Pan, trabajo y memoria: la vigilia del pueblo en San Cayetano

Cada 7 de agosto, miles de personas peregrinan al santuario de Liniers para agradecer o pedir por trabajo. Pero la marcha también guarda una historia de resistencia que aún late en las calles: la lucha obrera contra la dictadura, la unidad con la Iglesia de los pobres y el grito de “Paz, Pan y Trabajo” que nunca dejó de resonar.

Actualidad06/08/2025
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Fe popular y lucha obrera

 

En la vereda de la calle Cuzco ya hay carpas, termos compartidos y ollas populares. Es la vigilia de San Cayetano, el santo del pan y el trabajo. Como cada año, miles de personas hacen fila frente al santuario de Liniers para agradecer lo conseguido o pedir por lo que falta. Pero esta no es solo una tradición de fe: también es una herencia de lucha. Y en estos tiempos duros, esa doble identidad —espiritual y combativa— vuelve a encenderse con fuerza.

Bajo el lema “Con San Cayetano, todos hermanos”, la jornada de este 7 de agosto no será solo una ceremonia religiosa. Habrá fuegos artificiales, misas y bendiciones, sí, pero también movilización. Desde temprano, gremios, sindicatos y organizaciones sociales convocan a marchar desde el santuario hasta Plaza de Mayo, sosteniendo una consigna que trasciende generaciones: “Paz, Pan, Tierra, Techo y Trabajo”.

La historia lo confirma. En agosto de 1981, en plena dictadura militar, la Iglesia de los pobres y los sindicatos combativos se unieron en una marcha que desobedecía el miedo. En Quilmes, el obispo Jorge Novak organizó una peregrinación que fue espiada, fotografiada y criminalizada por la DIPPBA. En noviembre, Saúl Ubaldini encabezó la gran movilización a San Cayetano con más de 50.000 personas que, pese al estado de sitio y la represión, se animaron a gritar “Luche y se van”.

Aquellas marchas no eran solo religiosas. Eran actos de coraje frente a un régimen que perseguía, censuraba y mataba. Las ollas populares ya estaban, las banderas de los sindicatos flameaban entre Rosario y Buenos Aires, y el reclamo era claro: que el pan no falte, que el trabajo no se destruya, que el pueblo no se rinda.

Hoy, más de cuarenta años después, la memoria vuelve. La movilización convocada por las dos CTA, la CATT y el Frente Sindical por la Soberanía es también una forma de recordar que el derecho al trabajo digno no es una limosna: es un reclamo histórico que todavía no se saldó.

Desde temprano habrá movimientos. Gente que llega en tren, colectivos que vienen de barrios enteros, madres con hijos a cuestas, jubiladas con estampitas, jóvenes con remeras sindicales. Algunos llegan a pedir por un empleo. Otros vienen a agradecer. Muchos, a marchar por los que ya no pueden. Todos, conscientes de que la fe sin justicia social queda incompleta.

La calle que rodea al santuario no distingue entre creyentes y no creyentes. En la vigilia de San Cayetano hay lugar para todos los que saben que el pan es más que comida: es dignidad. Que el trabajo es más que un salario: es pertenencia, es proyecto. Y que sin comunidad organizada, no hay milagro posible.

La historia de San Cayetano no se escribe solo en estampitas. Se camina, se comparte, se grita con el cuerpo. Y cada 7 de agosto, esa historia se renueva. Con las ollas, con las promesas, con las marchas. Porque mientras haya gente dispuesta a esperar la noche en la vereda por algo más grande que sí misma, la esperanza sigue viva. En San Cayetano, el pueblo no solo reza: también recuerda, se organiza y sueña con volver a ganar el pan entre todos.

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