
En una región fragmentada y decisiva, Katopodis, Valenzuela y Zamora, buscan transformar su peso local en liderazgo bonaerense.
En medio de una interna feroz y un desgaste político inocultable, Javier Milei rompe su propia regla de no pisar territorio y se prepara para recorrer la provincia de Buenos Aires. Quiere salvar a sus candidatos, pero también algo más urgente: su propia autoridad.
Política 31/07/2025Javier Milei siempre se sintió más cómodo en los sets de televisión que en las plazas. Gobernar con likes, militar desde un atril, castigar desde redes y no embarrarse con la logística de territorio. Pero esta vez algo cambió: el presidente decidió caminar el conurbano. Sí, el mismo que desprecia, el mismo que lo enfrenta, el mismo que lo puede derrotar.
La decisión no es casual. La campaña libertaria arrancó floja, sin fuerza territorial, con escándalos internos y candidaturas que no traccionan. Mientras Axel Kicillof y su tropa ya están desplegados en toda la provincia, con recorridas, actos y base real, La Libertad Avanza parece una cooperativa de influencers sin barrio ni mística.
Para colmo, la pelea entre Karina Milei y Santiago Caputo —que venía carcomiendo la cocina libertaria desde adentro— obligó a una tregua forzada. Sin unidad en la cúpula, sin estructura en las calles, sin épica más allá del algoritmo, Milei entendió que tenía que poner el cuerpo. Y entonces, por primera vez, el presidente libertario se pone las zapatillas.
Va a caminar la Primera y la Tercera Sección Electoral. Va a acompañar a Diego Valenzuela, su apuesta híbrida con el PRO, y al polémico excomisario Bordarenko, salpicado por denuncias que huelen más a interna que a transparencia. Va a mostrarse con candidatos locales. Va a intentar trasladar su imagen a esos nombres que no conoce ni el carnicero del barrio. Pero más allá del operativo de maquillaje político, lo que está claro es esto: Milei baja al barro porque el agua le llega al cuello.
Lo que Milei está intentando no es una campaña tradicional. Es un operativo de contención de daños. Su imagen sigue fuerte entre un núcleo duro, pero su Gobierno empieza a hacer agua: inflación reprimida, conflictividad social en aumento, tropa legislativa dividida, escándalos como el de Cúneo Libarona, internas con Villarruel, y un conurbano que no compra humo cuando falta el pan.
La visita al territorio no es estrategia, es necesidad. Y en política, cuando el jefe tiene que salir a salvar al equipo, es porque el equipo está por perder.
Karina Milei entendió que no alcanza con el branding. Caputo entendió que no puede seguir jugando a la resistencia silenciosa. Ambos hicieron las paces porque, si no se alineaban, el derrumbe les iba a explotar en las manos.
Y entonces volvió el "grupo de tareas comunicacional", ese ejército digital de trolls, editores, bots y cuentas obedientes que Santiago Caputo maneja con precisión quirúrgica. Lo que no se puede construir con votos, se intenta cubrir con narrativa, aunque el terreno les recuerde que Twitter no junta boletas.
El mileísmo está frente a su límite estructural: no tiene partido, no tiene base, no tiene calle. Tiene un presidente con altísima exposición y un ejército de seguidores virtuales. Pero en la provincia de Buenos Aires, eso no alcanza. Los votos no bajan por decreto ni por virales. Se caminan, se militan, se discuten en el almacén, en la cola del hospital, en la estación del tren. Porque aunque repita que odia al conurbano, sabe que si no lo pisa ahora, el conurbano lo va a pisar a él en las urnas. Y eso, hasta el más libertario, lo entiende. Aunque sea en voz baja. Aunque sea tarde. Aunque sea con barro hasta el cuello.
En una región fragmentada y decisiva, Katopodis, Valenzuela y Zamora, buscan transformar su peso local en liderazgo bonaerense.
El Ministerio de Infraestructura bonaerense presentó su plan 2024–2027 ante cooperativas y mutuales. La apuesta: una obra pública participativa, con perspectiva territorial, género y sostenibilidad.
Cae su imagen, crece el malhumor social y se frena la esperanza en la economía. La última encuesta muestra que el respaldo a Javier Milei se resquebraja, mientras su modelo de confrontación sin resultados empieza a tener costo real.
Mientras Caputo celebra un tipo de cambio más competitivo, los operadores responden con desconfianza: aumentan las presiones sobre las reservas y se encienden las alertas por el posible regreso de un cepo más duro. No hay emojis, ni corazón, ni nada. Solo intereses. ¡Es la economía, estúpido!
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