“Fausto y lo Femenino Eterno”: una puesta que resignifica el mito con poesía y ruptura escénica

La puesta se presenta todos los sábados a las 20 hs en la Sala Inda Ledesma del Espacio Experimental Leónidas Barletta.

Cultura 02/05/2025
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Por Florencia Belén. 

 

Desde sus orígenes, el teatro ha sido un espacio de exploración profunda, donde las grandes preguntas de la humanidad se enfrentan cara a cara con el espectador. En tiempos donde el exceso de información y la vorágine cotidiana pueden incluso llegar a opacar el pensamiento crítico, ciertas obras aparecen como refugios poéticos y vías de escape a una realidad a veces asfixiante. 

Entre el mito, la filosofía y la metáfora, resurgen propuestas escénicas que no se conforman con narrar una historia, sino que invitan a una vivencia transformadora. Obras que buscan no sólo conmover, sino también interpelar desde lo ético, lo espiritual y lo tangible. 

En esa línea se inscribe “Fausto y lo Femenino Eterno”, una versión escénica del clásico de Goethe con dirección de Juan Manuel Correa y adaptación de Rubén de León, que se presenta todos los sábados a las 20 hs en la Sala Inda Ledesma del Espacio Experimental Leónidas Barletta (Av. Roque Sáenz Peña 943, CABA).

En ese sentido, Grupo Mediatres tuvo la oportunidad de dialogar con uno de los protagonistas de la puesta, Dario Levy, para conocer más detalles sobre la realización de la obra y el concepto detrás de esta puesta que cautiva al público. 

La obra, producida por la Cooperativa El Fausto, propone un recorrido poético y visual por los dilemas existenciales del mítico personaje. Darío Levy junto a Pilar Fridman, Verónica Intile y gran elenco dan vida a esta propuesta teatral que cada sábado ofrece una experiencia única y transformadora para el público. 

El teatro como refugio 

En principio, ¿cómo nace la idea de dar vida a esta adaptación de Fausto y lo Femenino Eterno”?

D.L: En diciembre del 2021 me llamó Juan (n.d.a: el director) para contarme que estaba presentando el proyecto a la Barletta y que me quería proponer ser parte, justamente como Fausto. Pasaron casi cuatro años. Quedaba todavía vivir parte de la pandemia, pasaron obras y otros proyectos en el medio. Pero cuando algo tiene que ser, es. Y aquí estamos estrenando en Buenos Aires. Por momentos lo veíamos muy lejos, porque es una obra muy compleja, con muchos personajes y gran caudal de textos, porque la estábamos haciendo a pulmón, etcétera. Pero por suerte hoy es una linda realidad.

 

¿Cómo fue el proceso de construcción de los personajes y cómo se desarrolla la dinámica de los ensayos?

 

D.L: Antes de poner el cuerpo, tuvimos varios encuentros, donde fuimos leyendo la obra y reflexionando sobre las distintas escenas. Contar con Rubén de León como parte del grupo fue un plus importante, ya que desde su adaptación pudimos desmenuzar e ir a fondo en el significado de muchos textos, la cronología, el suceso de la obra. Fuimos a su vez eliminando y agregando textos. También Juan, el director, nos recomendó unas películas para entender el clima y la densidad. Después pasamos a poner el cuerpo. Y ahí es, transitando los ensayos, donde los personajes se terminan de ir construyendo. Estudiar un texto y probarlo en escena es también ir definiendo la esencia del personaje: cómo se para, cómo dice, a quién le dice, cómo siente.

La verdad es que, al principio, nos costó coincidir todos, cada uno tiene proyectos paralelos, (otras películas o series, clases, cuestiones personales), pero por suerte las funciones en la sala Payró en Mar del Plata, nos focalizaron a hacer coincidir agendas y encontrarnos (aunque fuera en horarios raros y a veces con ensayos parciales) y fueron un motor que agilizó todo.

