FMI, dólar y farsa: oxígeno hasta octubre

El Gobierno de Javier Milei espera un nuevo desembolso del Fondo Monetario para sostener el dólar planchado y contener la ilusión de estabilidad. La revisión técnica avanza y todo indica que habrá ayuda hasta las elecciones.

Política 25/07/2025
NOTA

La economía real no se aguanta con discurso ni con planillas maquilladas. Hace falta plata. Y lo que está en juego con la revisión del FMI no es otra cosa que eso: una nueva inyección de dólares que le permita al Gobierno sostener su estrategia de contención cambiaria y evitar que la ficción de estabilidad se derrumbe antes de octubre.

 

Julie Kozack, vocera del organismo, fue prudente pero clara: las negociaciones están “muy avanzadas” y el Staff Level Agreement podría firmarse “en breve”. No lo dijo, pero lo sugirió: el Fondo está dispuesto a concederle al equipo de Luis Caputo un nuevo desembolso de 2.000 millones de dólares, aun cuando las metas de reservas no se hayan cumplido del todo.

 

Y es que, más allá de los tecnicismos, lo que importa es el contexto político. 

 

El FMI no quiere una crisis argentina en plena tormenta global. Y el Gobierno necesita urgente esa “platita fresca” para mantener bajo control el tipo de cambio oficial, evitar otro cimbronazo inflacionario y mostrar que su programa de ajuste tiene algún respaldo internacional.

 

El dólar libre se contiene con operaciones puntuales, el oficial se sostiene con cepo y deuda en yuanes, y las reservas siguen en niveles críticos. No hay milagro económico: hay ingeniería financiera. Y en esa ingeniería, el FMI es socio, no auditor.

 

La narrativa oficial habla de “desinflación” y de “retorno a los mercados”, pero en la calle no se percibe nada de eso. Los salarios siguen corriendo detrás de los precios, el consumo se desploma y la economía real se enfría a pasos agigantados. El dólar barato, sostenido por intervención indirecta, funciona como ancla nominal… pero también como tapón para la producción.

 

El Gobierno juega a que hay estabilidad. Pero sabe que sin ese próximo desembolso del Fondo, la ilusión se termina. Porque lo que vence el 1° de agosto no es sólo un pago de 650 millones, es el relato de que “no hay Plan Platita”. Porque lo hay, solo que no se reparte en jubilaciones ni en sueldos, sino en contratos de Leliqs, dólar financiero subsidiado y deuda eterna con aroma de default contenido.

 

¿Puede el Fondo cerrar los ojos ante el incumplimiento de las metas de reservas? Claro que sí. Lo ha hecho antes y lo hará ahora. Porque el acuerdo actual no es técnico, es político. Se trata de sostener a un gobierno que eligió el camino del shock, la represión del consumo y la concentración del ingreso como forma de ordenar el caos.

 

No hay ajuste prolijo sin dólares. No hay gobernabilidad sin relato. Y no hay relato que aguante si el dólar se desmadra antes de votar. Por eso, el FMI mira, espera y acompaña. 

 

Porque sabe que está en juego más que un desembolso: está en juego un modelo que quiere disciplinar a la Argentina para siempre.

 

La pregunta es hasta cuándo se puede estirar la cuerda. Porque si los dólares entran, pero no se usan para producir ni para generar empleo, tarde o temprano el rebote llega. 

 

Y cuando llegue, será en forma de crisis social.

 

El nuevo acuerdo con el FMI no es un certificado de salud, es un respirador artificial. El gobierno de Milei necesita dólares no para crecer, sino para simular que no se cae. Y el Fondo, fiel a su historia, está dispuesto a acompañar mientras se cumpla la máxima: ordenar primero las cuentas… aunque el costo lo pague el pueblo.

 

Todo indica que el Staff Level Agreement se firmará. Pero lo que se firma no es solo un documento: es el aval a una economía anestesiada, que posterga decisiones estructurales y sostiene una ficción de estabilidad con deuda y silencio. Y eso, en la Argentina, ya sabemos cómo termina.

 

 

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