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Escribo estas líneas sorprendido, o no tanto, ante una política argentina que parece haberse entregado a un juego de espejismos.
Política 12/11/2024
Por Héctor Corrado *
Las figuras de Cristina Fernández de Kirchner y Javier Milei, que deberían representar proyectos de país opuestos, terminan encarnando los mismos vicios.
Ambos dirigentes parecen cortados con la misma tijera: la ambición desmedida y un desprecio por el pueblo al que dicen defender. Un espejo que refleja una distorsión repleta de semejanzas. El resultado es un país atrapado entre extremos que solo traen dolor y exclusión.
Cristina recorre el conurbano con su habitual discurso populista, el mismo que la colocó en un pedestal mientras su gobierno consolidaba la pobreza y la dependencia hacia un Estado inmenso. Hace poco fue filmada abrazando a una seguidora, y lo que debería haber sido un gesto de empatía se transformó en una imagen que desnudó su verdadero sentir: asco, como si le repugnara la gente que se acercó a saludarla. Es una ironía cruel: los pobres a los que hoy abraza forzada y a regañadientes son aquellos que ella misma contribuyó a empobrecer, consolidando una estructura en la que la miseria es el capital político más rentable. Como leí hace poco en redes sociales: “Ella misma creó la pobreza que ahora detesta”.
Y ahora aparece Milei, el supuesto antídoto de todo lo que Cristina representa. Sin embargo, detrás de su retórica disruptiva y su estilo provocador, no es más que otro líder distante y ajeno a las necesidades reales de la gente. Mientras habla de sacrificios, de que “la economía subirá como pedo de buzo”, se sube a un absurdamente costoso vuelo privado hacia Estados Unidos (su viaje número 15 en 11 meses), no para atender necesidades urgentes del pueblo, sino para reunirse con lideres internacionales. ¿Dónde queda su supuesta austeridad? ¿Se abrá dado cuenta Milei que se está transformando lentamente en un símbolo de la casta que tanto detesta? Porque sus políticas no golpean a la “casta”, como él dice, sino a los ciudadanos de a pie.
Mientras Milei se pasea por el exterior, las tarifas de los servicios básicos en nuestro país no paran de subir y el poder adquisitivo no para de bajar. Hoy los argentinos están pagando por la electricidad y el gas más que nunca en relación con sus ingresos, y, aún así, los servicios dejan mucho que desear. Si comparamos estos precios con lo que se paga en Estados Unidos, el contraste es desgarrador: allá, podrá verificarlo luego de descender de su viaje en un avión de lujo, los servicios son accesibles, eficientes, y en zonas de pobreza no llegan a representar la carga que aquí representa la luz en el conurbano. Este nuevo tarifazo en un país en crisis es una burla, una prueba más de la desconexión entre quienes gobiernan y la realidad de la gente.
La economía, como la proyecta Milei, beneficiará a los grandes capitales y los que juegan con la bicicleta financiera, pero la gente común seguirá sufriendo los ajustes. Como lo vengo sosteniendo desde hace tiempo y parafraseando al presidente, para el 80% de los argentinos esto será más bien “mierda flotando”. La receta de ajuste feroz y recortes sin criterio social sólo busca achicar el Estado para unos pocos, pero el costo lo pagamos todos. El ajuste no lo sufre la casta, lo sufre la inmensa mayoría del pueblo argentino, mientras Milei y sus aliados continúan su desfile de privilegios. Y mientras tanto, Cristina y el kirchnerismo siguen operando desde las sombras, listos para reaparecer en cuanto las aguas se enturbien un poco, pero cómodos ante el reflejo del espejo de la realidad.
Argentina no necesita héroes de cartón ni salvadores de turno, sino soluciones reales y compromiso genuino. Ni Milei ni Cristina parecen tener la capacidad, o la intención, de verlo, y ahí radica el problema. Nos prometen cambios, pero lo único que cambian son las caras mientras el sistema se mantiene intacto, consolidando la pobreza y la desigualdad.
* Abogado, dirigente político, ensayista, Lomas de Zamora.
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