Tensión en la ex Terrabusi: vacaciones adelantadas y amenazas de suspensiones

Por Rodrigo Lescano

Ninguno de los cientos de operarios que producen las galletitas Oreo y los chocolates Milka sabe qué ocurrirá con su puesto de trabajo el próximo mes. Una reunión a puertas cerradas entre la gerencia, el sindicato de la alimentación (STIA) y la comisión interna, realizada a mediados de octubre, dejó una única certeza: la empresa prepara medidas extremas.

Stella Cabral, operaria y referente de la Bordó —agrupación opositora por izquierda a la conducción de Sergio Escalante en el STIA—, vio cómo la multinacional iniciaba su jugada: “La empresa necesita que 700 operarios se tomen vacaciones entre el 14 y el 20 de diciembre. Los líderes fueron a los sectores con listados de operarios. Ellos se acercaban a los obreros y debían preguntarles si donaban o no esa semana de vacaciones”.

La pregunta venía sin cuidado alguno. “El líder le aclaraba a cada empleado que, si se negaba a donar su semana de vacaciones, informaría a Recursos Humanos y ellos lo iban a estar llamando. Allí debería explicar por qué no podía donar esa semana. Una extorsión de punta a punta”, afirmó Cabral.

El miedo, la angustia y la incertidumbre empezaron a recorrer las líneas que producen las Tita y las Rhodesia. La Bordó, referenciada en Nicolás del Caño y Myriam Bregman, preparó su contraataque. Sus congresales, elegidos por más de 700 votos en la última elección de autoridades gremiales, fueron a la siguiente reunión entre las partes sindicales y empresariales, pero la puerta estaba clausurada para ellos. Su presencia no era bienvenida, lo que dejaba claro que se estaba sellando un secreto al que no debían acceder.

Sin embargo, el misterio fue revelado: “Después de la semana de vacaciones, tienen planeado hacer un parate de producción durante dos semanas, sin dar razones públicamente. La única información que tenemos es la que transmitió la representación gremial —tanto la comisión interna como el sindicato, en este caso la Celeste y Blanca y la Verde, respectivamente—, que nos informó que la empresa había dicho que tenía un problema de ventas, que no estaba vendiendo”, relató la obrera. Unas suspensiones encubiertas, algo que nunca había pasado en esa planta.

Fraccionar

Para Stella, la multinacional no atraviesa ninguna crisis que justifique las decisiones que está impulsando. Remarcó: “Dentro de la fábrica se observa que están poniendo a prueba líneas nuevas. Antes funcionaba la línea Pepitos y, por separado, la línea Lincoln; ahora lograron hacerlas trabajar en simultáneo. También realizaron fuertes inversiones en la línea de Oreo, porque es una producción destinada a la exportación. En chocolates, alfajores y el resto de los productos ocurre algo similar: la gran mayoría se está exportando. Nosotros pudimos acceder a las ganancias que presentan y a los números que muestran a sus inversores. Para 2025, todo va en alza”.

El argumento de la crisis, opinó la operaria, sería la excusa de Mondelez para ensayar la reforma laboral que se discute en las esferas del poder político y económico: “Por un lado, te ajustan y fraccionan tus vacaciones y, por el otro, quieren que estés ‘a disposición’ durante las suspensiones. Si ellos te necesitan, te convocan; si no, seguís en tu casa. Todo sobre la base de que no te hacen firmar nada”.

“Quieren hacer de Mondelez un laboratorio de la reforma laboral para luego aplicarla en el resto de las fábricas. Buscan borrar conquistas y derechos adquiridos, mientras las centrales sindicales y el gremio no hacen nada”, agregó.

Retroceder

Después de enviar telegramas a la empresa —denunciándola por violar leyes sindicales al impedirle participar de esa reunión—, Cabral bajó a las líneas de producción para dialogar con sus compañeros. La indignación se sentía en el ambiente.

Jornadas laborales de lunes a lunes, un aumento de apenas 400 pesos por hora, la imposibilidad de tomar licencias por enfermedad de hijos mayores de 11 años y el abandono de la protección sindical del STIA en la planta porque no votaron al oficialismo fueron el caldo de cultivo de una tensión que latía con fuerza en ese mundo de hornos y máquinas.

“La empresa finalmente tuvo que hacer pública la conversación que estaban teniendo a puertas cerradas. Sí tiraron para atrás, por el momento, el anuncio de parar la producción por dos semanas. Y queda debilitado el intento de obligar a los trabajadores y trabajadoras a que donen esa semana de vacaciones”, expresó la obrera.

Confiar

Al igual que los demás congresales de la Bordó, Stella llevó un listado a la comisión interna con los operarios que no quieren salir de vacaciones el próximo mes, y recibió como respuesta que la empresa “está analizando la situación”. “Las extorsiones no pueden ser toleradas por ningún representante de los trabajadores, ya que esas actitudes favorecen a la empresa y al sindicato que nos quieren tener callados”, reflexionó.

Como el resto de sus compañeros, cree que la comisión interna debe rechazar estas medidas y convocar a asambleas para definir una posición común y combativa que exprese la voluntad de resistencia de los trabajadores. Si el STIA continúa comportándose como vocero de Mondelez, se allana el camino para futuros ataques, una metodología recurrente de esta empresa para forzar arreglos involuntarios y pérdida de derechos.

Ella mira con preocupación la Argentina que viene: “Estamos yendo a un sistema de esclavitud, a disposición de las ganancias de las empresas. Hoy te lo están pidiendo, después te lo van a imponer”. Sin embargo, se niega a aceptar ese futuro. Confía en que los trabajadores van a resistir hasta el final de las consecuencias.