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Javier Milei enfrenta su batalla más silenciosa y peligrosa: el choque entre su hermana Karina y Santiago Caputo, el estratega que juega con fuego entre gobernadores y listas. La pelea de poder real dentro del Gobierno.
Política 11/07/2025Por Luna Barracas
Caputo versus Karina: la guerra en la cima del mileísmo
Javier Milei, presidente de la Nación y autoproclamado libertario revolucionario, lleva meses gobernando con un esquema institucional endeble y una arquitectura de poder personalista que gira, en gran parte, en torno a dos figuras tan distintas como determinantes: su hermana Karina y su asesor más influyente, Santiago Caputo. Ella, guardiana del templo. Él, cerebro del artificio político. Hasta ahora, las tensiones entre ambos eran un secreto a voces. Hoy, ya son una fractura expuesta.
La escena del Hotel Libertador donde se oficializó la alianza entre La Libertad Avanza (LLA) y el PRO fue el primer capítulo explícito de esta novela política que mezcla intrigas de corte, egos en disputa y pulsiones de poder dignas de cualquier tragedia de Shakespeare o una serie de Netflix. Karina Milei, acompañada por Martín Menem, Sebastián Pareja, Diego Santilli, Guillermo Montenegro y Cristian Ritondo, firmó el pacto sin siquiera invitar a Caputo. Ni él ni su séquito de influencers ni sus armadores provinciales estuvieron presentes. Tampoco los cuadros políticos que orbitaban en torno a Patricia Bullrich o Diego Valenzuela.
"Aquellos que no están sentados acá es porque vinieron a pedir cargos. Acá no se negocian sillones, se firma convicción", lanzó Sebastián Pareja, con tono seco y contenido medido, pero dirigido sin rodeos a Santiago Caputo. El mensaje fue más que claro: la lapicera la tiene Karina, y el operador de peaky blinders, con su campera de cuero y sus humos de estratega millennial, quedó fuera de juego en el armado electoral. Al menos por ahora.
La escena podría interpretarse como una venganza. En el terreno menos visible, Caputo habría estado operando con gobernadores para desestabilizar a Karina y a Lule Menem en el Senado. El episodio de la sesión que dio quórum para tratar las leyes que recortan poder a Nación fue leído, puertas adentro, como una jugada doble: permitirle a los gobernadores lograr sus objetivos mientras se entorpecía el avance de proyectos sensibles como el aumento a jubilaciones. En la jerga futbolera, dijeron cerca de Caputo, estaban en "el siga-siga de Lamolina". Patadas en la política y que fluya el juego.
Caputo negó haber jugado a favor de los mandatarios provinciales, pero las gestiones con figuras como Camau Espínola, Beatriz Ávila o Peteco Vischi fueron reales. Esa articulación no fue inocente: Espínola incluso suena como candidato a intendente por Corrientes con apoyo del gobernador radical Gustavo Valdés. ¿Qué hacía entonces Caputo, que no tiene cargo formal, conversando con bloques provinciales en vísperas del cierre de listas? En política, las respuestas obvias suelen ser las correctas.
La interna tiene lógica de realpolitik. En el entorno presidencial saben que, con el Congreso en minoría y sin anclaje territorial, Milei necesita operadores dúctiles para construir mayoría o, al menos, evitar derrotas parlamentarias. Pero Karina no negocia lealtades, y mucho menos con aquellos que se le plantan con agenda propia. Caputo, con sus vínculos transversales, es un hábil articulador, pero también un actor autónomo. Y eso, para la hermana del presidente, es herejía.
Sebastián Pareja, el armador que respeta
En medio del fuego cruzado, hay un nombre que se consolida como el gran armador político de Karina Milei: Sebastián Pareja. Lejos de buscar protagonismo mediático, Pareja teje con paciencia y sin estridencias. Su rol fue decisivo en el pacto con el PRO, particularmente en el conurbano bonaerense, donde las listas libertarias necesitaban volumen territorial y músculo electoral.
La frase que pronunció durante el acto en el Hotel Libertador —"acá no se negocian cargos, se firma convicción"— funcionó como línea doctrinaria, pero también como advertencia interna. No era un mensaje vacío: venía respaldado por una estructura consolidada en el Gran Buenos Aires que, hasta ahora, es de lo poco sólido que tiene LLA por fuera del show presidencial.
En el entorno de Karina destacan que Pareja es uno de los pocos dirigentes que no le falló nunca. No se cortó solo, no operó por afuera, no pretendió premios inmediatos. Su poder es creciente, pero no se exhibe. No arma para él, sino para el “proyecto celestial”, como le gusta decir con ironía a más de un dirigente libertario que ya aprendió a no subestimarlo.
En la interna con Santiago Caputo, Pareja emerge como el contramodelo: menos redes sociales, más punteros de carne y hueso. Menos humo, más territorio. Menos teoría libertaria, más rosca real. Tal vez por eso Karina le confía lo que más cuida: la lapicera.
Esta guerra no tiene final escrito. Milei, hasta ahora, se hace el distraído. Nietzsche escribió que “no hay hechos, solo interpretaciones”, y en esta novela de pasillos oscuros, todos los movimientos son leídos con lupa. El presidente sabe que elegir entre su hermana y su estratega es elegir entre el corazón y el cerebro. Pero la política, como el poder, no perdona eternamente las ambigüedades. La sangre en la familia es espesa, pero la ambición de poder lo es aún más.
Y cuando el poder se concentra tanto, suele estallar. Porque como decía otra vieja máxima política: “si hay dos, uno sobra”.
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