
El Banco Central llevó los encajes al nivel más alto en tres décadas y tensionó al máximo su relación con los bancos. El Gobierno sube tasas para planchar al dólar, pero el malestar financiero es enorme y la economía real se paraliza.
La filtración de siete mensajes de voz de Diego Spagnuolo agrava la crisis del oficialismo: complican a Karina Milei y a Lule Menem, mientras crece la sospecha de una operación interna.
Política 27/08/2025El escándalo en Diputados con Pagano y Lemoine funcionó como distracción, pero dejó a la vista que la estructura libertaria se devora a sí misma.
El affaire Spagnuolo no es un goteo: es una cascada. Lo que comenzó con un par de audios terminó en una secuencia imparable de grabaciones que comprometen cada vez más al círculo íntimo del presidente. Karina Milei y Lule Menem aparecen una y otra vez como los nombres que concentran la operatoria de coimas en la Agencia de Discapacidad, un área que debería garantizar derechos básicos y terminó convertida en caja negra. Spagnuolo no solo se autoincrimina: describe un sistema.
La pregunta es menos ingenua de lo que parece: ¿quién filtra este material? Porque lo que sacude no es la queja de un funcionario frustrado por su salario, sino la certeza de que hay alguien muy cerca del Presidente decidido a serrucharle el piso a la hermana y a sus primos. Esa operación paralela es la que hoy detona a La Libertad Avanza desde adentro.
La filtración que dinamita al “El Jefe”
Los audios tienen dos planos. En uno, la queja grosera de Spagnuolo por no poder “manotear” como el resto. En el otro, la radiografía interna de cómo Karina, “el Jefe”, maneja todo. La comparación que usa es brutal: “yo vendo tortas, pero la que reparte quién come y quién no es Karina”. Una confesión involuntaria de cómo funcionaría el poder libertario: un kiosco de reparto, con ella como dueña de la llave.
El contenido es lapidario, pero lo realmente corrosivo es el contexto. Las grabaciones se conocieron mientras en el Congreso se desarrollaba la interpelación a Guillermo Francos. Pagano, recién salida del bloque libertario, fue la que más duro lo apretó con una acusación concreta: la existencia de un grupo de contrainteligencia paralelo operando desde la Jefatura de Gabinete. El blanco: José Luis Vila, un cuadro histórico del nosiglismo, hoy bajo la supuesta ala de Francos, que no sería tan “John Wayne del hombre quieto”.
No fue casualidad. La diputada ya había sido señalada como posible responsable de la filtración de los audios. Ella devolvió el golpe exponiendo el costado más sucio: la pelea de espías dentro del propio gobierno, las internas entre Caputo, Lugones y la mesa chica de Karina.
En ese mismo momento, la puesta en escena más grotesca terminó de cerrar el círculo. Lilia Lemoine interrumpió a los gritos, celular en mano, provocando a Pagano. El show sirvió para ensuciar la sesión, correrse del eje de la interpelación y, sobre todo, desplazar el centro mediático: se habló más del culo de Lemoine que de la red de coimas. El cosplay de Harley Quinn, le sigue saliendo bien a la agraciada diputada.
El show como tapadera del derrumbe
Nada de esto es espontáneo. El oficialismo usó el escándalo Lemoine–Pagano como cortina. A cámara, la influencer actuaba como bufona de guerra. Fuera de cámara, las imágenes captaron algo peor: Martín Menem, presidente de la Cámara, le pasaba indicaciones directas para pudrir la sesión. Beboteo y performance en simultáneo, pero con un fin político preciso: evitar que Francos quedara cercado por la oposición en pleno vendaval de corrupción.
El problema es que la táctica salió mal. La pelea expuso la debilidad interna, la fractura entre libertarios “orgánicos” y ex aliados, y la fragilidad de un Congreso conducido por un Menem que aparece en la pantalla del celular dando órdenes a una diputada convertida en distractor ambulante, siendo además parte del escándalo.
Mientras tanto, los audios siguen acumulándose. Spagnuolo no se priva de nada: desde quejas por salarios hasta acusaciones explícitas de que “le manotean la caja a todos”. En ese barro, Karina Milei aparece como jefa de un sistema de recaudación, y Lule como ejecutor torpe que “deja los dedos marcados”. El efecto es devastador: en seis meses, los libertarios lograron el mismo olor a corrupción que los gobiernos a los que prometieron barrer.
La interna devora al gobierno
Lo más explosivo no son las frases obscenas de Spagnuolo ni el acting de Lemoine en el recinto. Lo que erosiona al gobierno es la combinación: audios que muestran cómo se arma la caja negra libertaria y una guerra interna de servicios de inteligencia filtrando desde adentro. Karina Milei aparece como jefa de un sistema de reparto; Pagano, como la diputada que se atreve a exponerlo; Francos, como un piloto automático; y Martín Menem, como el titiritero de la distracción y además uno de los principales sospechados.
El círculo se cierra con ironía cruel: el gobierno que nació declarándole la guerra a la “casta” hoy es devorado por su propia casta improvisada. Las tortas de Spagnuolo, los audios filtrados, las peleas de diputadas, los espías reciclados: todo un sainete que exhibe a un poder que se devora a sí mismo mientras el país sigue en crisis.
Milei prometió dinamitar la política tradicional. Lo que logró fue dinamitar su propia tropa, dejando al descubierto que la motosierra no corta al sistema, sino a su propio gobierno. Y esto recién comienza.
Los audios revelan la aparente trama de coimas, pero lo que quiebra al oficialismo es la certeza de que la filtración nació desde adentro.
El Banco Central llevó los encajes al nivel más alto en tres décadas y tensionó al máximo su relación con los bancos. El Gobierno sube tasas para planchar al dólar, pero el malestar financiero es enorme y la economía real se paraliza.
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