Murió Walter Saavedra, el relator que le dio poema al gol

A los 68 años falleció Walter Saavedra, apodado “El Poeta del Gol”. Con su estilo único, mezcla de lirismo, humor y pasión, dejó una huella imborrable en la radio argentina.

Actualidad19/09/2025
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Todas sus transmisiones pintadas con la pluma invisible de un poeta que narraba la caprichosa como si fuera García Lorca.

 

El fútbol argentino perdió una de sus voces más entrañables. Walter Saavedra, el hombre que podía transformar un despeje anodino en un verso y un remate desviado en un acto teatral, murió a los 68 años. Se lo conocía como “El Poeta del Gol”, y no era un apodo gratuito: su estilo fue un pacto entre la radio y la literatura, un puente donde la pelota dejaba de ser objeto para volverse relato, metáfora, vida.

Nacido en Mar del Plata en 1956, Saavedra creció entre la playa y los bares donde la radio siempre estaba encendida. Desde temprano entendió que el fútbol no era solo resultado, sino un espectáculo del lenguaje. Cada pisada, cada centro, cada error podía narrarse con un pulso poético, y él se encargó de demostrarlo en cada transmisión.

Su recorrido fue vasto: pasó por emisoras de Mar del Plata, Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires, hasta dejar su sello en radios históricas como El Mundo, Splendid, Rivadavia, Nacional, Belgrano y Mitre. Relató Mundiales, Copas América, Juegos Olímpicos y Eliminatorias, pero lo que realmente lo distinguía era su capacidad para narrar un Colón–Unión o un Talleres–Colón con la misma épica que una final del mundo.

En Santa Fe se volvió figura de culto. Allí compitió con Ricardo Porta, la otra gran voz de la provincia, y dividió la audiencia con una creatividad sin igual. Su “pum, pum, pum, a las chapas” quedó grabado en la memoria popular, tanto como su jingle “cantame, cantame Walter, cantame un gol”, que se repetía en las canchas y en los hogares.

 

El arte de relatar como poesía viva

Saavedra no improvisaba al azar. Preparaba cada transmisión como si fuera una obra de teatro: conocía la historia de cada jugador, buscaba imágenes literarias para los movimientos, y presentaba a sus compañeros de cabina con un respeto casi ceremonial. No dejaba cabos sueltos, pero cuando encendía el micrófono, la disciplina se convertía en juego. Su relato era puro vértigo estético: un tango, un poema, un guiño humorístico en medio de la tensión.

Era bohemio y culto. Escribía poemas, publicaba libros, conducía programas que iban más allá del deporte. Su marca fue demostrar que el fútbol podía relatarse sin solemnidad y, a la vez, con profundidad. En tiempos donde la televisión arrasaba con la magia de la radio, Walter sostuvo el fuego de la transmisión portátil: escuchar un partido narrado por él era un viaje sensorial, donde la pelota no se veía, se imaginaba. Y esa imaginación tenía la cadencia de Lorca, el ritmo de Gelman, el desenfado de Fontanarrosa.

 

El legado de un poeta de la caprichosa

Su último relato en Santa Fe fue cuando Colón eliminó a Talleres en la Copa de la Liga que luego terminaría en título sabalero. No fue casualidad: Saavedra siempre estuvo donde el fútbol se jugaba con el corazón y se relataba con la garganta. Nunca se creyó dueño del espectáculo; fue su intérprete más sensible, un motivador que hacía que cada hincha se sintiera parte del drama.

Murió uno de los últimos grandes relatores poéticos, de esos que aún podían enamorar a generaciones con una radio portátil pegada a la oreja. Su legado no se mide en estadísticas ni en rating: se mide en las lágrimas de los hinchas que escucharon su voz en la cocina, en el taxi o en la tribuna; se mide en los chicos que repitieron sus frases en los recreos; se mide en los goles que no necesitaban imagen porque él los pintaba en el aire.

Walter Saavedra fue más que un relator: fue un poeta popular. Le devolvió a la radio su poder de encantamiento y al fútbol su dimensión estética. Hoy la pelota rueda sin su voz, pero cada vez que alguien recuerde que un gol también puede narrarse como un verso, ahí estará, eterno, el eco de Waltergol.

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