
El escándalo por los 200 mil dólares de Fred Machado convirtió a José Luis Espert en un candidato tóxico.
El Gobierno de Milei quedó bajo sospecha por tareas de inteligencia política contra opositores. La trama revela cómo opera la SIDE bajo la órbita libertaria, con Santiago Caputo en el centro de un escándalo que expone la fractura del poder real detrás del Presidente.
Política 05/08/2025Espionaje interno, pelea libertaria y clima caliente
El “anticasta” terminó armando su propia SIDE. Y no para combatir al narco o al terrorismo, sino para seguir con lupa a quienes piensan distinto. En pleno año electoral, un informe de inteligencia interna reveló seguimientos a dirigentes como Axel Kicillof, Máximo Kirchner, Sergio Massa, Néstor Grindetti y Facundo Manes. Todo a espaldas de la ley.
Pero lo más jugoso no está en la lista de espiados, sino en las huellas digitales del que habría activado la maquinaria: Santiago Caputo, el asesor sin cargo, sin firma y sin responsabilidad formal, pero con poder de veto real.
Caputo —sobrino segundo de Luis “Toto” Caputo, el ministro de Economía— fue parte del “triángulo de hierro” libertario junto a Karina Milei y el propio Presidente. Desde allí moldeó buena parte del dispositivo comunicacional y político de La Libertad Avanza. Pero el tridente se rompió. La interna con Karina lo marginó de la escena pública, pero no del poder. Hoy, reaparece desde las sombras de la SIDE, con la mandíbula batiente y una red de inteligencia política a medida del miedo oficialista.
El seguimiento como estrategia
La revelación prendió fuego Comodoro Py y el Congreso. En el corazón del informe aparece Facundo Manes, cuya reunión privada con Grindetti fue reportada en un parte de inteligencia. Casualmente, el mismo Manes que denunció hace meses a Santiago Caputo por amenazarlo cara a cara en el Congreso: “Te vamos a tirar el Estado encima”. No fue un exabrupto: fue un anticipo de cómo funciona el ecosistema libertario cuando siente que pierde el control.
Porque ese es el punto: el Gobierno no espía porque le sobre poder, sino porque le falta. Con la elección bonaerense a la vuelta de la esquina y la nacional asomando en octubre, Milei se juega más que bancas: se juega el blindaje. Si pierde, el Congreso puede pasar de freno a boleta. Por eso la SIDE no mira a todos, sino a los que podrían complicarle el plan. Ni un parte filtrado menciona a un solo funcionario libertario. Transparencia selectiva.
La oposición reaccionó como quien huele el humo y sabe que el fuego viene de la cocina. En la provincia, Carlos Bianco adelantó que evalúan una denuncia penal por espionaje ilegal. En el Congreso, los bloques pidieron activar la Bicameral que fiscaliza los organismos de inteligencia. Martín Lousteau, presidente de esa comisión, ya anticipó que va a convocarla. El interrogante es si el oficialismo la bloqueará o si dejará correr el escándalo como quien lanza una bomba de humo para tapar la crisis real: que el poder se le está resquebrajando desde adentro.
Porque no es casual que esta jugada se cocine justo cuando el Gobierno necesita desesperadamente sostener sus vetos en el Congreso. Las operaciones de inteligencia y la rosca legislativa son parte del mismo manual: disciplinar, asustar, romper alianzas. Todo con la estética del outsider, pero con las prácticas más rancias del aparato estatal.
Milei no inventó la SIDE, pero le agregó épica libertaria y saña personalizada. Espiar opositores mientras se recorta en salud, educación y niñez es una forma de gobierno: la del miedo. Y cuando el asesor sin cargo aparece en informes secretos, la democracia entra en zona de silencio. Lo único transparente en esta historia, es la intención.
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