Milei quema liquidez y los dueños del dinero gritan: “devaluación”

El gobierno sostiene al dólar a fuerza de tasas imposibles y encajes que secan al sistema financiero. Milei eligió un enemigo incómodo: la usura bancaria que hasta ayer se beneficiaba del carry trade. Tras las elecciones, todos esperan lo mismo: devaluación y salto inflacionario.

Actualidad17/08/2025
NOTA

Desesperación “peluca” por el dólar plachado

 

En la Argentina, donde el dólar es brújula y pesadilla, Javier Milei decidió congelar la cotización hasta pasar las urnas. La receta es conocida: quemar reservas, endurecer tasas y secar de pesos a la plaza. Lo nuevo es el enemigo que eligió para sobrevivir: los bancos, que hasta hace unas semanas vivían del carry trade y ahora sienten la puñalada trapera de los encajes más altos en décadas.

El esquema es claro y brutal. Con la tasa de interés arriba del 70% y refinanciaciones de tarjetas al 210% anual, la economía real quedó paralizada. Empresas que debían financiar capital de trabajo se toparon con un costo de endeudamiento que pasó de 34% a más del 80% en un mes. Comercios que pedían descubierto para pagar sueldos ahora ni lo intentan. Y familias que pagan el mínimo de la tarjeta caen en una rueda usuraria. Mientras tanto, los pesos sobrantes se canalizan a deuda del Tesoro a la fuerza, porque el Banco Central subió los encajes: la plata inmovilizada ahora solo sirve si se convierte en bonos.

En el discurso libertario, esto se llama disciplina monetaria. En la práctica, es un corralito selectivo: los bancos se quejan, los ADR se derrumban en Wall Street y el sistema financiero advierte que está siendo exprimido para sostener un dólar artificialmente quieto.

En la city ya nadie discute si habrá devaluación después de las elecciones, sino cómo y cuándo. El REM del Banco Central anticipa un dólar oficial en $1405 para diciembre, pero las consultoras lo ven en torno a $1500 o más. Y con riesgo a la suba. El mercado lee lo obvio: Milei estira la mecha para coronar septiembre, pero la bomba cambiaria está armada.

La paradoja es que el propio Presidente asumió que si “el mercado es todo el mercado”, entonces el ajuste lo van a decidir los dueños del billete. Es decir, los bancos y fondos que juegan a futuro, los exportadores que retacean liquidación, los grandes tenedores que no van a perder. Milei, que se define anticasta, terminó peleando contra la casta más poderosa: la financiera. Y esa pelea nunca la gana un presidente sin dólares.

Caputo improvisa explicaciones teóricas sobre agregados monetarios y puntos “Anker”, pero la realidad es que la inflación baja por recesión, no por magia. Y que sin reservas, cualquier salto del tipo de cambio se traslada directo a precios. La hipótesis oficial es que, si el Gobierno gana en septiembre y octubre, llegará la “lluvia de inversiones” que apreciará el peso. El riesgo peluca, como lo llaman en la city, es que esa lluvia nunca llegue y que lo único que aparezca sea otro diluvio inflacionario.

 

Provincia, el mercado y la política real

Los mercados también saben contar votos. La elección bonaerense de septiembre es, en los hechos, la verdadera prueba de fuego del plan. Si Milei gana o pierde por poco, la narrativa oficialista sobre “riesgo kuka” se sostiene. Pero si la derrota es clara, el dólar irá al techo de la banda y el Central tendrá que vender lo que no tiene.

En ese cálculo aparece una hipótesis incómoda: ¿y si al mercado no le cayera tan mal la estabilidad de un peronismo triunfante en Buenos Aires? ¿Y si, en un escenario de orden político más clásico, los grandes jugadores prefirieran un gobierno que negocia y garantiza gobernabilidad, aunque sea con un tipo de cambio más alto? Milei juega al todo o nada con su pureza libertaria, pero la política real se define en el conurbano, no en Twitter.

La Argentina sigue siendo un país donde la lapicera la tienen los que controlan el territorio, y donde la plata siempre encuentra su cauce. Si algo saben los bancos y los fondos, es que ellos nunca pierden. Por eso, en las mesas de la city la pregunta no es si habrá salto cambiario después de septiembre: es qué coalición lo va a administrar y quién se queda con la renta del ajuste.

 

El apretón a la banca

La decisión de subir encajes diarios fue el quiebre en la relación entre Milei y los bancos. Lo que hasta ayer era carry trade fácil se convirtió en inmovilización obligatoria y compra forzosa de bonos. “Nos acorralan”, admitió un banquero en privado. En los pasillos del Central hubo bronca y zooms con más de 200 ejecutivos que escucharon la orden: no queremos pesos en la calle.

La usura que Milei decía combatir en campaña ahora choca de frente con su necesidad de secar la economía. Y el resultado es que, mientras el Presidente ataca a la banca, la banca ajusta sus balances, hunde sus acciones afuera y espera el desenlace.

Los ADR argentinos en Nueva York se desplomaron más del 10%. Supervielle, Galicia, BBVA: todos arrastrados por un esquema que luce desesperado. Afuera, el mensaje es claro: el sistema financiero local está jaqueado y el gobierno pelea a la intemperie.

En medio de la tensión, Milei confirmó lo que ya era un secreto en la city: el programa monetario lo escribe él mismo, a mano alzada, según la coyuntura. Caputo y Bausili ejecutan, pero las decisiones salen del vértigo presidencial. La improvisación se paga cara: las medidas cambian semana a semana, los fundamentos teóricos se contradicen y la única constante es que el dólar no puede moverse antes de las elecciones.

La pelea con los bancos es el síntoma de un problema mayor: Milei necesita mostrar que no negocia con nadie, pero la política económica depende de que los mismos de siempre sigan financiando al Tesoro. La libertad de mercado terminó con encajes diarios y bonos obligatorios. La promesa de “cero emisión” quedó enterrada en los boletines del Central. Y la flotación cambiaria es cada vez más administrada.

 

El día después y la trampa de siempre

Los números externos muestran un potencial enorme: exportaciones récord, Vaca Muerta en ascenso, litio y minería con horizonte de 2030. El problema es el puente. Con salarios que suben 2% al mes y refinanciaciones al 210%, nadie llega vivo al futuro prometido. Y lo que se impone en el corto plazo es un salto del tipo de cambio para recomponer reservas.

La historia argentina repite su estribillo: se ajusta, se congela, se aguanta hasta las elecciones. Después, el mercado acomoda la realidad. Y en ese guion, Milei ya decidió que habrá devaluación e inflación después de votar. Lo que no sabe es si la sociedad le dará crédito político para administrar el cimbronazo.

En un país que ya vio demasiados planes volar por el aire, lo único claro es que la música no para: los bancos se quejan, el gobierno se endurece y el dólar espera su momento. Milei eligió llegar a septiembre con el dólar planchado y los bancos contra la pared. Pero la historia económica argentina enseña que los precios no se controlan por decreto ni las corridas se frenan con tweets.

La pregunta no es si habrá devaluación después de las elecciones. La pregunta es quién la va a administrar y quién se quedará con el botín. Porque en la Argentina de Milei, Caputo y los banqueros, los únicos que nunca pierden son los dueños del billete.

El “riesgo peluca” no es una metáfora: es la posibilidad de un salto cambiario con inflación desatada si la lluvia de inversiones nunca llega y el plan libertario queda desnudo.

La verdadera pelea no es entre Milei y la casta, sino entre un gobierno sin dólares y un mercado que nunca pierde.

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