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La manifestación volvió a reencontrar a este sector social en la lucha. Un fenómeno que no se recordaba por los menos en los últimos 10 años. La clase media viene golpeada duramente con tarifazos, impuestazos, AFIP, obras sociales, combustibles y ahora la universidad de sus hijos. Reaccionó.
Política 25/04/2024Por Amado Brancatti
La marcha del martes en defensa de la educación pública tuvo adhesión de una multitud de sectores de nuestra sociedad. En efecto, a la manifestación fueron representantes de instituciones educativas y sus gremios correspondientes, pero no solo del ámbito público, sino también del privado.
Además, adhirieron la CGT, partidos opositores, particulares y colectivos de diversos orígenes. Incluso aliados al propio Milei asistieron, lo cual habla a las claras de la importancia —aunque más no sea declamativa o simbólica— que tiene en nuestro país defender la educación pública.
En cierto sentido, se daba por descontado que era importante, nadie cuestionaba el tributo o reconocimiento que se le hiciera a la educación pública. Y es entendible. En Argentina la gran mayoría de sus habitantes se educaron en escuelas estatales y pasaron su niñez y adolescencia en ellas.
Fue un factor clave de integración social en un país joven y con gran cantidad de inmigrantes. No solo eso: es el medio de ascenso social por excelencia en Argentina, mucho más que las Fuerzas Armadas, que también lo fueron, particularmente en las primeras décadas del siglo XX.
La educación pública argentina llevó a que nuestro país tuviera siempre (siempre) altísimos niveles de alfabetización que llevaron a que durante varias décadas del siglo XX, por ejemplo, Argentina tuviera más población alfabetizada que muchos países de Europa occidental.
La educación pública argentina generó cinco premios Nobel, una de las tasas más altas de médicos per cápita del mundo y científicos de primer orden. Y esto no es solo mérito de la prestigiosa Universidad de Buenos Aires. La más alta cumbre de las disciplinas especulativas de enseñanza universitaria, la filosofía, tuvo sus mayores exponentes salidos de las universidades del interior del país.
Pero volviendo al tema de la marcha, la gran protagonista parece saber sido la clase media, al fin y al cabo el núcleo duro de la extracción profesional de un país. Y en cierto sentido es una consecuencia de la propia dinámica retórica y política de Milei: el presidente tiene la base de su frágil apoyo principalmente entre las clases bajas y altas.
Es un típico ejemplo de “populismo reaccionario”, esa versión decadentista de los afanes de superioridad y exitismo que hay en tantas sociedades en vías de desarrollo.
Un fenómeno defendido por miembros de las clases altas que quieren ser “primer mundo”, pero también por gente de las clases bajas que ven con malos ojos las ayudas que reciben del Estado aquellos a quienes consideran menos, a pesar de vivir en los mismos barrios, y que exigen mano dura por vivir en lugares difíciles.
La clase media suele tener otras preocupaciones —ni mejores ni peores gente son—, pero con toda seguridad no es la clase apuntada por Milei para sostener su proyecto político. Además, la clase media se ha visto muy afectada con las medidas económicas.
El presidente debería saber que, prejuicios aparte, la clase media es el sector más dinámico de una sociedad; es en la que se fundamentan las instituciones, tiene alta formación profesional, pero sobre todo avidez de ascenso social. Y no será con Twitter que anulará esa avidez.
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