San Isidro: Una nueva casa para sumar más abrigos y sonrisas

La Fundación Juguemos y caminemos juntos suma un nuevo hogar a la niñez judicializada. En San Isidro se abrirá una nueva puerta.

Región 25/07/2025
San Isidro Una nueva casa para sumar más abrigos y sonrisas foto

Responder a las necesidades de niños y niñas judicializadas mientras dura el proceso en el que la justicia decide separar a hijos de sus progenitores, es una labor tan profunda como esperanzadora.

Los motivos de la separación de una familia pueden ser variados, pero en su mayoría el dolor y vulnerabilidad atraviesan a estos menores que son puestos en manos de instituciones para comenzar un camino reparador para su desarrollo y crecimiento.


Juguemos y Caminemos Juntos es una fundación que trabaja hace ocho años en la zona norte del Gran Buenos Aires. Raquel Morales, su fundadora, y el equipo de profesionales que la rodea, tienen como meta principal abrigar, contener y sanar la vida de muchos pequeños.

“Mi historia personal es la que me llevó a comprometerme socialmente”, le contó a este medio la mujer de nacionalidad peruana que vive hace 10 años en el país junto a su familia y llegó aquí para lograr un trasplante de una nena que estaba criando.


En 2018 se formalizó la fundación y para cumplir con tan importante labor, cuentan actualmente con tres casas en dos predios. Una está ubicada en la localidad de Matheu, partido de Escobar y otras dos en Pilar. Entre las dos viviendas y sumado a las familias de tránsito que colaboran con el cuidado permanente de bebés, la fundación alberga actualmente a unos 100 menores de entre 0 y 9 años.


El amor y la voluntad de darles a chicos a los que la vida los pone en situaciones de riesgo, desamparo, abuso o sin la posibilidad de vivir en una familia amorosa que los proteja, es grande; pero para ello se necesitan casas, muebles, cuidadoras, comida, ropa, juegos y una logística que requiere un presupuesto, que no alcanza con el aporte del Estado. 
Poner en funcionamiento las casas y cubrir todas las necesidades que tiene cada niño y niña, en muchos casos es lograble gracias a la colaboración y las donaciones de personas que empatizan con el proyecto. 


“Las casas tienen espacios lindos como el de nuestros hijos propios”, aseguró Morales sobre las viviendas que albergan a los menores. “Están impecables y trabajamos en la excelencia para y por los niños”, detalló.


Hoy, la casita de Matheu “Suceli” está siendo ampliada en la parte de la cocina comedor, mientras que las casitas “De los Sueños” y “Chiriveje” en Pilar renuevan gran parte de su estructura después de un incendio intencional sufrido el año pasado cuando un desconocido ingresó con fines de robo.


Ahora, el desafío de abrir una nueva casa para amparar más corazones tristes y alimentar pancitas y sueños vuelve a poner a la comunidad de Juguemos y Caminemos Juntos en acción para multiplicar el mensaje y el pedido de colaboración, con el fin de poder convertir un gran y bello inmueble vacío en un nuevo espacio donde nada falte y los chicos que ingresen ahí se sientan a salvo y tenidos en cuenta.


Las aperturas de las casitas marcan distintas etapas del camino recorrido por la fundación. Morales expresó esos sentires y detalló las experiencias que se atravesaron con cada una: “La Casita Suceli” fue puro aprendizaje, conocimiento en materia legal, enseñanza, aprender a discernir el dolor, qué mensaje elaborar para los niños, las tareas de mantenimiento, la modalidad de trabajo con el personal, fue mucho trabajo desde cero”. 


Sobre la “Casita de los Sueños” ubicada en Pilar, explicó: “Fue adoptada, fue una casa que se cerraba y fue tomada por la fundación a modo de salvar el espacio que durante muchos años funcionó como hogar municipal.

Le pusimos nuestro espíritu”. En ese mismo espacio está la “Casita Chiriveje”, la de los bebés, que la fundadora contó que fue preparada para cubrir una necesidad expresa del Estado, para que los bebitos no estén en el hospital mucho tiempo después de nacer.