 

En esa línea, ¿qué decisiones estéticas tomaron para romper llevar adelante esta puesta?

 

D.L: Desde el principio, Juan, el director, tenía muy clara su idea de puesta. Nos comentaba cómo la escenografía iba a ser primordial, y tenía razón. No hay elementos naturalistas, se trata esencialmente de los cuerpos, las luces, las telas y la poesía. Con el talento y la creatividad de Carlos Di Pasquo, la escenografía crea un clima antiguo y posmoderno a la vez. Y permite estar “afuera” o “adentro” en el espacio depende donde la luz ilumina los cortinados pintados de manera singular. Es simple, liviana y potente.

 

Y en este punto, ¿cómo fue el trabajo interdisciplinario entre el equipo artístico (música, iluminación, escenografía, audiovisual)?

 

D.L: Siento que desde todas las áreas se logró mucha conexión con el material. Al principio, fueron solo los cuerpos. Por supuesto, como todo teatro independiente, donde mucho es a pulmón, a veces no es sencillo y no se puede contar con todo de entrada. Algunas cosas hay que esperarlas más porque tienen un costo y hay que ir pudiendo costearlas. Primero fue la música, hermosa, compuesta por José Busso, y recién en Mar del Plata, donde por primera vez cruzamos la dramaturgia con los vestuarios, la escenografía y luces, se terminó de conformar el conjunto. Un conjunto sólido y armónico de todas las áreas.

 

Por otro ldo, ¿por qué creen que “Fausto” sigue teniendo vigencia en el contexto actual?

 

D.L: Porque son temas universales, no atados a ningún tiempo en particular, sino que los textos atraviesan a todos en todas las épocas. Los clásicos tienen esa virtud, de permanecer en el tiempo. El amor y la pasión, la muerte, el poder, la ética, la relación entre el bien y el mal, son temas que siempre preocuparon y preocuparán a la humanidad. Que nos atraviesan a hombres y mujeres de todos los tiempos. Fausto dice en un parlamento, “No hice otra cosa para luego desear y así pasé mi vida”. El deseo como motor activo de nuestras acciones. Temas esencialmente humanos que tienen una vigencia absoluta en todos los lugares y en todos los tiempos.

 

Y en relación a ello, ¿qué tipo de experiencia buscan generar en el público con esta puesta?

 

D.L: Creo que a todos los actores y actrices nos pasará lo mismo. Uno hace una obra para que los espectadores pasen un momento de disfrute, que les guste, los atrape, y sobre todo para que se queden reflexionando, de alguna manera, sobre los temas y ejes que atraviesan la pieza dramática. Creo que con “Fausto y lo femenino eterno” eso sucede sin dudas. Y esa es la mayor satisfacción. Por otro lado, buscamos llegar a un público diverso, heterogéneo. Que en la platea puedan estar disfrutando adultos o adultos mayores que han leído teatro clásico en general o “Fausto” en particular, pero también los que no, jóvenes que quizás suelen ver otro tipo de arte. Una obra emblemática que combina la tragedia, la comedia y la filosofía, tiene mucho para dialogar con todos los públicos.

 

Por último, ¿qué significa para ustedes, como artistas, poner en escena una obra que interpela temas tan profundos y universales?

 

D.L: Muchas veces cuando nos juntábamos en el proceso de ensayos, nos repetíamos que somos afortunados de estar haciendo esta obra. No todos tienen la suerte de llevar a escena una pieza así de emblemática. Ahora que estrenamos reforzamos aun más ese sentir. Estamos haciendo una obra ágil, moderna y provocativa. Sabemos también que es una obra compleja, que nos interpela todo el tiempo y seguramente la compresión total y cabal de lo que siento al hacerla  vendrá más adelante. Primero hay que transitarla. Pero por lo pronto sí, puedo decir que estoy feliz y agradecido.

 

Fuente fotografías: Fausto y lo femenino eterno. 

 

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