Einstein creía que el universo es capaz de conocerse

Einstein, además de ser el autor de la teoría de lla relatividad, para muchos la teorías más elegante en la historia de la física, protagonizó también una fascinante oposición contra algunos de los postulados de la nueva mecánica cuántica.

Actualidad22/08/2024
NOTA

Einstein famosamente dijo que el entrelazamiento cuántico era una especie de "fantasmagórica acción a distancia", aparentemente desestimando uno de los hallazgos  más controvertidos de la física. 

La otra frase por la que Einstein es famoso en este mismo contexto es: "Dios no juega a los dados con el universo", la cual se cita como evidencia de su oposición a la mecánica cuántica. La mecánica cuántica, con su inherente aleatoriedad e indeterminismo, parece chocar con la visión determinista del mundo que tenía Einstein. Sin embargo, un examen más detallado revela que las opiniones de Einstein sobre la mecánica cuántica eran mucho más matizadas de lo que sugiere la narrativa popular.

Einstein no estaba en contra de la mecánica cuántica en sí misma. De hecho, fue fundamental en su desarrollo. En 1905, introdujo la idea de los cuantos—paquetes discretos de energía—que sentaron las bases de la teoría cuántica. También hizo importantes contribuciones a la comprensión de la dualidad de la luz, tanto como partícula como onda. Fue Einstein quien reconoció por primera vez la naturaleza probabilística de los eventos cuánticos, como la emisión de fotones por los átomos, que ocurre de manera aparentemente aleatoria.

El principal problema de Einstein no era con la mecánica cuántica, sino con la interpretación de Copenhague, popularizada por Niels Bohr y Werner Heisenberg. Según esta interpretación, el acto de medición provoca que un sistema cuántico colapse de un estado de potencialidades a un resultado único y definido. Este colapso es indeterminado y ocurre sin un mecanismo claro, lo que lleva a la conclusión de que la aleatoriedad es una característica fundamental de la naturaleza.

Para Einstein, esta noción de colapso de la función de onda y la aleatoriedad que implicaba eran profundamente preocupantes. No le gustaba la idea de que el universo operara de manera fundamentalmente impredecible y que la realidad solo se materializara con la observación. Veía esto como una descripción incompleta de la naturaleza. Einstein argumentó que la mecánica cuántica debía ser una aproximación estadística de una realidad subyacente más profunda, una que fuera completamente determinista.

La incomodidad de Einstein con el indeterminismo cuántico lo llevó a proponer la famosa paradoja Einstein-Podolsky-Rosen (EPR) en 1935. La paradoja EPR tenía la intención de mostrar que la mecánica cuántica era incompleta porque permitía una "acción fantasmagórica a distancia", donde dos partículas influyen instantáneamente en los estados de la otra, sin importar cuán separadas estuvieran. Esto parecía violar el principio de localidad, un pilar de la teoría de la relatividad de Einstein, que establece que la información no puede viajar más rápido que la luz.

La crítica de Einstein a la mecánica cuántica no estaba basada en una aversión mística a la aleatoriedad, sino en una preocupación científica sobre la incompletitud de la teoría. Reconocía la naturaleza probabilística de la mecánica cuántica, pero argumentaba que estas probabilidades indicaban nuestra ignorancia sobre la realidad determinista subyacente. Para Einstein, la tarea de la física era descubrir las leyes fundamentales que gobiernan esta realidad más profunda, no aceptar el indeterminismo como una respuesta final.

La búsqueda de Einstein de una teoría determinista subcuántica refleja su creencia de que el universo es, en última instancia, cognoscible y que la aparente aleatoriedad en la mecánica cuántica es una señal que apunta hacia una comprensión más completa de la realidad. Einstein al final de cuentas se inclinaba a un determinismo con ecos metafísicos de Spinoza, el filósofo que concibió un cosmos perfecto en el que Dios era la naturaleza misma.

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