El delirio como política

La política argentina parece haber cruzado el umbral de la psicosis: un presidente que gobierna desde un delirio mesiánico, mientras la vida real se hunde en hambre, salarios evaporados y cuerpos agotados. Espejismo y dolor.

Actualidad22/08/2025
NOTA

Por Daniel Salerno *

 

Freud advertía que la psicosis no es la simple pérdida de la razón, sino la instauración de una nueva realidad. 

 

El sujeto psicótico no se limita a negar lo que ve: construye un universo paralelo donde su verdad es absoluta. En la Argentina de hoy, asistimos a un fenómeno inquietante: la política se rige por esa misma lógica. Un presidente que se presenta como enviado de una misión casi divina, que habla de batallas cósmicas y enemigos invisibles, que confunde la materialidad del hambre con la ilusión de un sacrificio redentor.

 

Heidegger diría que aquí el ser ha sido arrojado a una existencia desfondada, en la que la realidad cotidiana --el trabajo perdido, la mesa vacía, el cuerpo cansado-- queda eclipsada por un relato que no reconoce límites. El pueblo, arrastrado por esta narrativa mesiánica, termina viviendo en un “como si”: como si el sufrimiento actual fuese la antesala de un porvenir luminoso; como si la precariedad fuese prueba de fidelidad a una fe política.

 

Pero la filosofía de Byung-Chul Han nos advierte del peligro: cuando la promesa de futuro se impone sobre la experiencia presente, la vida se degrada en pura explotación emocional. La épica libertaria, con su retórica de sacrificios necesarios, transforma el dolor social en un espectáculo moralizante. El ciudadano deja de ser sujeto para convertirse en mártir de una economía purificada en el altar del mercado.

 

Lo trágico es que mientras el delirio se fortalece en el discurso oficial, la realidad se desangra. Los salarios se evaporan, los jubilados caen en la miseria, las familias se deslizan hacia la angustia. Y sin embargo, la voz que debería escuchar ese clamor parece hablar desde otra dimensión, donde los números de la inflación o de la pobreza son meros detalles irrelevantes frente a la misión histórica autoproclamada.

 

La psicosis, en términos clínicos, implica sustituir el mundo compartido por un mundo privado. En términos políticos, significa gobernar desde un espejismo que empobrece mientras promete redención. La pregunta no es ya qué cree el presidente, sino cuánto tiempo podrá un pueblo soportar esa fractura entre el delirio del líder y la carne sufriente de la realidad.

 

Porque si algo enseña la filosofía, es que toda ilusión tiene un costo: y en este caso, el precio lo paga la vida concreta de millones. 

 

*Psicólogo, especializado en psicoanálisis, pedagogo, divulgador filosófico.

Publicado originalmente en Página/12

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