El costo real de una cucarda con la Sociedad Rural

La baja de retenciones anunciada por Javier Milei en La Rural representa una transferencia millonaria al agro concentrado, financiada con recorte social y riesgo cambiario.

Política 29/07/2025
NOTA

El “alivio” fiscal, más simbólico que productivo, es funcional al marketing libertario, pero amenaza el ancla del modelo y vacía las arcas públicas.

 

Cuando el presidente Javier Milei anunció la baja “permanente” de retenciones en la Exposición Rural de Palermo, se aseguró una ovación. Cumplía con un viejo anhelo de la elite agroexportadora, esa misma que lo apoyó desde la campaña. Pero detrás de la cucarda que se colgó con entusiasmo libertario, hay una realidad económica que ni el campo celebra del todo, ni las cuentas fiscales soportan sin consecuencias.

El recorte en derechos de exportación representa una pérdida de ingresos para el Estado de al menos 0,2% del PBI. Puede sonar poco, pero no lo es: equivale a dos tercios del superávit financiero que el Gobierno esgrime como emblema. En paralelo, el beneficio para los productores —sobre todo para los más chicos— es marginal. Los grandes exportadores concentran la ganancia, mientras que el productor a campo abierto sigue peleando contra la sequía, los costos y el atraso estructural.

El campo que aplaude no es el que produce

La puesta en escena rural fue eficaz. Milei habló de libertad, de fin del saqueo al agro, de una Argentina que se encamina a la prosperidad por la vía de los incentivos. Sin embargo, en los pueblos del interior profundo, donde se palpa la tierra, la ecuación no cierra. Porque esa baja de retenciones no mejora caminos rurales, no soluciona la falta de financiamiento, ni trae lluvias. La plata se va, otra vez, a los mismos de siempre.

En concreto, la soja bajó del 33% al 26% de retenciones, sus derivados del 31% al 24,5%, y otros productos como el maíz, el sorgo, el girasol y las carnes también vieron reducciones. El Gobierno promete que las alícuotas no volverán a subir, mientras exhibe la medida como prueba de coherencia ideológica. Pero esa coherencia, en términos fiscales, es un lujo que se paga caro.

Porque la Argentina no está en condiciones de resignar ingresos sin consecuencias. Menos aún cuando los recursos son utilizados para mantener el tipo de cambio “estable”, un dólar oficial artificialmente barato que se sostiene solo con superávit y represión del gasto. Este alivio tributario al agro amenaza con erosionar justamente ese ancla: sin ingreso genuino y con la recaudación cayendo, el margen de maniobra se achica.

Una transferencia regresiva, con marketing libertario

Desde el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA), incluso quienes reconocen el impacto distorsivo de las retenciones, alertan que este tipo de medidas requieren un enfoque integral. No sirve aliviar un tributo nacional si a cambio se deja intacta la maraña de Ingresos Brutos, tasas y sellos que exprimen al eslabón más débil de la cadena: el productor primario.

En efecto, los impuestos más nocivos para la competitividad (retenciones, cheques, ingresos brutos, sellos y tasas locales) representan el 7,4% del PBI. Pero en lugar de una estrategia articulada para desmontar esa presión, se optó por dar una señal ideológica que —aunque real— es parcial, costosa y fiscalmente frágil. No se trata de una reforma estructural, sino de una concesión política con narrativa épica.

Los más eufóricos celebran que esta vez el alivio no es transitorio. Que no hay bonos ni parches. Que la decisión es definitiva. Pero esa “valentía” fiscal tiene una contracara: sin una coparticipación acordada, sin reemplazo de ingresos, sin planificación fiscal compartida con las provincias, el riesgo es que la Nación quede más debilitada y sin herramientas para sostener el delicado equilibrio macroeconómico.

Ajuste abajo, rentabilidad arriba

Mientras se baja la recaudación por exportaciones, el Gobierno continúa con su plan de ajuste. Jubilaciones que no se actualizan, salarios públicos por debajo de la inflación, transferencias sociales en caída y hospitales con presupuesto congelado. El propio gremio estatal ATE calculó que el monto resignado por el Estado con esta medida equivale a siete años de financiamiento del Hospital Garrahan.

El contraste es obsceno. El ahorro para un puñado de grandes grupos económicos implica recortes para millones. La ideología libertaria celebra la eficiencia y la libertad, pero aplica una doble vara: libera arriba, recorta abajo. Y esa ecuación no solo es injusta, también es ineficaz. Porque cuando el Estado se achica hasta volverse incapaz, el crecimiento se vuelve espejismo.

La baja de retenciones es mucho más que un gesto a la tribuna rural. Es una señal de modelo. Un modelo donde se apuesta por los sectores concentrados, aunque la cuenta no cierre. Un modelo donde la sustentabilidad fiscal se logra ajustando a los que menos tienen, mientras se renuncia a ingresos vitales. Un modelo donde se siembra ideología y se cosechan desequilibrios.

 

Puede que Milei haya ganado una ovación en La Rural. Pero en la economía real, donde se vende la leche, se cosechan los girasoles y se pagan los remedios, la alegría dura poco. Y el precio, como siempre, lo termina pagando la comunidad.

Milei también le paga con cargos a La Rural

La fidelidad se premia. Y Javier Milei no se quedó solo en los discursos ni en las rebajas millonarias de retenciones para los grandes agroexportadores. También abrió las puertas del Estado para que la Sociedad Rural tenga silla propia en el esquema comunicacional del Gobierno. Carlos Curci, vocero de la SRA y mano derecha del presidente Nicolás Pino, fue designado como nuevo interventor en el área de medios públicos tras la salida de Eduardo González. No es casual: Curci fue el operador comunicacional del acto en La Rural donde Milei fue ovacionado por los concentrados del campo y donde anunció la baja “permanente” de los DEX.

Este nombramiento simboliza el maridaje entre el poder agropecuario más concentrado y la estructura libertaria del Ejecutivo. Curci no llega solo. Tiene vínculo directo con Javier Lanari, subsecretario de Prensa, y su desembarco busca continuar el desmantelamiento del sistema de medios públicos. Reducción de personal, congelamiento de salarios, vaciamiento de Radio Nacional y rebranding de la TV Pública en clave de entretenimiento comercial. El modelo es claro: se ajusta al Estado, pero se amplifican las voces amigas.

Mientras se eliminan noticieros locales y se apagan emisoras federales, el Gobierno premia con cargos estratégicos a quienes lo aplauden desde los palcos de Palermo. El costo del “alivio” fiscal no es solo en dólares: también es en pluralidad y soberanía comunicacional. El modelo agroexportador no solo concentra rentabilidad, ahora también maneja el micrófono.

 

 

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