
En la fiesta de San Cayetano, el arzobispo porteño habló de reconciliación, criticó las políticas que castigan a los más vulnerables y defendió todas las formas de trabajo.
Las industrias creativas concentran talento, pagan salarios por encima del promedio y exportan sin depender de la macroeconomía local. Desde música y cine hasta software, editorial y videojuegos, este sector puede generar miles de empleos calificados para jóvenes y aportar dólares clave para la Argentina.
Actualidad07/08/2025En un país donde hablar de industria suele remitir a chimeneas y contenedores, las industrias creativas llevan dos décadas demostrando que se puede producir riqueza y empleo de alto valor agregado sin mover un solo barco. Música, videojuegos, software, cine, gastronomía, diseño, publicidad y artes escénicas son parte de un mismo ecosistema que tiene una ventaja estratégica: su materia prima es el talento. Y el talento argentino, por historia y por formación, está entre los más reconocidos del mundo.
Este sector paga salarios por encima del promedio, atrae divisas, exporta servicios sin depender de acuerdos comerciales y genera empleo calificado para jóvenes que, de otra manera, verían el futuro a través de la ventana de un aeropuerto. Basta que una canción, una serie o un videojuego hechos en Argentina destaquen en plataformas globales para que se conviertan en exportaciones que llegan a cientos de países, sin aduanas ni contenedores.
Solo en la Ciudad de Buenos Aires, las industrias creativas representan más del 10% del producto bruto local, un peso específico que solo superan comercio, finanzas y construcción. La diferencia es que las creativas no dependen tanto de la macroeconomía: se pueden impulsar con políticas públicas locales que incentiven la producción y atraigan inversiones. Desde beneficios fiscales hasta los “cash rebates” que devuelven parte de lo gastado en rodajes, son herramientas que han convertido a otras ciudades del mundo en imanes de producción cultural.
El impacto no es solo simbólico. Cuando un megaconcierto como Coldplay llena River, no solo gana la productora: los hoteles están completos, los restaurantes multiplican reservas, los taxistas trabajan sin descanso y hasta los vendedores ambulantes ven un público nuevo. Lo mismo pasa con una serie que retrata la ciudad y su identidad: la pantalla se convierte en vidriera para el turismo y en tarjeta de presentación para potenciales inversores.
En un contexto donde el país necesita generar dólares, las industrias creativas tienen algo que pocos sectores ofrecen: independencia relativa de la coyuntura local y un mercado global ávido de contenido. Pero para que ese potencial se materialice, hay que entender dónde está el valor. No todas las producciones generan el mismo impacto económico o cultural, y por eso la política pública debe basarse en datos: qué exporta, qué atrae turismo, qué multiplica empleo.
No fomentar estas industrias es desperdiciar una ventaja competitiva única. Cambiar las reglas de juego, restar apoyo o carecer de una estrategia puede ser tan nocivo como lo sería en el agro o en la energía. La diferencia es que aquí el insumo principal —el talento— no se devalúa con la inflación, pero sí puede emigrar.
Las industrias creativas no son un lujo de épocas de bonanza: son un motor real que puede dar trabajo calificado a miles de jóvenes, generar divisas y proyectar al país en el mundo. Argentina ya tiene la materia prima: la cuestión es decidir si la vamos a cuidar para exportarla, o si la vamos a seguir dejando ir, como tantas veces, en un avión de ida.
En la fiesta de San Cayetano, el arzobispo porteño habló de reconciliación, criticó las políticas que castigan a los más vulnerables y defendió todas las formas de trabajo.
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