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Tras el escándalo por los audios de coimas en la ANDIS, el dólar rozó su récord histórico, las acciones argentinas se desplomaron y el riesgo país volvió a subir. El Gobierno respondió con más encajes: ¿podrá Milei sostener su programa y, sobre todo, su gobierno?
Actualidad25/08/2025El mercado duda de Milei
Los mercados argentinos no suelen perdonar. Apenas un ruido político atraviesa la agenda, el dólar se recalienta, los bonos se hunden y la plaza local entra en modo pánico.
Lo de este lunes no fue la excepción, pero con un condimento nuevo: el escándalo de corrupción que atraviesa al corazón del oficialismo. Los audios de Diego Spagnuolo —ex titular de la Agencia Nacional de Discapacidad y ex abogado personal de Milei— no solo sacudieron la Casa Rosada, también hicieron saltar las pantallas de la city porteña.
El dólar oficial mayorista subió más de $40 en un solo día y cerró en $1.362, a un paso de su récord nominal histórico. El minorista acompañó con una suba de 2,6% y el paralelo siguió el mismo camino: el blue cerró en $1.365, mientras el MEP y el contado con liquidación superaron los $1.360. Lo llamativo es que ya no hablamos de una brecha con lógica de arbitraje, sino de un movimiento generalizado de desconfianza.
En simultáneo, el S&P Merval se desplomó un 4% en pesos y casi un 6% en dólares. Las acciones argentinas que cotizan en Nueva York llegaron a perder hasta un 10% en un solo día, y los bonos en dólares retrocedieron entre 3 y 4 puntos. El riesgo país volvió a ubicarse por encima de los 800 puntos, su nivel más alto en cuatro meses.
La foto es clara: la economía real se cruzó con la política. Y los inversores, más allá de su simpatía o no con el programa de Milei, empezaron a preguntarse si el gobierno podrá sostenerlo.
Economía seca: más encajes, menos liquidez
Frente al temblor, la respuesta oficial fue técnica pero insuficiente. El Banco Central anunció una nueva suba de encajes bancarios: 3,5 puntos adicionales que las entidades deberán inmovilizar en la autoridad monetaria.
En paralelo, habilitó a que esos encajes puedan integrarse con bonos que el Tesoro colocará en la licitación de esta semana. Una jugada doble: absorber pesos para calmar al dólar y, al mismo tiempo, forzar a los bancos a financiar al Estado.
El problema es que esa ingeniería agrava tensiones. Los bancos ya venían incómodos con la estrategia de Caputo de secar la plaza de liquidez. La caución bursátil a un día llegó a 82%, reflejando un nivel de estrés financiero que pocos recuerdan en un contexto no hiperinflacionario.
Cada vez que el Central mueve encajes, el crédito privado se encarece, la operatoria financiera se vuelve más cara y la presión recae sobre empresas y consumidores.
En otras palabras: el Gobierno intenta ganar aire para el tipo de cambio, pero al precio de asfixiar al sistema financiero y tensar la relación con los bancos. En la city lo dicen sin vueltas: Caputo está corriendo detrás de la curva. Lo que en la teoría suena a control de agregados monetarios, en la práctica es un manotazo para que el dólar no se desboque en plena campaña.
El dilema Milei: sostener el plan o sostener el poder
El programa económico de Milei se apoya en un ancla clara: déficit cero. Es su bandera y su carta de presentación ante el mundo financiero. Pero un plan no vive solo de ecuaciones fiscales, necesita política para sostenerse. Y ahí es donde aparece la fragilidad.
La crisis desatada por los audios de Spagnuolo abrió una grieta en la narrativa libertaria. Lo que hasta hace dos semanas era vendido como pureza anticasta hoy se ve embarrado por denuncias de retornos en la compra de medicamentos. Y en el medio, nombres pesados: Karina Milei, Lule Menem, Pettovello y hasta Sturzenegger.
Los mercados no discuten si Milei tiene razón en recortar gasto o en ajustar el déficit. Lo que discuten es si el Presidente tiene el poder político para sostenerlo cuando la tormenta lo golpea en el núcleo de su mesa chica. Y ahí está el problema: el capital odia la incertidumbre, y la sospecha de que un gobierno puede implosionar antes de lo previsto es peor que cualquier tasa de interés.
En el corto plazo, el Gobierno puede seguir secando pesos, colocando bonos y subiendo encajes. Pero si la crisis política escala y la confianza sigue en caída libre —el índice de la UTDT ya mostró una baja de 13,6% antes del estallido—, ninguna aritmética alcanzará para sostener el plan.
El mercado como espejo de la política
La city no vota, pero vota con la billetera. Y su veredicto de esta semana fue contundente: dolarización de carteras, desplome de acciones, bonos en rojo y un riesgo país que vuelve a encender alarmas. No es ideología, es cálculo.
El mercado no rechaza la motosierra, la aplaude.
Lo que teme es que el show termine antes de tiempo. La pregunta no es si el déficit cero se sostiene en el Excel de Caputo, sino si se sostiene en la arena política con un Presidente que grita contra “los orcos del Congreso” mientras su hermana aparece mencionada en un esquema de coimas.
La lectura realpolitik es clara: cuando los mercados huelen debilidad política, no hay plan económico que alcance. El ajuste fiscal podrá estar en orden, pero si el poder se tambalea, el dólar lo va a mostrar y los bonos lo van a castigar.
El relato libertario construyó un mito: que el plan económico podía sostenerse con técnica y coraje, sin necesidad de consensos.
La realidad lo desarma en cámara lenta: el dólar al borde del récord, bonos en picada, bancos asfixiados por encajes y un riesgo país que sube como termómetro de la política.
En definitiva, el problema de Milei no es si tiene un programa económico. El problema es si tiene gobierno. Y el mercado, sin sentimentalismos, ya empieza a descontar que la debilidad política es tan peligrosa como la inflación.
Cuando la confianza se desploma, la economía lo traduce en segundos: el dólar se recalienta, los bonos caen y los inversores huyen. Ninguna licitación de deuda ni discurso contra “los orcos” alcanza para tapar el ruido de fondo. Porque la corrida, esta vez, no es solo contra el peso. Es contra la fragilidad del poder.
El dólar roza récords, los bonos caen y la confianza se desploma: la fragilidad política ya impacta en la economía real.
Los mercados no cuestionan el déficit cero: dudan de que Milei tenga el poder para sostenerlo.
Más allá de ser vidrieras de galerías, las ferias de arte se convirtieron en plataformas culturales y económicas que revitalizan barrios, generan empleo y proyectan identidades.
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