Suspenden a la jueza Makintach y está cerca de ser destituida

El proceso político-judicial contra Julieta Makintach ya está en marcha: quedó suspendida, con un recorte del 40% de su sueldo, y no podrá renunciar. El caso desnuda la mezcla peligrosa entre tribunales, cámaras y poder.

Actualidad27/08/2025
NOTA 1

Documental en el juicio por la muerte de Maradona

 El nombre de Diego Maradona vuelve a irrumpir en los pasillos de Tribunales, pero no por un gol eterno ni por un recuerdo futbolero: es el fantasma que se cuela en un jury de enjuiciamiento. 

La protagonista ahora no es un jugador ni un médico, sino una jueza: Julieta Makintach, que está a un paso de ser destituida. La acusan de haber permitido la filmación de un documental mientras presidía el debate oral por la muerte del Diez. Una mezcla explosiva: justicia y espectáculo, un cóctel que terminó por dinamitar el proceso.

El jurado de enjuiciamiento de la Provincia de Buenos Aires aceptó las acusaciones y dio luz verde al juicio político. A partir de esa decisión, Makintach quedó suspendida y verá recortado un 40% de su sueldo. El detalle no es menor: como ya hay acusaciones en trámite, la renuncia que había presentado para zafar no podrá ser aceptada. Ahora la jueza está adentro de un proceso que definirá si sigue siendo magistrada o si se convierte en otro nombre caído en desgracia dentro de un sistema que suele proteger más de lo que sanciona.

Makintach llegó a la audiencia con una estrategia defensiva marcada por los gestos desesperados: recusó a Hilda Kogan, presidenta de la Suprema Corte bonaerense; denunció que el cuerpo de jurados estaba incompleto; y hasta intentó correr a sus colegas de responsabilidad. Nada prosperó. Los ocho denunciantes originales —entre ellos el procurador bonaerense, el Colegio de Abogados de San Isidro y hasta el custodio de Maradona condenado por falso testimonio— sostuvieron sus acusaciones. Para ellos, la jueza quebró la imparcialidad del tribunal y permitió un show mediático en el juicio más sensible de los últimos años.

El trasfondo es tan incómodo como simbólico. El juicio por la muerte de Maradona había nacido cargado de expectativas sociales: no era sólo un expediente, era la posibilidad de indagar sobre responsabilidades médicas, sobre la vulnerabilidad de un ídolo popular y sobre los límites del sistema de salud. Pero en vez de respuestas, hubo un documental a medias, entrevistas sospechosas y un debate declarado nulo. Como si al Pelusa, después de tantas traiciones en vida, lo hubieran vuelto a traicionar en la muerte.

La jueza, por su parte, niega todo. Dice que las cámaras eran conocidas por todos, que no hubo secreto ni “guion” detrás del juicio, y que no participó de ningún documental. Argumenta que lo que se construyó contra ella fue un relato mediático, no una prueba jurídica. Sin embargo, la Justicia avanza y en paralelo también se mueve una causa penal en San Isidro, donde fiscales indagan su rol y el de los productores de la fallida película. En el medio, Dalma y Gianinna Maradona decidieron dar pelea judicial contra los responsables de esa filmación clandestina que convirtió las audiencias en una pieza de espectáculo.

El caso Makintach es más que la historia de una jueza en problemas. Es un espejo de lo que pasa cuando la Justicia se cruza con el show y la política mediática. El expediente de Maradona quedó reducido a cenizas, y con él se quemó la posibilidad de que el sistema judicial diera una respuesta clara a un símbolo popular. Lo que queda ahora es un jury que busca disciplinar a una magistrada y un recuerdo agrio: la muerte de Diego terminó atrapada en un guion que nunca debió existir.

En el conurbano se dice que los muertos hablan más fuerte que los vivos. Y Maradona, incluso en su silencio eterno, sigue exponiendo las miserias de un sistema judicial que muchas veces juega para sí mismo. Esta vez, el fútbol no pudo salvar la pelota: la justicia argentina se encargó de patearla afuera.

 

 

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