Milei vuelve a perder: el Senado pulverizó el veto a los ATN

Con 59 votos a favor, apenas 9 en contra y 3 abstenciones, la Cámara alta rechazó de manera abrumadora el veto presidencial a la ley que obliga a girar automáticamente los Aportes del Tesoro Nacional.

Política 19/09/2025
NOTA

El Gobierno contra las cuerdas

 

 

Gobernadores de todos los colores se unieron para defender la caja provincial, mientras un oficialismo fracturado miró desde la tribuna cómo se cocinaba otra paliza legislativa.

 

El jueves en el Senado no fue una sesión más: fue un cachetazo político, un round perdido en cámara lenta. 

 

Con Victoria Villarruel presidiendo con ese rostro gélido que la caracteriza —más de notaria imperturbable que de vice en control de la gobernabilidad—, los senadores decidieron por una mayoría arrolladora rechazar el veto presidencial que Javier Milei había plantado sobre la ley de giros automáticos de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN). Ahora la decisión pasa a Diputados donde nos se espera algo diferente. 

 

El resultado fue brutal: 59 votos a favor de insistir en la norma, apenas 9 en contra y 3 abstenciones. Sobraron los dos tercios, sobraron las caras largas en la bancada libertaria y sobraron también las señales de que la Casa Rosada ya no encuentra ni aliados circunstanciales para sostener sus imposiciones.

 

La escena fue doblemente cruel para Milei: a diferencia de otras batallas donde podía vender épica antisistema, esta vez lo que estaba en juego era plata contante y sonante para las provincias. Y ahí la rosca es transversal. 

 

Peronistas, radicales, provinciales y hasta sectores del PRO se pusieron de acuerdo en que el ajuste eterno tiene un límite: el bolsillo de los gobernadores.

La estrategia presidencial fue tan errática que ni siquiera sus supuestos socios más cercanos pudieron defenderla. 

 

Rogelio Frigerio y Alfredo Cornejo, gobernadores que juegan a dos puntas, prefirieron ordenar abstenciones antes que quedar pegados a un papelón histórico. Y mientras los libertarios gritaban impotentes desde sus bancas, la oposición se regodeaba en los números: el Congreso demostró que Milei puede vetar lo que quiera, pero si los gobernadores se juntan, la Casa Rosada no tiene con qué responder.

 

El Gobierno, entre la soberbia y la impotencia

 

Más temprano, el vocero Manuel Adorni había intentado blindar la derrota con declaraciones grandilocuentes. Acusó al Congreso de “demagogos” y se despachó con equivalencias de primaria: que para sostener los fondos universitarios había que cerrar el Congreso cuatro meses, o subir el IVA al 24% por 45 días. La épica de Excel transformada en amenaza fiscal, un acting que ya ni despierta miedo, apenas muecas de fastidio en la política real.

 

Pero lo central fue otra cosa: el oficialismo ni siquiera intentó negociar. Milei eligió atrincherarse en su veto como si fuera una batalla cultural y lo que tenía enfrente era el corazón del sistema federal. 

 

El resultado: otra paliza, otra vez expuesto como un presidente sin bancada, sin rosca y sin cintura.

 

El contraste quedó claro en los discursos. Radicales como Maximiliano Abad marcaron que no se trata de “candado en la billetera” sino de gestión eficiente. Senadores del peronismo recordaron que las provincias cargan con la salud y la infraestructura que la Nación abandona. Incluso viejos aliados libertarios, como Beatriz Ávila, advirtieron que no se puede gobernar sólo a decretazos y vetos.

 

Lo que en la Casa Rosada leen como conspiración corporativa es, en realidad, política básica: nadie se suicida electoralmente por sostenerle un capricho al Presidente. El federalismo no es una entelequia jurídica; son votos, territorios y cajas que hacen a la supervivencia de cada gobernador y senador. Milei creyó que podía tensar la soga sin costo. 

 

El Congreso le recordó, a fuerza de votación humillante, que la soga también puede cortarse.

 

El tiro en el pie del oficialismo

 

La paradoja es que el propio Milei terminó fortaleciendo a quienes dice combatir. El rechazo al veto no sólo unió a peronistas y radicales, también consolidó a los bloques provinciales como actores centrales. Y Axel Kicillof, gobernador de Buenos Aires, se anotó un triunfo extra: será el principal beneficiario de los giros automáticos.

 

En el cierre, el senador libertario Ezequiel Atauche intentó dramatizar: advirtió que sin los ATN discrecionales, las provincias no tendrán red en emergencias. Pero la ironía fue evidente: el Gobierno defendiendo fondos discrecionales que siempre criticó, mientras el Senado los transformaba en automáticos. 

 

El oficialismo quedó atrapado en su propia trampa discursiva.

 

Lo que sigue ahora es Diputados, pero la foto política ya está tomada. Milei perdió otra vez en el Congreso y lo hizo de la peor manera: con una derrota amplia, transversal y humillante. No hubo épica libertaria, apenas el eco de un presidente cada vez más aislado, con su vice mirando fría desde el estrado y su vocero gritando a un micrófono.

 

La política, esa a la que Milei desprecia, volvió a recordarle que no alcanza con gritar “casta” en un streaming. Los votos, las provincias y la caja pesan más que los likes. Y esta vez, el libertario no solo perdió la votación: perdió el control del relato. 

 

En la Argentina real, la que se juega en los pasillos del Senado y en las gobernaciones, Milei descubrió que la motosierra no sirve para serruchar la silla en la que está sentado.

 

Los ATN son la sangre que irriga las arcas provinciales. Nadie quiere cederlos, mucho menos en tiempos de penuria económica y elecciones a la vuelta de la esquina.

 

 

 

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