Milei lo firmó con sangre: busca 87 héroes o el abismo

Tras el veto a la ley jubilatoria, Javier Milei corre contrarreloj para bloquear los dos tercios en Diputados. Negocia con gobernadores, ofrece cargos, promete obras que no existen y amenaza con judicializar el Congreso. Todo, para sostener un ajuste exigido por el FMI a medida del calendario electoral.

Política 05/08/2025
NOTA 1

El FMI le dio aire a cambio de motosierra

A Javier Milei no le tiembla el pulso para firmar un veto, pero sí se le acelera cuando cuenta bancas. Después del sablazo a la ley de movilidad jubilatoria —esa que intentaba al menos evitar que la mínima fuera una condena a morirse de frío—, el Presidente salió a mendigar respaldos como quien reparte estampitas en una peregrinación libertaria. Busca repetir la “gesta” de los famosos 87 héroes que el año pasado sostuvieron su motosierra. Solo que esta vez, el milagro no es seguro: los números no cierran, los aliados escasean y el costo político del veto podría salirle más caro que el supuesto “gasto” previsional que pretendía evitar.

 

La obsesión por trabar el Congreso

Milei sabe que si la Cámara baja reúne dos tercios, el veto se cae. Y si eso ocurre, la ley jubilatoria que corrigió lo peor del recorte volverá a escena. No solo eso: el Senado podría confirmar la restitución y obligar al Ejecutivo a promulgar la ley. En términos reales, un cachetazo al modelo de ajuste fiscal fundado en la sobre las espaldas de los que menos tienen: la casta de jubilados, niños y laburantes. 

Por eso activó su plan de contingencia. ¿Cuál? Comprar tiempo, como sea. Primero, consiguiendo ese bendito tercio de bancas (86 diputados) que le permita sostener el veto. Segundo, si pierde esa pulseada, judicializando la ley. Así, mientras las personas mayores hacen fila en el PAMI para una pastilla de presión, él hace fila en Comodoro Py para frenar el Congreso. El cinismo es tan institucionalizado como el dogmatismo.

La estrategia es doble: por un lado, seducir gobernadores con promesas de obras, cargos o plata que no existe. Por otro, esperar los cierres de listas provinciales y cosechar heridos que estén dispuestos a inmolarse por la causa libertaria a cambio de una sobrevida política. Milei no negocia, amenaza con Biblia en mano: si no lo votan, los exhibe en redes y los tilda de traidores al modelo. Si lo votan, son patriotas. La épica del látigo digital.

 

El Fondo, el verdadero jefe de Gabinete

A esta altura del partido, conviene decirlo sin vueltas: el principal beneficiario del veto no es Milei, sino el Fondo Monetario Internacional. La motosierra sobre jubilaciones, AUH y subsidios no solo responde a una doctrina ideológica. Es parte del compromiso firmado —y oculto en letra chica— con Washington para conseguir el último salvavidas de u$s 2.000 millones antes de octubre.

Sí, ese desembolso que no responde a ningún milagro económico, sino a un respaldo político de EE.UU. que prefiere a Milei mutilando derechos que a un Congreso recomponiéndolos. El Fondo ya lo dejó escrito: para que la deuda sea “sostenible”, hay que recortar más. Jubilaciones, subsidios, pensiones por discapacidad y hasta la base de beneficiarios de la AUH están en la mira.

Y no es capricho de burócrata: lo dice el propio acuerdo. Hay que aplicar “controles de elegibilidad mejorados” (léase: sacar gente del padrón), subir tarifas durante 30 meses seguidos, y mantener el gasto social anestesiado hasta diciembre de 2026. ¿El truco? Evitar cualquier ley “no financiada”. O sea: cualquier intento del Congreso de corregir la catástrofe previsional, como la que Milei acaba de vetar.

Mientras tanto, el Presidente juega a la ruleta rusa con los más vulnerables. Promete vetar todo lo que huela a gasto social, incluso si eso lo obliga a escalar en una batalla institucional con el Congreso. Y si los números no le dan, ya anunció que irá a la Justicia. Sí, esa misma que juró combatir por “corrupta” y “casta”. Pero cuando se trata de sostener el ajuste, todo vale: hasta pedirle a jueces amigos que congelen leyes votadas por mayoría.

Lo que Milei no dice —pero los mercados sí saben— es que todo este andamiaje es provisorio. El acuerdo con el FMI está pensado como una tregua electoral, no como un plan económico sostenible. La revisión verdadera llegará recién en 2026, y ahí el ajuste que ahora parece brutal será apenas un aperitivo. Si hoy necesita 87 héroes, mañana va a necesitar mártires con blindaje diplomático.

La motosierra no es solo una herramienta fiscal. Es un símbolo político, un mandato geopolítico y una coartada electoral. Pero en su cruzada por impedir que los jubilados cobren un poco más, Milei no se enfrenta a la casta: se convierte en su caricatura más cruel. Si logra sus 87 héroes, no será por convicción sino por extorsión. Y si no, judicializará la democracia como quien pide delivery de república a la carta. Porque cuando el modelo no se banca ni un poco de justicia social, lo que se cae no es la ley: es la farsa.

 

Milei no busca una gobernabilidad parlamentaria, busca una obediencia ciega al veto como única forma de sostener el ajuste que le exige el FMI.

 

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