la caída, con 25 mil puestos menos cada una. El transporte y el almacenamiento suman 18 mil más. No se trata solo de “rotación laboral”: son estructuras productivas que se 

El ajuste fiscal, la recesión inducida por tasas altas y la caída del consumo operan como una pinza. Las empresas chicas —que concentran el 99 % del tejido productivo— son las más golpeadas: explican casi toda la reducción de empleadores. El plan económico logró lo que parecía imposible: al mismo tiempo que bajó el déficit, licuó el salario y expulsó empleadores.

En los barrios industriales del conurbano la postal se repite: galpones cerrados, camiones parados, obreros que sobreviven con changas y monotributos sociales. El Estado se retiró del rol de amortiguador y la economía real empezó a deshilacharse desde abajo.

El dato más inquietante es que la mitad de los puestos perdidos pertenecía a grandes compañías. La recesión no distingue tamaño: erosiona márgenes, posterga inversiones y obliga a suspensiones. Mientras tanto, el empleo informal crece como válvula de escape. Cada puesto registrado que se pierde genera al menos un nuevo trabajador sin aportes, sin obra social y sin horizonte.

Los números del CEPA muestran una economía en contracción estructural: las empresas medianas y chicas son las primeras víctimas del crédito caro y la demanda deprimida. El ajuste monetario seca la plaza y convierte cada emprendimiento en un acto de fe. Detrás del “orden macro” se esconde un país que pierde músculo productivo y capacidad de generar empleo genuino.

El gobierno habla de equilibrio, pero lo que se equilibra es la planilla del déficit a costa del trabajo. La provincia de Buenos Aires, corazón industrial del país, se achica sin ruido mediático: miles de empleadores menos, decenas de miles de trabajadores afuera del sistema.

El modelo que prometía eficiencia terminó construyendo un desierto productivo. Y cuando el empleo de calidad desaparece, el problema ya no es económico: es social, y late en cada esquina donde alguien dice que “algo va a salir”, mientras espera que la economía vuelva a dar trabajo.

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