Grabois contra Massa: la pelea del autosabotaje opositor

En pleno descenso del Gobierno de Javier Milei, el peronismo responde con peleas de conventillo. Mientras Grabois apunta contra Massa, Galmarini lo destroza por redes. La rosca está rota, y el electorado mira atónito cómo la fuerza que debería articular una alternativa, se devora a sí misma.

Política 30/07/2025
NOTA

Mientras Javier Milei tambalea entre vetos, internas libertarias y un ajuste que ya ni los mercados festejan, el peronismo —que podría aparecer como una alternativa con vocación de poder— elige el camino inverso: el del autosabotaje. La escena es desoladora. Juan Grabois, que coquetea con ir por afuera, disparó contra Sergio Massa y lo acusó de “hegemonear” el espacio peronista con un giro a la derecha. Sebastián Galmarini —cuñado del exministro y operador todoterreno del Frente Renovador— salió al cruce con una furia que dejó a más de uno sin aire: “Sos mentiroso, delirante e inútil. Nunca ganaste ni una sociedad de fomento”.

A partir de ahí, el show. Grabois insistió en que mide mejor que Massa, que lo quieren dejar afuera y que será candidato en la provincia "sí o sí", con o sin boleta. Y Galmarini lo bajó de un hondazo: “Te ganó las PASO bastante fácil”. Para el electorado cansado, este fuego cruzado es un déjà vu eterno del peronismo que se pelea por la lapicera, mientras se hunde la Argentina real.

 

¿Conducen  o no  conducen?

El problema no es sólo la violencia simbólica de los mensajes, sino lo que expone: nadie conduce. Ni Cristina, ni Kicillof, ni Massa. Cada cual hace su juego. Algunos apuestan a las elecciones provinciales, otros a 2027, y unos cuantos a romper todo antes. El peronismo se parece cada vez más a un sistema sin arquitectura: una federación de feudos, egos y resentimientos sin una hoja de ruta común.

Y lo que se rompe en la cúpula, también se siente en el territorio. La militancia está en stand-by, las bases no entienden a quién seguir y los intendentes —más pragmáticos— solo quieren que no los arrastre el desastre. Axel Kicillof intenta sostener el gobierno bonaerense con perfil institucional, pero cada tanto le estalla una bomba: ahora la amenaza de una ruptura en la boleta provincial por parte de 

Grabois, que afirma que va “sí o sí”.

En paralelo, Massa —quien todavía no resolvió si será candidato, armador o comentarista de su propio fracaso— lanza spots con el sello “Fuerza Patria”, mientras su entorno pelea como si el 22% fuera un bastión inexpugnable.

 

Inexplicable: Milei juega solo

La gran paradoja es que mientras el oficialismo se sostiene con alfileres y el descontento social crece, la oposición sigue sin saber qué hacer con el poder que el Gobierno le deja libre. Las elecciones del 7 de septiembre en la provincia podrían haber sido una oportunidad para mostrar músculo, unidad y agenda. Pero no: otra vez se discute quién tiene más likes, quién mide más y quién “la tiene más larga”.

Grabois cree que puede capitalizar la frustración social con su prédica combativa. Massa quiere recuperar centralidad como garante de gobernabilidad. Kicillof busca sobrevivir con gestión. Máximo Kirchner mira desde afuera, pero ya dejó claro que no se va a esconder más. Y en el medio, una marea de votantes que quiere que alguien, alguien, ordene el caos.

La bronca con Milei no alcanza para ganar una elección. Tampoco sirve el recuerdo de los logros pasados si cada dirigente se dedica a dinamitar al de al lado. La interna entre Grabois y Massa, con Galmarini de francotirador, no es sólo un escándalo de Twitter: es la muestra cruda de que el peronismo sigue creyendo que puede volver al poder sin hacerse cargo del caos que dejó, ni del presente que no conduce.

Si no hay una estrategia común, si no hay liderazgos generosos y acuerdos reales, lo que se viene no es una elección difícil: es una desaparición política en cámara lenta. Porque mientras se entretienen con peleas de bar, el país pide respuestas. Y si no las da el peronismo, las buscará en otro lado. Aunque sea en el abismo.

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