Milei baja retenciones y lanza bono: busca dólares sin “comprar”

El Ejecutivo redujo los derechos de exportación al agro, lanzó un BONAR 2029N de US$1.000 millones y defendió su decisión de no acumular reservas, pese a las presiones del FMI y los bancos internacionales. El plan combina liquidación rápida del campo, endeudamiento moderado y un dólar pisado

Actualidad09/12/2025
NOTA

EEUU ya el aviso que “compre dólares”

 

El Gobierno movió una pieza clave: redujo las retenciones a la soja, el trigo, el maíz y otros cultivos. No es un gesto ideológico, es ingeniería de supervivencia económica. Con esta baja de entre uno y dos puntos porcentuales en cada complejo exportador, la administración Milei busca lo que en la jerga se llama dólares ya. No dólares ideales ni estructurales, sino dólares inmediatos, líquidos, accesibles sin tocar reservas y sin emitir.

El agro responde cuando el precio relativo mejora, y el Gobierno lo sabe. Por eso la medida se anunció justo antes del tramo más tenso del verano financiero. La hoja de ruta es simple: si el campo liquida más, el Banco Central no necesita comprar dólares, no necesita emitir pesos y el dólar oficial puede permanecer quieto un rato más. Es el triángulo perfecto para un programa que tiene prohibido devaluar por razones políticas y por razones técnicas.

A diferencia del discurso épico, la baja de retenciones no es un shock productivo. Es una muleta fiscal y cambiaria. Se entrega recaudación para comprar tiempo. Lo que el ministro Caputo llama “competitividad” es, en la práctica, un puente para llegar a enero sin saltos bruscos en el tipo de cambio.

La industria aceitera celebró la decisión, pero también marcó el límite: la carga tributaria del complejo sojero sigue entre las más altas del mundo. El Gobierno lo sabe, pero no puede resignar más ingresos sin comprometer el equilibrio fiscal, la única columna a la que Milei le permite ponerle su firma.

En paralelo, Caputo avanza con gobernadores petroleros para replicar el esquema: alivio impositivo a cambio de producción, empleo y continuidad de inversiones. Chubut, Santa Cruz, Neuquén y Río Negro están dentro de conversaciones que combinan retenciones más bajas, regalías revisadas y compromisos de inversión privada. El Estado cede para sostener actividad, no por vocación libertaria sino por necesidad fiscal.

 

Deuda medida, reservas y un FMI que marca la cancha

El segundo movimiento del tablero fue el anuncio del BONAR 2029N, la primera emisión en dólares desde 2018. Caputo quiere US$1.000 millones a una tasa menor al 9 por ciento. El objetivo político es transparente: lograr rollover de los US$4.500 millones que vencen en enero sin tocar reservas y sin pedir más auxilio a Washington. Es endeudamiento quirúrgico, diseñado para cubrir un bache sin abrir otro.

Caputo ofreció una explicación optimista: si Argentina emitiera deuda “más convencional”, el riesgo país sería menor. Es una lectura discutible, pero efectiva para una audiencia financiera que quiere señales de normalidad. El problema es que el sistema financiero internacional tiene otra lectura: sin acumulación de reservas, no hay credibilidad duradera.

El FMI ya lo dijo con su lenguaje técnico: “la meta de reservas es desafiante y se necesitan aportes más ambiciosos”. Traducido: compren dólares o el programa se vuelve inviable. El Fondo envía una misión este mes para evaluar si el Gobierno piensa cumplir o si seguirá defendiendo la idea de que acumular reservas es inflacionario.

Milei fue cristalino en su exposición reciente: comprar dólares obliga a emitir pesos, emitir pesos genera inflación y él no está dispuesto a pagar ese costo político. “Acumular reservas es comprar inflación”, dijo. Esa es la grieta que lo enfrenta al organismo: el FMI exige dólares para blindar el programa, Milei se niega porque sabe que cualquier salto del dólar le perfora el alma a su estrategia desinflacionaria.

Los bancos, desde el Citi hasta JP Morgan, respaldan al Fondo. Morgan fue más explícito: si Argentina no aumenta reservas antes de 2027, el país volverá a un escenario de vulnerabilidad similar a 2023. El banco incluso alertó que el apoyo de Estados Unidos no es ilimitado.

Eso quedó demostrado cuando Scott Bessent canceló su visita a la Argentina luego de que Milei no cortara del todo los lazos con China. El mensaje fue claro: el salvataje de 2025 no convierte a Trump en un cajero automático eterno. El respaldo existe, pero tiene fecha de vencimiento y condiciones implícitas.

El propio Milei, en su intento de conciliar teoría libertaria y práctica presidencial, terminó reconociendo algo que ningún mileísta ortodoxo admite en público: el dólar no es un precio más. Es el precio madre que ordena inflación, salarios, expectativas y política. Por eso mantiene las bandas cambiarias, por eso pisa el tipo de cambio y por eso el Banco Central no acumula dólares aunque toda la literatura ortodoxa lo reclame.

El problema es que mientras Milei explica vectores, convexidades y teorías de equilibrio general, el mercado mira algo mucho más básico: reservas netas. Y el número sigue en rojo.

 

Un equilibrio precario entre el dogma y la supervivencia

La arquitectura económica del Gobierno descansa hoy en tres pilares frágiles: un campo que liquide rápido, un mercado que acepte un bono moderado y un FMI que no pierda la paciencia. En el fondo, el plan libertario original está suspendido. Lo que opera hoy es realpolitik económica pura: dólar pisado, retenciones que bajan para atraer divisas, deuda para cubrir vencimientos y una discusión silenciosa con el Fondo sobre la necesidad de acumular reservas.

El Gobierno sostiene que puede evitar la devaluación mientras mantenga disciplina fiscal y rollover. El FMI sostiene que sin dólares no hay programa viable. El mercado observa que el respaldo estadounidense ya mostró fisuras.

La convivencia de estos tres mundos define la verdadera trama: un país que intenta avanzar con un programa ideológico pero que, en la práctica, depende de la liquidación del agro, de un bono de US$1.000 millones y de que la política internacional no cambie de humor.

En algún punto, la economía argentina funciona como un episodio extendido de House of Cards: todos juegan, pero nadie controla. Y en ese escenario, cada dólar que entra vale más que cualquier teoría.

La baja de retenciones no es una reforma estructural sino un atajo para conseguir divisas sin mover el dólar y sin emitir.

La estrategia oficial depende del agro, del BONAR 2029N y de que Washington no cierre el grifo del respaldo financiero.

 

 

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