Los campos del deseo

En su exploración del comportamiento orientado a metas en la naturaleza, los filósofos de la ciencia, McShea y Babcock presentan una teoría fascinante: los "campos de deseo", una alternativa a las explicaciones mecanicistas tradicionales que predominan en el pensamiento científico.

Cultura 18/11/2024
NOTA

Su enfoque busca reconciliar los conceptos aristotélicos de teleología (comportamiento orientado a objetivos) con la visión mecanicista de un universo newtoniano, sugiriendo que los organismos y sus acciones son influenciados por campos externos más amplios que los guían hacia ciertas metas.

La ciencia suele explicar el comportamiento de los animales y plantas mediante mecanismos, como instrucciones genéticas, circuitos neuronales o presiones evolutivas que impulsan la supervivencia y reproducción. Sin embargo, si bien estas explicaciones dan cuenta del origen del comportamiento teleológico, a menudo no logran explicar cómo los organismos alcanzan consistentemente sus objetivos en tiempo real.

Por ejemplo, una tortuga marina puede regresar a su playa natal desde cientos de kilómetros de distancia, y una bellota se convierte en un roble de forma consistente. Aunque las explicaciones mecanicistas se centran en vías neuronales, señales ambientales o planos genéticos, no logran explicar completamente la búsqueda flexible y continua de estas metas. La teoría de los campos de McShea y Babcock propone una forma de entender este comportamiento dirigido a objetivos sin depender únicamente de mecanismos.

La idea de campos que influyen en el comportamiento orientado a objetivos no es nueva. El biólogo austríaco Paul Weiss propuso en el siglo XX que los "campos morfogenéticos" ayudan a dirigir la formación y organización de las células dentro de un embrión. McShea y Babcock amplían esta idea, sugiriendo que entidades dirigidas a objetivos (como células, tortugas o seres humanos) están guiadas por estructuras invisibles llamadas "campos de deseo".

Estos campos crean una “atracción” o “dirección” para el comportamiento, permitiendo que las entidades ajusten su curso cuando se desvían de su objetivo (persistencia) y puedan adaptarse a diferentes puntos de partida (plasticidad). Así, la navegación de una tortuga marina podría estar guiada por el campo magnético terrestre, mientras que el escarabajo pelotero se orienta con la luz de la Vía Láctea, sugiriendo que estos campos están más allá de su entorno inmediato.

McShea y Babcock argumentan que este marco basado en campos también se aplica a la cultura y psicología humanas. Sostienen que los humanos vivimos dentro de “campos de deseo” que moldean nuestros pensamientos, acciones y deseos, manifestándose como estructuras sociales que guían el comportamiento, tal como el campo magnético guía a una tortuga. Las normas sociales, leyes y presiones económicas actúan como campos externos que orientan nuestras elecciones e intenciones.

Estos campos de deseo son jerárquicos y se presentan en capas: a nivel microscópico, nuestras células y circuitos neuronales podrían ser influenciados por campos bioquímicos, mientras que, a nivel macroscópico, estamos dirigidos por campos sociales y culturales.

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