
Con 1.589 insultos publicados en dos años, Javier Milei no solo encabeza el ranking de agresores digitales entre políticos reales: es el principal provocador con cargo institucional.
El periodista estalló contra Sebastián Pareja y defendió a Santiago Caputo, al Gordo Dan y a los tuiteros que quedaron afuera del cierre de listas. Pero en su arenga hay algo más: el fin de una etapa donde las redes mandaban y el principio de una limpieza quirúrgica.
Actualidad25/07/2025Alejandro Fantino no explotó. Se inmoló. Se prendió fuego solo en defensa de los tuiteros libertarios que, según su visión, “pusieron los huevos arriba de la mesa” y fueron dejados afuera del cierre electoral por Karina Milei y Sebastián Pareja. El descargo fue desprolijo, barrial y sentimental. Y, por eso mismo, revelador.
Porque más allá de su desahogo público, lo que Fantino dijo en su editorial furiosa en Neura expone la radiografía exacta de una interna: Caputo y su tropa digital ya están afuera, Karina y Pareja ganaron la lapicera, y lo que se viene es una cirugía sin anestesia. El Mileísmo limpió a los libertarios puros. Y eso, para algunos, duele como traición.
“Sacate de encima a este tipo, Karina. En vos confío”, imploró Fantino, como si todavía no entendiera que la decisión fue de ella. No lo limpió a Pareja: lo empoderó. El armador bonaerense es el elegido por la hermana presidencial para pilotear el aparato territorial, ese que ni los libertarios, ni los tuiteros, ni los streamers tienen. Y ahí está el núcleo del problema.
Fantino, en su rol de portavoz informal del santiagocaputismo emocional, cargó con todo: “Pareja es más casta que Scioli”, “vendehumo pelado”, “rosquero”, “chofer del 60”. Y defendió a los suyos: a los que tuitean, hacen streaming y bancaron a Milei cuando “nadie le abría la puerta”. Lo dijo con nombres: Santiago Caputo, el Gordo Dan, “los muchachos de las redes”.
Pero lo que suena como una arenga libertaria es, en realidad, el funeral de una ilusión: que el gobierno de Milei se construía con el teclado en la mano. El cierre de listas fue claro: el algoritmo no alcanza. El territorio es otro idioma, y Karina Milei lo está hablando con fluidez quirúrgica. Los que no entendieron, afuera.
El que hasta ayer creía que ser parte del búnker digital lo habilitaba para la boleta, hoy mira desde la vereda. Y en esa orfandad se aferran a voces como la de Fantino, que todavía cree que la política se puede organizar desde un stream.
Caputo out, Pareja adentro
La interna es clara: Caputo, cerebro de la campaña, fue desplazado del comando electoral. Bullrich se coló en el Triángulo de Hierro, y Karina cerró las listas con Pareja sin pedir permiso. La “cúpula celestial” no solo perdió influencia: perdió el GPS. Lo que se juega no es un lugar en las listas. Es quién define el mileísmo post Milei.
El corazón simbólico de la disputa es más profundo: ¿el poder real está en X o en los armados municipales? ¿En los likes o en los punteros? ¿En los influencers o en los intendentes sin cargo? El cierre de listas ya respondió: el mileísmo de gestión no es libertario ni tuitero. Es territorial y ultraortodoxo. Y para eso, Caputo estorba.
Fantino, en su show de angustia militante, también desnudó otra cosa: el uso emocional del mileísmo como patria de los heridos. “Yo con Javier y Karina a muerte”, repitió como un mantra. Pero eso no lo vuelve parte. Lo vuelve un creyente. Y los creyentes molestan cuando se vuelven demandantes.
Las frases de Pareja fueron claras: “Quien cuestiona los candidatos del Presidente, cuestiona al Presidente”. Una advertencia sin matices. No hay espacio para la crítica. El que chista, queda afuera. La tabula rasa no es para perdonar traiciones: es para resetear al mileísmo en versión realpolitik.
Y si el Gordo Dan, Caputo, Oria o los tuiteros creen que eso los excluye, tienen razón. No hay lugar para todos. El show terminó. Y Karina ya armó la escenografía nueva. Sin red.
La catarsis de Fantino es más que un berrinche: es el grito desesperado de una generación libertaria que creyó que el gobierno sería un stream eterno. Pero la rosca avanza, con o sin likes. Y cuando la lapicera la tiene Karina, no hay algoritmo que valga. Los tuiteros soñaron con llegar al poder. Hoy, se están despertando. A los gritos. Desde afuera.
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