Tras la paliza en PBA, la oposición se ordena y mueve piezas

Con el envión de Kicillof, Unión por la Patria y Provincias Unidas reactivan puentes y tantean recambios en Diputados y Senado. El Gobierno responde con “mesas” que no cambian nada y se encierra en su interna. Todos miran diciembre: dónde se sentará el poder cuando se levante la mano.

Política 09/09/2025
NOTA

Se mueve el poder legislativo

 

 

El domingo no se terminó con el escrutinio: empezó otra película. La derrota del oficialismo en la provincia de Buenos Aires fue más que un tropezón: reacomodó fuerzas y despertó un reflejo viejo de la política argentina —el que manda, manda porque consigue votos… o consigue votos porque manda—. Mientras el Gobierno se fotografía creando “mesas políticas” que ya existían, la oposición huele oportunidad y hace lo que mejor sabe: contar porotos, cruzar llamados y escribir nombres en la punta de los reglamentos.

 

El dato de base es simple: Axel Kicillof ganó con holgura en el distrito que define clima y caja. Esa foto empoderó a Unión por la Patria (UP) y, sobre todo, a Provincias Unidas (PU), la constelación de gobernadores y bancadas que no se identifican con el kirchnerismo pero tampoco con el mileísmo. Tradúzcalo al idioma del Palacio: árbitros. En ambas cámaras, sin ellos no hay recinto, y sin recinto no hay ley. En diciembre, cuando se renueven mitades y se voten autoridades, esa llave puede abrir o cerrar puertas.

 

Diputados: la silla de Menem ya no es fija

 

El primer objetivo tiene nombre propio: Martín Menem. La presidencia de la Cámara baja se revalida en la primera semana de diciembre y, hoy, el riojano depende menos de los suyos que de los otros. UP no está apurado por darle aire a un oficialismo sin números propios; PU juega su partido: si hay recambio, que lo capitalice un perfil que ordene sin incendiar; si no lo hay, que Milei pague el costo político de sostener a un titular sin mayorías.

 

Cristian Ritondo siempre está a un WhatsApp de la foto, pero arrastra la resistencia del peronismo que no quiere regalarle la lapicera al PRO. Sobre la mesa reapareció un experimento tentador para muchos gobernadores: un presidente de Cámara con raíces federales y oficio parlamentario que no humille a ninguna tribu y permita armar mayorías caso por caso. 

 

El apellido que circula en voz baja tiene años de pasillo y menos Instagram que cualquier influencer de la Rosada: traducción, más gobernabilidad que show.

¿Puede Milei adelantarse y ofrecer él mismo el recambio? Podría. ¿Quiere? Su entorno duro preferiría inmortalizar la foto de resistencia antes que conceder en la puerta del hemiciclo. Problema: no alcanza con épica en X cuando el tablero pide números. Con la mejor de las suertes, el oficialismo araña un interbloque de noventa y pico. El quórum está a 129. La aritmética, como la gravedad, no se discute.

 

Senado: una batalla por la línea sucesoria

 

En la Cámara alta, el partido se juega en dos planos: el simbólico —la presidencia provisional, tercer lugar en la línea de sucesión— y el material —la administración—. Bartolomé Abdala ocupa hoy esa silla, pero el oficialismo preferiría una conducción más dócil a la lógica familiar de la Secretaría General. El nombre que entusiasma a la mesa chica es Patricia Bullrich; el que no entusiasma a casi nadie en la oposición es… Patricia Bullrich. UP no está dispuesto a cederle ese escalón y PU, con ancla cordobesa, toma nota: todo cargo es moneda y toda moneda se negocia.

 

Hay, además, una vacante que delata desorden: la Secretaría Administrativa. Hace meses que la maneja de facto la vicepresidenta con apoyos prestados. UP y PU coinciden en algo pocas veces visto: regularizar y bloquear cualquier intento de control absoluto de la estructura por parte del mileísmo. Si hay un lugar donde la política respira sin que se note, es en esas oficinas sin micrófonos.

 

Mientras tanto, el Gobierno ensaya gestos de “apertura” que suenan a caja vacía. Una “mesa política nacional” integrada por los mismos nombres de siempre, otra “mesa federal” para convocar a gobernadores que ya dijeron que no negocian fotos sin contenido, y una negativa caprichosa a revisar autoridades cuestionadas por causas, audios y tropiezos legislativos. El problema no es semántico: es que la rosca no funciona por streaming. Se construye con confianza, premios y castigos, y un mínimo de previsibilidad. Nada de eso está hoy en oferta.

 

En ese contexto, UP juega a dos bandas. Por un lado, capitaliza la victoria bonaerense y se muestra ordenado detrás de Kicillof cuando se trata de marcarle límites al ajuste. Por el otro, deja migas de pan para PU: no toca fibras identitarias, concede protagonismos regionales, y evita regalarle al Gobierno la foto de un frente antagónico imposible de dialogar. Realpolitik, versión manual: sin romper puentes futuros, mover fichas ahora.

 

PU, por su parte, hace lo que su nombre indica: provincializa la estrategia. Gobernadores que piensan en caja, obra y seguridad antes que en retuits. Si el Gobierno no ofrece un plan, esos votos se alquilan a mejor postor. Si el Gobierno trae una hoja de ruta y baja el tono familiar en la gestión, la negociación vuelve a ser posible. Es simple y brutal: la paciencia provincial dura lo que dura la transferencia y el diálogo. Hoy faltan ambas cosas.

 

El sindicalismo mira y anota. La frase “mesa política” les suena a papel glacé: salarios por detrás de la inflación, paritarias asfixiadas y un rumbo que no derrama. Los movimientos sociales también esperan. Si el ajuste no cede y el Congreso no se abre, el conflicto vuelve a la calle. Nadie quiere incendios, pero todos saben que los incendios se evitan con política, no con conferencias.

La pregunta de fondo es si el oficialismo entiende la lección básica que dejó el domingo: gobernar requiere mayorías circunstanciales, autoridad sin arbitrariedad y un mínimo de humildad para admitir que, cuando te pegan una paliza en la provincia que pesa como un país, no alcanza con tuitear “seguimos”. La oposición lo entendió: se ordena, marca agenda y prepara diciembre como bisagra. El Gobierno todavía discute qué mesa es la más linda para sacarse la foto.

 

La última imagen puede ser cruel, pero es exacta. En los pasillos del Congreso ya se escucha la cuenta regresiva: quién se sienta dónde, quién firma qué, quién abre el micrófono y quién decide el temario. Afuera, los mercados preguntan por señales; adentro, los gobernadores por respeto y recursos. 

 

Si el oficialismo responde con silencio o con la familia, la oposición hará lo que hace la oposición cuando huele sangre: te arma la sesión, te cambia la silla y te deja mirando desde abajo del estrado. Porque en política, como en el truco, podés gritar en la mesa… pero el punto lo gana el que tiene la carta. Y hoy las cartas, guste o no, las empieza a repartir la oposición.

 

 

Diciembre es más que un calendario: es el momento en que se decide quién maneja el mazo en cada cámara y a qué precio abre el recinto.

 

 

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