
Por primera vez, científicos lograron recuperar ARN de un mamut lanudo. No solo su ADN: las moléculas que estaban activas cuando el animal respiraba por última vez. Un hallazgo que reescribe lo posible.


¿Una startup suiza ha desarrollado el primer “bioordenador” del mundo? ¿Una computadora de bajo consumo energético integrada por “minicerebros” humanos o humanoides?
Cultura 21/11/2024
Se han convertido en una ambición tecnológica las dudas de las filosofías de la ciencia y de la mente sobre si es posible “simular” un cerebro con capacidades de procesamiento de información similares a nuestros “ordenadores” lingüísticos, intelectuales y creativos, “nefashot” o vidas capacitadas para verse a través de imágenes metafísicas, poéticas y religiosas.
Reproducir el funcionamiento de un cerebro humano es un tema mucho más pragmático para la ingeniería informática, interesada en alternativas a las inteligencias artificiales vigentes, debido a sus capacidades relativamente limitadas y energéticamente ineficientes.
El enfoque revolucionario que propone la startup suiza FinalSpark es la denominada “computación Wetware”, el uso de “organoides” cerebrales desarrollados en laboratorio para la imbricación de un software, un hardware y dispositivos biológicos. Se trata de una forma de “biología sintética”, disciplina desde la que se diseñan y modifican sistemas naturales para ayudarlos o mejorar sus cualidades. Técnicas “biotecnológicas” como la edición del ADN.
La “bioinformática” parte de abandonar la interpolación de conceptos biológicos en la computación, es decir, los intentos de “reproducir” un cerebro, y cambiar a la premisa inédita de que una tecnología puede emerger trabajando con la vida misma. Ese es el caso de la computación Wetware de FinalSpark y de su recién creado bioprocesador, un computadora basada en organoides de cultivos de tejidos tridimensionales derivados de células madre neuronales.
Esta impresionante obra de neurotecnología desarrollada por sus investigadores se compone de dieciséis organoides cerebrales, alojados en cuatro conjuntos, cada uno conectado a ocho electrodos y a un sistema de microfluidos que suministra agua y nutrientes a sus neuronas vivas, similares en poder de aprendizaje y procesamiento a las neuronas de un cerebro convencional. En palabras de Fred Jordan, CEO y cofundador de FinalSpark:
La convergencia de las inteligencias artificiales, los avances en biología y las tecnologías de células madre han abierto nuevos horizontes en el campo de la biología sintética.
¿Las ciencias aplicadas se han acercado más que nunca a una sinergia completa entre tecnología y biología? ¿Hemos entrado a una nueva era informática, increíblemente compleja, eficiente como nunca antes y con un impacto medioambiental muchísimo menor?
Los investigadores detrás de FinalSpark han conseguido una alternativa interesante a los sistemas convencionales de aprendizaje automático. Una tipo de innovación que también se preocupa por el rendimiento y el ahorro energético. Sin ir muy lejos, la industria de las inteligencias artificiales consume entre el tres y el cuatro por ciento de la electricidad mundial.
Los procesadores con modelos de lenguaje de gran tamaño requieren decenas de gigavatios por hora, lo que equivale a seis mil veces la energía consumida por un ciudadano europeo en un año. En cambio, un cerebro humano promedio, con sus ochenta y seis mil millones de neuronas, utiliza solo una fracción de la energía que consume, 0,3 kilovatios cada hora. Dicho esto, FinalSpark reconoce que su proyecto requiere todavía más maduración experimental.

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