Liberan al jefe de “Los Copitos”: quedan solo dos acusados

Nicolás Carrizo salió de prisión después de tres años: la fiscal y la querella no lo acusaron. Fernando Sabag Montiel y Brenda Uliarte quedaron en la mira con pedidos de condenas altísimas. La hipótesis oficial sigue siendo la de “lobos solitarios” precarios, las preguntas del entramado político, bajo llave.

Actualidad21/08/2025
NOTA

Intento de asesinato a CFK

 

El juicio por el intento de asesinato a Cristina Kirchner pegó un volantazo. El que hasta hace poco era señalado como el “jefe” del grupo —Nicolás Carrizo, el de los algodones de azúcar— recuperó la libertad porque ni la fiscal ni la querella lo acusaron en los alegatos. Tres años preso en Marcos Paz y, de repente, “gracias, señor, puede irse”. Casi como un truco de magia judicial que deja a todos con la sensación de que en esta historia alguien se llevó la trama principal a otra parte.

 

La escena ahora queda reducida a dos protagonistas de manual: Fernando Sabag Montiel, el que apretó el gatillo de la Bersa, y Brenda Uliarte, su pareja y cómplice. Para él, la fiscal pidió 19 años de prisión (sumando un antecedente por pornografía infantil); para ella, 14 y medio. Una dupla de marginales, sobreideologizados y con más miserias que estrategia. En el relato judicial, son ellos y nadie más. Como si un magnicidio se planificara en una sobremesa de delivery.

 

La fiscal Gabriela Baigún fue clara: no hay pruebas que permitan hablar de un plan político detrás. Ni financistas, ni inteligencia, ni operadores en las sombras. Todo encuadrado en el modelo “lobos solitarios” que se fanatizan en redes y después actúan por cuenta propia. Una explicación que encaja en la letra fría de la causa, pero que no alcanza a tapar la sensación de que la película tiene cortes y escenas borradas.

 

La querella de Cristina, que podría haber insistido en un hilo político más amplio, esta vez acompañó la línea del fiscal. Nada de conspiraciones, nada de poder real moviendo los hilos. Quizás la estrategia sea asegurar condenas firmes a los dos acusados antes que abrir un melón de ramificaciones imposibles de probar. Quizás, también, sea una manera de dejar que el “fantasma” de un complot siga flotando en el aire, sin que nadie pueda exorcizarlo.

 

En los pasillos de Retiro, la escena recordó a otra, filmada hace más de treinta años por Oliver Stone en JFK. Cuando la policía mostraba a Lee Harvey Oswald como el asesino solitario de Kennedy, él alcanzó a gritar frente a las cámaras: “I’m just a patsy!”. En criollo: “¡Soy sólo un chivo expiatorio!”. La frase quedó inmortalizada como el símbolo de la narrativa oficial que siempre prefiere hablar de lobos solitarios antes que admitir la existencia de un complot.

La comparación no es caprichosa: acá tampoco hubo pruebas para apuntar más arriba de Sabag Montiel y Brenda Uliarte. El fiscal repitió el libreto: dos marginales, precarizados, sobreideologizados, casi grotescos, que actuaron por su cuenta. Chau complot. Y sin embargo, como en la película, quedan interrogantes que no se borran con un fallo: ¿cómo consiguieron las armas?, ¿quién alimentó ese delirio?, ¿qué huecos del poder hicieron posible que llegaran tan cerca de la vicepresidenta?

 

El atentado fallido contra Cristina Kirchner terminará con sentencias y años de cárcel, pero también con un agujero negro en el medio del expediente. El tribunal condenará a dos “lobos solitarios”, mientras el resto de la jauría, si existió, se pierde entre sombras y silencios.

 

 

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