La unidad peronista marcha pero endeble

Aunque el peronismo bonaerense intenta mostrarse unido frente al avance de Javier Milei, emergen fisuras profundas. La crítica de Fernando Gray expone lo que muchos piensan y pocos se atreven a decir: sin autocrítica ni programa, no hay verdadera unidad, apenas un rejunte.

Política 07/07/2025
NOTA

Por Romina Luján (Analista político)

En Merlo se sacaron una foto. En los papeles, se inició el proceso de unidad. Pero en la cocina del peronismo bonaerense, lo que huele no es precisamente consenso. El Congreso partidario fue apenas un movimiento necesario para cumplir con los plazos legales. Detrás del gesto de unidad, las diferencias se multiplican y los pases de factura se hacen cada vez menos sutiles. El problema no es solo la forma: es el fondo.

El armado de un nuevo frente electoral se anunció como el primer paso hacia la reconstrucción del peronismo frente a la amenaza libertaria. Pero lejos de consolidar un espacio con horizonte claro, lo que se vio fue un intento de ordenar lo que sigue siendo una mesa de partes enfrentadas. Axel Kicillof, con gestión y estructura, mantiene una postura firme: validar lo hecho en la provincia y no someterse al armado cerrado de La Cámpora. Del otro lado, los operadores del cristinismo se reagrupan para condicionar las listas desde la lapicera. En el medio, muchos dirigentes locales miden lo que pueden perder si todo sigue igual.

Un frente sin alma no es unidad

La comisión creada para "tejer acuerdos" muestra un equilibrio frágil. No hay sangre azul pura, pero sí intereses cruzados. Nadie quiere ser responsable de la ruptura, pero todos marcan territorio. Máximo Kirchner no fue al Congreso, pero sigue teniendo la llave. Kicillof quiere garantizar que su elección no sea intervenida por el aparato nacional. Massa, aunque con perfil bajo, no suelta su influencia. Y en este escenario, la palabra unidad se desgasta por repetición vacía.

El Peronismo bonaerense parece encolumnarse  en torno a la necesidad urgente de construir una alternativa sólida frente al avance de Milei. Saben que la fragmentación puede ser letal. La consigna que ordena es clara: si no hay unidad, no hay futuro. En ese espíritu trabajan sectores del Gobernador, intendentes con gestión territorial fuerte, y referentes que entienden que aún con diferencias, hay que sostener el frente para no dejar la provincia a merced de la motosierra. No es ingenuidad: es realismo político.

 

Pero esa unidad se enfrenta con reparos legítimos. Fernando Gray, intendente de Esteban Echeverría, fue de los pocos que lo dijo sin filtro: "Esto no es un espacio político ni un proyecto. Es la nada". Su crítica no es oportunista ni marginal. Denuncia algo que resuena en muchas bases: no hay programa, no hay diagnóstico, no hay plan para enfrentar a Milei. Solo hay urgencia por evitar un nuevo fracaso electoral. Y una estructura que, en lugar de escuchar, presiona. Gray no habla desde afuera. Habla desde adentro, con historia, y se planta.

El llamado a la unidad, sin revisión de errores, suena más a necesidad que a convicción. En esa lógica, se suman nombres para no quedar afuera, pero sin creer verdaderamente en el rumbo. Los intendentes que no comulgan con el camporismo callan o se alinean, esperando que el tiempo acomode. Pero también hay quienes ya toman distancia. Un pequeño pero persistente grupo de jefes comunales, como Gray o Zamora, buscan construir otra cosa. Tal vez no lleguen a consolidar un espacio fuerte, pero encarnan una crítica real que interpela.

Mientras tanto, el PRO se entrega a Milei sin letra chica. El Presidente aprovecha para avanzar sobre la provincia con alianzas difusas y gestos de campaña. El peronismo, que debería estar construyendo un relato alternativo y un plan claro para defender a los sectores que el ajuste deja afuera, sigue atrapado en discusiones de reparto. En esa trampa, se pierde lo esencial: proponer futuro.

La situación social se agrava. La bronca no se convierte sola en votos. Hace falta un proyecto que le devuelva sentido a la palabra peronismo. Esa palabra que está más golpeada por la obsecuencia interna que por los ataques de Milei. El silencio ante las injusticias, la sobreactuación de la lealtad, la lapicera que cierra sin abrir debates, todo eso vacía lo que alguna vez fue movimiento.

No se trata solo de ganar. Se trata de saber para qué se quiere ganar. La unidad, sin alma, no enamora ni convoca. Y el peronismo, si quiere volver a ser mayoría, tiene que dejar de actuar como minúsculo en guerra de egos. Tiene que leer lo que dice la sociedad y asumir que las estructuras ya no alcanzan. Tiene que volver a ser idea, destino, proyecto.

Quizás no esté todo perdido. Pero si la lapicera sigue firmando listas que no representan a nadie, puede que esta vez la derrota no venga del otro lado. Puede que sea autoinfligida. Y no habrá narrativa que la salve.

 

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