En cuanto a la nueva adquisición en San Isidro, la “Casita de Gracia”, la mujer mencionó: “Llega como un regalo, es parte de un proyecto que tiene el municipio y nos sumamos. En un tiempo formará parte de la Fundación y tanto la arquitecta, una voluntaria maravillosa, como el maestro mayor de obras esperando para entrar y hay mucha gente con donaciones también esperando el momento para entregarlas”.

Sostenedores del puente


Cuando el poder judicial dictamina que estos niños no pueden continuar en sus casas con su familia de origen o no tienen esos progenitores o tutores que deben criarlos, el sistema debe garantizarles la mejor resolución para que sean adoptados por una nueva familia o se solucionen los conflictos que los expulsaron de la que era su vida hasta ese momento.


“Ningún niño debería vivir en un hogar”, sostiene convencida Morales. La realidad es que muchos esperan en hospitales monitoreados por el Servicio Local Municipal como antesala al ingreso a algunas de las instituciones habilitadas para cobijarlos, mientras el proceso judicial se resuelve y eso generalmente dura bastante tiempo, incluso varios años en algunos casos.


Mientras ese periodo transcurre, en la fundación se habla de “cruzar el puente” y allí es donde aparecen personas con un gran corazón y una voluntad enorme basada en la convicción de que la niñez lastimada tiene que tener su “segunda oportunidad”. Se trata de familias de tránsito y familias referentes afectivos de fines de semana, que conforman la red de protección que se comienza a tejer en la fundación ante el ingreso de cada menor. 


Por estos días, hay 45 familias que están criando a bebes en sus casas como parte de este programa que considera que los niños más pequeñitos, de 0 a 6 meses necesitan el calor de hogar y las atenciones vitales que se logran en el seno de una familia con amor y necesidades básicas cubiertas.

Hay familias de tránsito que conviven con los bebés todos los días de manera permanente y hay familias de apoyo de las de tránsito, que comparten esa crianza un par de días a la semana.


Con los niños más grandes, los que viven en las “casitas” se lleva a cabo una experiencia de salida con sus referentes de fines de semana. Los chicos salen los viernes y regresan al hogar los domingos. “Se van felices al terminar la semana, y vuelven felices”, contó Morales.


Estos niños se suman a las rutinas de sus referentes que los esperan para compartir salidas recreativas, un almuerzo familiar, cumpleaños y hasta vacaciones.


Desde el equipo explican que esta rutina trabaja en los menores el apego seguro y los prepara para cuando “terminen de cruzar el puente” y vuelvan a vivir en un ámbito familiar.


La búsqueda permanente de familias de tránsito y de referentes afectivos de fines de semana no cesa nunca, porque se pretende que cada niño tenga esa contención hasta que se termine su proceso judicial.

El valor de conservar la hermandad

Morales comentó sobre la situación de los hermanitos que ingresan a la fundación, que desde un comienzo es central “juntar a los hermanos y su vinculación”. Hay muchos casos de este tipo y si bien, de acuerdo a las edades de los menores no siempre pueden convivir, se activan mecanismos de vinculación para que los niños sigan viéndose y reforzando el lazo afectivo.


Ocurre, por ejemplo, que un bebé vive con una familia y su hermana en una de las “casitas” de la fundación, entonces se pactan encuentros quincenales o mensuales para el fortalecimiento de la hermandad.


El compromiso y su impacto en el futuro de la sociedad 


En lo que lleva activa la fundación, el histórico total de menores que ingresaron es de 246, con una cantidad de egresados total de 147. En la casita para bebés, el cupo es de 9 almas y siempre está completo, ya que cuando ingresan y se logra que los abrigue una familia, otros ocupan esas cunas. 


Con respecto a los niños más grandes, entre 25 y 30 viven en las casitas “De los Sueños” y “Suceli”, cantidad que aumentará cuando el proyecto de la nueva casita “Gracia” finalice.


Cada integrante de la fundación, incluidas las familias que aportan su tiempo, brindan amor y reparan daños de personitas inocentes que no eligieron sus historias, sin duda hacen una contribución positiva y muy necesaria a la sociedad. Como también las familias adoptivas que tienen como misión recibirlos al final del puente y construir con ellos la vida que merecen.

 

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