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Cae su imagen, crece el malhumor social y se frena la esperanza en la economía. La última encuesta muestra que el respaldo a Javier Milei se resquebraja, mientras su modelo de confrontación sin resultados empieza a tener costo real.
Política 31/07/2025La motosierra no alcanza. Tampoco los memes, ni los gritos en cadena nacional, ni los insultos recalentados contra “la casta”. El fenómeno Milei —que durante meses pareció desafiar toda lógica— empieza a dar señales de desgaste. Una encuesta reciente deja en claro que el Presidente sigue punteando en intención de voto para 2025, sí, pero su capital político se licua en tiempo real: la imagen negativa ya supera el 50%, la desaprobación a su gestión crece y la gente empieza a notar lo evidente: los modos sin resultados no alcanzan ni para sostener el relato.
Lo que antes era irreverencia hoy se siente vacío. Lo que antes era épica disruptiva, ahora roza la ineficiencia. Y lo que prometía refundar la política argentina está mostrando su otra cara: la de un modelo sin sensibilidad social, sin resultados económicos concretos, y con una idea de poder que vive más de enemigos que de soluciones.
Motosierra sin pan
Mientras el Gobierno festeja que el dólar flote en la banda alta como si eso garantizara estabilidad, el 59% de los argentinos cree que la situación económica es mala. Pero no mala como en un PowerPoint: mala en la mesa de todos los días, en la changa que no aparece, en el precio del queso rallado que ya ni se mira.
A Milei lo votaron —en parte— porque venía a terminar con los privilegios y el “Estado para pocos”. Pero hasta ahora lo único que logró es licuarle el sueldo al laburante, cortarle los fondos a las provincias que no le gustan, y poner a su hermana a manejar la política con un dedito desde Casa Rosada.
Y si bien su núcleo duro lo sigue bancando, las cifras de aprobación se achican. De a poco, sin gritos, sin trending topic, pero con constancia. Porque el amor dura mientras no falte el plato, y en muchos hogares, ya no hay ni para un tupper con dignidad.
El índice de la bronca
El relevamiento de Latam Pulse pinta un escenario que Milei no puede seguir ignorando: 47,8% desaprueba su gestión, 42,3% califica al Gobierno como malo o muy malo y 52% tiene imagen negativa del Presidente.
¿Y lo más llamativo? Incluso quienes le dan crédito para más adelante, lo hacen con los dientes apretados. Apenas un 46% cree que la economía va a mejorar en seis meses. Un “vamos viendo” que, en criollo, se traduce como: “O arreglás esto o te vas por la misma puerta que entraron los que prometieron el asado y dejaron sopa”.
La soledad de los extremos
En el esquema electoral, La Libertad Avanza sigue liderando. Pero lo hace en un escenario hiperfragmentado donde ni el PRO ni el peronismo terminan de organizarse. El problema para Milei es que ya no enamora, apenas polariza. Y eso, tarde o temprano, deja de ser negocio.
Su alianza con sectores ultras, su distancia con los gobernadores, y su pelea interna con Victoria Villarruel muestran que el problema no es solo afuera, sino también adentro. Porque cuando el poder depende exclusivamente de una narrativa incendiaria, cualquier chispa interna puede quemar todo.
Y mientras tanto, el frente social empieza a moverse: suben los reclamos, crecen los miedos a una nueva ola de robos y asaltos, y más del 30% cree que habrá huelgas masivas en los próximos seis meses. Una bomba de tiempo con mecha corta.
El Milei del “yo o el caos” está empezando a descubrir que sin resultados, el caos se le vuelve propio. Ya no le alcanza con culpar a “la casta”, ni con acusar de zurdo a todo el que lo critique. Porque cuando el supermercado habla, el relato calla. Y cuando la imagen cae, el voto no se retiene con gifs de Conan.
La Argentina es compleja, sí, pero también tiene memoria. Y por más que el Presidente se esfuerce en negar la política, la realidad se le impone. Con encuestas, con números, y con esa vieja verdad que no cambia: gobernar no es gritar más fuerte. Es resolver. Y eso, por ahora, no lo está logrando.
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