Adiós al “realismo sucio”: ahora las editoriales tienen “editores de sensibilidad”

Censura “políticamente” correcta en el arte

Actualidad01/11/2023
NOTA

Una nueva industria ha nacido en torno a las editoriales. Los editores o lectores de sensibilidad quienes corrigen los manuscritos para que el material sea “polìticamente correcto” y no ofenda a los lectores. Una falta de respeto e infantilización del arte y la cultura. 

Por Luis Hara

En los últimos años, la figura del sensitivity reader o "lector de sensibilidad" ha emergido con fuerza en el panorama literario, generando un debate polarizado entre la corrección política y la libertad de expresión. Estos profesionales, encargados de revisar manuscritos en busca de contenidos potencialmente ofensivos o insensibles, se han convertido en un tema de discusión candente.

Sin embargo, no todos comparten esta perspectiva. Kimberly Vanderhorst, una lectora de sensibilidad y autora, argumenta que estos profesionales juegan un papel crucial en ayudar a los escritores a evitar estereotipos dañinos y representaciones insensibles. En una era marcada por la rápida evolución de las normas sociales y culturales, los lectores de sensibilidad pueden servir como un puente entre la intención del autor y la percepción del lector.

La controversia alcanza su punto álgido con la revisión de obras clásicas. Puffin Books, por ejemplo, ha publicado nuevas ediciones de las novelas infantiles de Roald Dahl modificando el lenguaje del autor en temas sensibles como el peso, la salud mental, el género y la raza, siguiendo las recomendaciones de los lectores de sensibilidad. Estos cambios han sido recibidos con críticas mixtas, avivando el debate sobre la intersección entre la sensibilidad cultural y la integridad artística.

Nos encontramos en una encrucijada cultural. Por un lado, la necesidad de una literatura más inclusiva y consciente es innegable. Por otro, la esencia de la literatura radica en su capacidad para desafiar, provocar y, en ocasiones, incomodar. En este contexto, la cultura woke, que se caracteriza por su énfasis en la inclusión y la corrección política, se enfrenta a la crítica de retomar prácticas de censura asociadas históricamente con perspectivas más conservadoras.

La tensión entre la protección de las sensibilidades individuales y la preservación de la libertad creativa es un reflejo de una sociedad en transformación. A medida que navegamos por estas aguas turbulentas, la pregunta persiste: ¿hasta dónde debe el arte adaptarse a las ideologías y sensibilidades de la sociedad contemporánea?

Lo políticamente correcto y la cultura woke ya son percibidos como un Caballo de Troya de la democracia. Lo que nació como una petición-regalo noble en aras de la justicia social y la armonía ha terminado por minar la raíz y un símbolo del sistema: la libertad de expresión y de creación. Escritores, pensadores y expertos lo han denunciado en libros, artículos y conferencias. Varios creadores, expertos y gestores culturales consultados advierten de la manipulación del lenguaje como arma política y arrojadiza en este ámbito. Recuerdan que la ofensa no está en la palabra, si no en el tono, el contexto y la intención de quien la usa y que la gente no es tan ignorante como se quiere hacer creer; y de que no todo es fobia cuando se formulan dudas, preguntas y reflexiones sobre un tema de minorías o delicado.

 

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