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Podría parecer que Milei y Trump representan el mismo fenómeno político: ambos son disruptivos y apelan a un ataque a lo que cada uno llama a su forma el “establishment”. Pero ahí terminan las coincidencias. Incluso, sus intereses reales son contradictorios.
Política 21/03/2024Por Amado Brancatti
El lugar común ya se hizo sabiduría convencional: Milei y Trump son dos conservadores y derechistas que parten del liberalismo como concepción del mundo. Pues bien, esta es una afirmación simplista que deja afuera todas las contradicciones que hay entre ambos y que hacen tambalear tan segura definición.
Milei, por su parte, ha realizado todos los gestos posibles para agradar a Trump; y los imposibles para agradar al lobby pro Israel criollo; Trump también hizo eso en su país. En esto, lateralmente, se parecen. Como en otras definiciones que apelan a cierto conservadurismo en temas morales (más retórica que otra cosa, en el caso de Milei).
Sin embargo, las coincidencias son más bien de forma que de fondo. En economía, no pueden ser más distintos y contradictorios. Mientras Trump defiende la industria nacional, se enorgullece de la inventiva norteamericana y defiende el proteccionismo, Milei amenaza a los empresarios con abrir importaciones, recorta inversiones en ciencia y fomenta un desmesurado libre comercio.
El libertarismo en Milei es deliberado y conscientemente promovido con fanatismo de cruzado. Curioso, buena parte del discurso libertario pide “que no se adoctrine a nuestros hijos” y el presidente es el primer indigesto de ideología. ¿Creen que la sobreideologización es solo del progresismo?
Trump es más pragmático. Ciertamente, tiene sus valores y no los deja de anunciar, y en su primer gobierno se promovieron varias ideas relacionadas con cuestiones morales, por ejemplo. Pero también fue y es un hombre de negocios. Sabe que hay que hablar, sabe que hay que ceder, sabe que no hay que empecinarse solo en las propias ideas. Hizo plata, como pide Milei, siendo un “heroico” empresario; no especulando con las finanzas, los bitcoins o siendo cosplayer, como el staff de leales al presidente argentino.
Ni hablemos de la política internacional. Mientras Trump prefiere defender a los Estados Unidos, incluso enfrentado al “deep state” norteamericano, incentivando a Europa a manejarse por sus propios medios en seguridad o dialogando con rusos y aun con chinos y norcoreanos, Milei prefiere gritar su lealtad a los mismos Estados Unidos sin interpretar la tensión que hacia el seno del establishment del país del norte ha llevado Trump.
Así como Trump se cansa de decir que no pondrá ni un dólar más en Ucrania para sentarse a hablar con Putin, un presidente al que todo el mundo sabe que admira, Milei no para de tirarle dados a los rusos, y acusa a todo el que le disgusta de “comunista”, con una ineptitud propia de amateurs de la política.
Queda claro que el libertarismo en el caso de Milei es un fundamento real de su visión del mundo; y Milei quiere construir un hecho fundacional con los leales a esa idea, las “fuerzas del cielo”.
A Trump lo siguen libertarios, es verdad. Pero en EEUU los libertarios son de otro tipo: no están preocupados por libre comercio; los libertarios yankees quieren que el Estado federal no intervenga en sus cosas, por ejemplo para poder llevar armas en público y eventualmente incluso para salir disfrazados a jugar de milicianos.
Los libertarios de nuestro país también juegan, pero a los juegos en línea. Y la política real no es ni para fanáticos de manga ni para youtubers.
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